Locus amoenus
La cicatriz taurina de Orson Welles
He hallado dos corridas en la que Orson Welles actuó como «El Americano»: una en julio de 1932 y otra en diciembre de 1933. Por lo tanto, podemos afirmar que su residencia trianera fue mucho más larga de lo que creíamos

La afición taurina del escritor, guionista y cineasta Orson Welles (1915-1985) ha dejado un rastro fastuoso a través de fotografías, entrevistas, documentales y algún que otro texto, como aquel prólogo que escribió para la edición inglesa de las memorias de mi paisana Conchita Cintrón. ... Su admiración, camaradería y devoción por Antonio Ordóñez no se limitaron a seguirlo por diversas plazas de España y México, sino que lo llevaron hasta la finca rondeña del matador-, donde fueron esparcidas sus cenizas. Sin embargo, en los últimos años de su vida, Orson Welles se distanció de la Fiesta, como se lo reconoció al periodista Michael Parkinson en una entrevista que dio en 1974 en el canal uno de la BBC. Allí Welles declaró que las corridas de toros le parecían «irresistibles e indefendibles», pero que habían degenerado en «atracción folclórica». No satisfecho con aquella afirmación, confesó que lo avergonzaba que su padre hubiera sido cazador, reconoció que no quería ver morir más animales y dijo que se arrepentía del tiempo que perdió obsesionado con ser matador, porque «I was a bad torerito ». ¿Qué quiso decir Orson Welles con eso de que había sido un torerito malo?
Cuando ya era una celebridad mundial y su pasión taurina producía perplejidad en el mundo anglosajón, Orson Welles dejó caer en la británica BBC (1955) y en la americana ABC (1961), que de adolescente había vivido unos meses en Sevilla empeñado en ser torero y que debutó como novillero presentándose como «El Americano». Las alusiones a su experiencia taurina fueron rácanas y al mismo tiempo espectaculares, pues reveló que durante unos meses había vivido en Triana sobre un burdel, mostró ante las cámaras la cicatriz que un toro le dejó en el labio y confesó que renunció a ser torero el día que el público lo despidió a botellazos. Sin embargo, el pico de la muleta de aquella memoria nunca dejó de asomarse por entrevistas y documentales, como un mal recuerdo que se afeaba más con el correr del tiempo, ya que al crítico Kenneth Tynan le dijo en 1955 que la cicatriz la tenía en el muslo y a David Frost le respondió en 1970 que la cicatriz estaba en el cuello. Por eso Simon Callow apuntó irónico en Orson Welles: The Road to Xanadu (1995), que la cicatriz taurina del cineasta se desplazaba de una entrevista a otra. Por eso me hice con Young Orson: The Years of Luck and Genius on the Path to Citizen Kane (2015) de Patrick Mc Gilligan, a ver si me aportaba algo más sobre la estancia sevillana de Orson Welles.
Según Mc Gilligan, el joven Welles llegó a Sevilla en 1932 para conocer mejor al hispanista irlandés Walter Starkie, quien en Dublín lo emplazó a que lo visitara en Sevilla. ¿Sería Starkie quien colocó al niño Orson en la buhardilla de un burdel? Lo cierto es que como tenía 17 años, las pupilas le lavaban la ropa, le daban de comer y le masajearon tanto el ego, que el niño se vino arriba y se propuso ser matador. Asegura Mc Gilligan, que durante un mes Orson Welles tomó «bullfighting lessons from a toreador at a local ranch», quien lo bautizó como «El Americano» y lo echó a torear novillos con tan poca fortuna, que tuvo que reciclarlo como picador, donde también fracasó. Y aquí es donde comienza mi propia pesquisa, porque nadie debuta como novillero y fracasa como picador en apenas un mes, pues ni conectado a Matrix se conseguiría todo eso en tan poco tiempo.
Sabemos que Orson Welles llegó a Sevilla en la primavera de 1932 y quizá fue testigo de la valiente salida de La Estrella por las calles de Triana. Lo que no sabíamos, es que el 20 de diciembre de 1932 toreó en un festejo a beneficio de banderilleros y picadores, en una tarde donde a manera de prólogo actuaron varios novilleros – «todos de infantería», decía la crónica del ABC- que «trabajaron con laboriosidad y acierto». El cartel lo completaron Chicuelo, Perlacia y Angelillo de Triana, y Belmonte presidió la corrida. No obstante, el 4 de Julio de 1933, Orson Welles actuó como picador de una novillada, porque Las líneas que Juan María Vázquez -crítico de ABC- dedicó a los subalternos no deja lugar a dudas: «Mesita banderilleó muy requetebién, y El Americano , Rosalito y un peón de Ballesteros, cuyo nombre ignoramos, bregaron con eficacia». Por lo tanto, podemos afirmar que Orson Welles permaneció en Triana algo más de un mes, quizá con alguna escapada a USA a lo largo de 1933, pero sin duda regresó a Sevilla para esa corrida de julio ¿Y le compensaba? Para responder a esa pregunta sería preciso haber estado en el albero de la Maestranza.
Orson Welles asombró al mundo con su transmisión de The War of the Worlds a los 23 años y se consagró con Citizen Kane antes de cumplir los 26, pero nunca dio la vuelta al ruedo de la Maestranza. Pienso que esa era la herida real y por eso le daba igual dónde tenía la cicatriz.
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