Locus amoenus
David Gistau, nazareno de la Canina
Cuando todo parecía preparado para que una turba de plumillas, letraheridos e incluso poetas hiciera su estación de penitencia con el Santo Entierro, la quebrantada salud de Vicente Tortajada nos dejó con el incienso en los labios
El episodio que voy a narrar, circuló durante años como leyenda urbana o historia apócrifa por los ambientes cofrades de la «deep web». A saber, que una turba de plumillas, letraheridos e incluso poetas, solicitó a la Real Hermandad Sacramental del Santo Entierro y María ...
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