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La Bienal de Flamenco de Sevilla de 2018

Tomasito se convierte en bulería

El artista jerezano baila poco, canta menos, pero conquista con gracia y talento el escenario

El espectáculo de Tomasito y los Gipsy Rappers, en La Bienal de Flamenco de Sevilla Juan Flores

Luis Ybarra Ramírez

Tomasito se convirtió en bulería. El duende se comió al artista y ya no queda persona. Tampoco hay flamenco. Solo un reloj de doce tiempos lleno de letras, ruidos y golpes. Por ahí le pueden echar lo que sea. Que él anda «asalvajao», como se anunciaba en el programa, y maneja con soltura todo lo que entra en su universo surrealista . Con él atrapa a propios y extraños y nadie queda indiferente. Será por el tigre de peluche que lo acompaña, por los versos peleones y geniales que se le escapan o por el baile que hace con el micrófono colgando para que se le escuchen los pies. Lo único cuestionable es si una propuesta como esta encaja en la línea de La Bienal.

Los Gipsy Rappers lo acompañaron en su cita con el festival sevillano . A finales de los setenta, al sur del Bronx nació un género que estos jerezanos han tomado como punto de partida: el rap. Ellos lo combinan con cante y piezas breves de humor. Siguen la estética de artistas como Diego Carrasco o Junior, aunque dejaron algunas dudas en su actuación. El sonido no era el adecuado y quedó poco más que el soniquete que llevan intrínseco. Una pena.

Después llegó la locura de Tomasito. Bendito desmadre. No canta nada pero es uno de esos que dio Jerez que no hay que perderse . Todo lo que hace sobre el escenario está a compás. Él es compás. Y sin buscarlo se torna de vanguardia. Hace el robot por bulerías, ofrece pinceladas de gracia en las alegrías y consigue que el público cante sus canciones. «Soy un colgao y un pirao porque siempre me suelto la melena», «No quiero pistolas ni fusiles, lo que me gusta son las papas con alcahuciles» o «Metí los pies desnudos dentro de tu paellera como prueba de amor pa' que me quieras» fueron algunas de las más aplaudidas. Todo se le engatilla en la boca. Nada es lo que parece y Tomasito, que terminó el concierto en calzoncillos de lunares, continúa salvaje y genial.

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