Primer programa de abono
Alquimista del color
Alexa Farré debutó como nueva concertino de la Real Orquesta Sinfónica de Sinfónica

Un año más Plasson abría la temporada de la ROSS, y de nuevo con la música francesa que inundará todo el programa de la orquesta esta temporada. Pero es que entre Plasson y Soustrot nos van a traer las esencias de esa ... música , toda vez que ambos vienen de vuelta de una carrera artística de gran brillantez, y cuyos secretos más íntimos conocen, mostrándonos el grano y aventando la paja. El concierto inaugural, además, nos traía las novedades de la presentación de la nueva concertino de la ROSS, Alexa Farré , y la presencia nuevamente en nuestras manos de los programas de mano en papel (y no tenemos nada en contra de los digitales, fáciles de leer en la oscuridad -llegado el caso extremo-, y más cómodos aún de guardar para los que lo hacemos desde que empezara la orquesta).
A sus 88 años, al maestro Plasson sólo le tentó la banqueta colocada en el podio en los cuatro momentos entre los episodios de la vida del artista; cuando pudo descansar más, entre una obra y otra, se dedicó a levantar a los músicos para que recogieran el aplauso del público, dirigiéndose para ello hasta las diferentes bancadas. En lo musical, cambió de ubicación de violas con violonchelos , con las consiguientes ventajas o desventajas, según los momentos de las obras. Lo que sí nos pareció es que el sonido de los violines era más suave, más lírico, llegando a lo espectacular en el unísono (junto a la flauta) que sigue al diálogo de pastores (corno y oboe), que abría el tercer movimiento.
Ya sabemos la importancia de la tímbrica en la música orquestal francesa, pero aún más en Berlioz (es autor de un tratado de instrumentación, bastante vigente en muchos aspectos) y Ravel , que con su ‘Bolero’ alcanza el ejercicio tímbrico más exitoso y brillante que se haya conocido nunca. En Berlioz, además, confluye un aspecto añadido, y es el carácter cíclico de su sinfonía, a partir de su ‘idea fija’, la que representa a su amada Harriet Smithson , cuya melodía evoluciona en cada ‘episodio’, constituyéndose así en antecedente inmediato del ‘leitmotiv’ wagneriano. Consciente de ello, Plasson marcó su escucha como preferente, sabiendo implicarla -aunque sin disolverla, a menos que el estado narcótico lo requiriese- en contracantos y diversas líneas melódicas paralelas. Los efectos del opio van crispando la trama, para permitir la adición de cada vez más instrumentos, especialmente los contundentes metales, que indudablemente aportarán el brillo y la espectacularidad necesaria para un final esplendente. Este aspecto colorístico, junto a una sabia dosificación del aporte instrumental (al igual que ocurrirá en el ‘Bolero’) será otra cualidad a tener en cuenta en el minucioso trabajo del director galo.
Junto a los instrumentos mencionados, añádanse las arpas (imprescindibles con las flautas en la música orquestal francesa), la novedad de cuatro timbales y dos tubas, o el saxo en el ‘Bolero’, aunque el primero que lo había usado en orquesta fue Berlioz, acérrimo partidario del mismo.
Por último, señalemos que, una vez más, el longevo director dirigió de memoria , a pesar de que tenía delante atril y partitura, que no llegó a abrir, lo que da idea de lo asimilada que tiene en su cabeza cada partitura. Y también el interés en dejar claro su evidente debilidad por la orquesta y por la ciudad . Un caluroso y prolongado aplauso, que él favoreció, refrendó lo apropiado de su nombramiento como Director Honorario de la ROSS. Y todavía lo veremos nuevamente en marzo con el ‘Pelléas et Mélisande’ de Debussy: si nos fascina en el terreno puramente orquestal, en la ópera francesa es absolutamente intratable. Larga vida entre nosotros.
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