Música
Canales, la excelencia musical
Posee dos cualidades que lo distinguirían de cualquier otro fagotista: suave dicción y elegancia a raudales

Antes de que se iniciara el concierto propiamente dicho, Pedro Vázquez, director gerente de la ROSS, leía una breve nota referida a la grave situación política que vivimos, enfatizando que donde hay bombas hay ruido, y no puede haber música. El hecho de que no ... diese el nombre del país sobre el que están cayendo esas bombas ni de quién las está tirando, conociendo la bonhomía de nuestro gerente, nos hace pensar que el comunicado estuviese consensuado previamente con el comité prosoviético de empresa. El país se llama Ucrania, tiene casi la misma población que España y es enormemente trabajador ('granero de Europa' le llaman); y el que lo está masacrando sin distingos entre civiles o militares gracias a uno de los más poderosos ejércitos del mundo, el que amenaza además con una guerra nuclear mundial, es el genocida imperialista Vladimir Putin. O sea, que no nos cuenten que los pájaros disparan a las escopetas. Y hemos de sobresalir que en todo el mundo se están cancelando contratos de trabajo a aquellos artistas que apoyan o no condenan tan descarnada matanza, llámese Anna Netrebko, Valery Gergiev o cualquier otro, porque sólo ponerse de perfil aquí es demostrar ser de la misma ralea que el verdugo del Kremlin. Deberíamos tomar nota.
En lo musical sobresalimos la vuelta a las 'Noches del Lope', que cada vez nos cuesta más trabajo digerir. Y es que cuando no teníamos otra cosa -y volvemos a recordar aquella noche mágica del estreno de la ROSS en este mismo teatro-, su actuación de nos pareció un sueño; pero luego llegó el Maestranza, y todo cambió. No insistiremos en la acústica seca, que no permite la amplitud armónica de la orquesta, con sonidos que se quedan como carámbanos, suspendidos antes de llegar al suelo (final del 2º movimiento de la 'Quinta' de Schubert, por ejemplo). Pero sobre todo es que la cuerda forma un muro que el viento madera (y a veces el metal: apenas se oyeron las juguetonas trompas en el 'Rondó' final, por recordar algo concreto), y sólo lo sobrepasa cuando la cuerda le permite pasajes melódicos (a la flauta de Juan Ronda, por ejemplo). Si se quiere continuar con el ciclo deberían por lo menos pensarse la amplificación 'invisible' que ponía la OBS.
No podemos más que darle la bienvenida al apoyo de la ROSS a los jóvenes músicos, por el escaparate que supone para ellos, por estar dirigidos por un maestro de la talla de Soustrot, y especialmente cuando presentan la calidad de este joven fagotista, Álvaro Canales , ganador del 4º Concurso Nacional organizado por la Asociación de Fagotistas y Oboístas de España celebrado en Málaga este año pasado. El fagot puede resultar un instrumento inquietante, triste o serio, casi siempre funcional; pero aquí un joven Mozart de 18 años lo elevó a la categoría de solista, y hoy es la piedra de toque del instrumento. Canales posee dos cualidades que lo distinguirían de cualquier otro fagotista: suave dicción y elegancia a raudales. Mientras algunos buscarían el perfil más agresivo o, al menos, de mayor pegada (sus graves pueden ser muy broncos y sugestivos), o acentuaría las síncopas, remarcaría los contrastes, etc. En la primera 'cadenza' del concierto nos dejaba ver su lado más virtuosístico desde el punto de vista técnico, aunque destacaba su capacidad expresiva, dominio de la respiración, fluidez de exposición, extrayendo todos los recursos de su magnífico instrumento.
En el segundo movimiento se ha querido ver que la analogía melódica con que comienza el tiempo y el 'Porgi, amor' de 'Las bodas de Fígaro' en realidad podría relacionarse con la elegancia resignada de Condesa. Y aquí el joven Canales cantó con igual distinción, gentileza, nobleza, dando una lección de lirismo, de hermoso encadenamiento de frases -sin perder la articulación- para finalizar en ese impulso último, a solas, con un amplio 'suspiro' que remata con sutileza este movimiento central. A pesar de la insistencia del público, el músico alicantino declinó la invitación a una propina.
La verdad es que ya hemos dicho que Soustrot no da una bola por perdida, y hubo un seguimiento exhaustivo del solista, controlando muy bien la orquesta, en la que destacamos la labor de concertino de Branislav Sisel en lo que respecta a su calidad de solista, si bien se ve que no se le pudo dedicar tanto tiempo a este acompañamiento como a la sinfonía de Schubert, y los trazos en algún momento resultaron confusos.
Aunque hay muchos años de diferencia entre esta obra y el concierto anterior, todavía pervive en ella una impronta clasicista, así como una riqueza melódica, una transparencia de muchas texturas o continuos juegos de preguntas y respuestas alternando con momentos de recogimiento, como el que domina el segundo tiempo de la obra. Para todo ello se había preparado Soustrot, y la orquesta respondía con justeza a cada una de las indicaciones y sobre todo exhibía una unidad orgánica sorprendente, insistimos, dentro de lo que pudimos oír.
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