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Flamenco SinCejilla

Esperanza Fernández y el arte de parar el tiempo

También reseñamos el disco «Flamenco leaks», de Jorge Pardo, Tino di Geraldo y Carles Benavent, y anunciamos el próximo álbum de Antonio Reyes

La cantaora Esperanza Fernández Álvaro Carmona

Luis Ybarra Ramírez

Parar el tiempo . La filosofía, el arte, la tauromaquia o el flamenco han dedicado siglos de historia para tratar de explicar un imposible que solo quienes lo han presenciado pueden confirmar su existencia . Su posibilidad remota y difícil de trasladar a un texto. Unos lo encuentran en una muleta clavada en el aire, en la arena por la que parece filtrarse la dimensión que siempre corre en nuestra contra para mancharlo todo de pausa o en los trazos de la pintura de siempre y de nunca, donde hay quien ha conseguido encerrar de un fogonazo acrílico un instante que al final dura toda la vida.

En mi caso, la cantaora Esperanza Fernández ha sido la única en tocarme el reloj que todos debemos llevar dentro . Una seguirilla que le restó segundos a un suspiro y se quedó absolutamente quieta, sobrevolando algún lugar del Teatro Lope de Vega al que me encantaría volver para encontrarla.

El conflicto está en que es inmaterial e irrepetible, tan fugaz como la sorpresa . Y cuando le pregunto a la autora por esa pieza concreta , me responde un lacónico «sucede, pero no puedo ponerle palabras, como a la mayoría de las cosas que suceden en el escenario cuando nos movemos en el terreno de lo que no está preparado». Todo se ralentiza , y el ayeo que anuncia la primera letra del cante cae por un embudo cada vez más estrecho hasta incrustarse en cualquier recodo de la garganta. Oscuro, oculto, intocable.

La cantaora de Triana, en la actualidad, está tratando de reunir fondos para desarrollar , que consiste en grabar una serie de entrevistas íntimas a otros artistas en su propia vivienda. También ha protagonizado el documental «Se prohíbe el cante» , con la producción de Sarao Films, y pronto anunciará el álbum que saldrá de este largometraje , que además contará con numerosas colaboraciones y estará interpretado, por supuesto, en directo . Porque Esperanza Fernández sabe que para repetir algo similar a esa seguirilla, que sin quererlo hizo que todo pasase más lento a su alrededor, hay que sentarse frente a un público y palpar su respiración, su volubilidad. Coquetear con la periferia de lo enigmático por si acaso ocurriese de nuevo.

Pero el tiempo, aún así, es tan esquivo que logra despistar a la tecnología . Y para vislumbrar ese pozo de calma, de todo y de nada al que me refiero, resulta imprescindible acudir a las butacas de los teatros o a las sillas de otros espacios más reducidos. Cuando la pantalla me devuelve ahora mi recuerdo sublime, respondo «que no me mientas, Youtube/porque eso no fue así/te lo digo yo, que estuve». Y entonces entiendo que la gracia vive para siempre en un momento. Que la música en directo nació como una obligación vital de los que buscan la evasión de las manecillas.

«Flamenco leaks»: alma de jazz

Percusión, bajo, viento metal. Tres amigos, unos cuantos puntos de partida sobre la mesa y a divertirse. Este es el telón de fondo de la nueva propuesta del trío conformado por Jorge Pardo, Carles Benavent y Tino di Geraldo . Una agrupación de una calidad indiscutible que camina tras la estela de Paco de Lucía , pero que guarda un sonido propio y experimental.

Los guiños al maestro son un continuo, así como a Camarón de la Isla y Chick Corea , entre otros. Y si Miles Davis se acercó en los años 60 a la música española y andaluza con «Sketches of Spain», este álbum, que mantiene algunas similitudes con la obra maestra del mejor trompetista de todos los tiempos, surge de un recorrido a la inversa. Ellos parten de los palos clásicos y los dibujan desde un estilo jazzista . Afloran entonces las fugas («leaks») a las que se refieren en el título.

Estamos, por tanto, ante un recital flamenco que tiene alma de jazz en su desarrollo y progresión . Melodías que nunca se asoman de forma clara, sino que serpentean y se reconocen tan pronto como se diluyen. Una sesión melómana donde se juega también con los planos de los instrumentos y el tempo. Saxos que rezuman aires de soleá y armonías que se van armando a su alrededor hasta dar con una construcción sólida propia de quienes pueden hacer lo que les da gana. El que toca para sí mismo corre el riesgo de volverse universal. Y esta música, tan extraña, tan de autor, acaba por convertirse en algo íntimo y genuino.

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