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La Bienal de Flamenco de Sevilla de 2018

El desnudo de Isabel Bayón

«Yo soy» es una mirada inteligente a su propia vida a través del baile

Isabel Bayón durante su espectáculo en la Bienal VANESSA GÓMEZ

Luis Ybarra Ramírez

Isabel Bayón se ha parado en el Central para echar la vista atrás. Sus éxitos, la familia, las vivencias. Baila con la cara manchada de seguirilla pero con la pena cabal de la alegría. Trae la danza de sus recuerdos, su vida misma. Lo que un día le inspiró, el cristal fragmentado y bello de su memoria . Momentos del pasado que ahora solo forman parte de la nebulosa y el baile. La poetisa Victoria Ash dice en uno de sus poemas que "basta con tocar el cielo una sola vez para olvidar dónde nos hicimos las heridas que visten nuestras manos". Por eso es importante que la bailaora sevillana haya mirado hacia dentro de su carne. Ahí está todo.

Una nana marca el principio de la obra. Después, los abandolaos se encargan de mecer la cuna junto a la petenera. Hay luces y proyecciones. Y las letras que se cantan van contando el relato que ella baila , desde su nacimiento hasta sus triunfos o los primeros pasos sobre los escenarios. Una voz en off bastante curtida también narra algunas de las secuencias. La cantaora Sandra Carrasco le brinda su eco delicado en el bolero de «Dos gardenias» y llega la diversión con las sevillanas, coplas y los tanguillos de patio y juego. Gamberra pero cometida, provoca la carcajada de los presentes y luego sentencia por soleá. Esa es la disyuntiva flamenca que nos define y diferencia. Somos toná y cantiña.

La aguja de un vinilo araña desde el silencio y una bulería de Antonio Mairena aparece tras ella. El homenaje de anoche es también a sus maestros. Las manos de papel, por ejemplo, fueron para Matilde Coral y los guiños de la melodía de los tangos para Mickael Jackson. A veces el hilo argumental de «Yo soy» se acerca a convertirse en un saco de ideas inconexas, pero el resultado global es bueno. Después del rechazo que causó el último espectáculo que Isabel Bayón presentó en La Bienal, «Dju dju», en esta ocasión ha logrado la complicidad del público con un concepto más sencillo y personal . Poner el foco en los vestigios de su trayectoria. Sus filias y fobias, el sombrero del garrotín, sus gustos y aficiones. Esto es una forma inteligente de desnudarse sobre el escenario: al mensaje por el arte.

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