Festival de Música Antigua de Sevilla
Esplendente final
Se ha querido cerrar este Femás como merece, en una muestra que en esta edición ha derrochado calidad en casi todos los conciertos

Se ha querido cerrar este Femás como merece, en una muestra que en esta edición ha derrochado calidad en casi todos los conciertos y ahora alcanzaba su final con un Maestranza absolutamente lleno y con un público respetuoso que conocía o intuyó oír ... uno de los legados culturales más grande hecho por el ser humano. A cargo de tamaña responsabilidad se ha puesto al frente a un músico que, además de director es consumado clavecinista y organista , y podría llevar el apellido Bach anclado a su nombre, a tenor de haber dedicado gran parte de su vida e interpretaciones a Bach: Ton Koopman.
Recordamos que en 1997 nos visitó como organista en Los Venerables con un programa dedicado a Bach (por aquel entonces estaba dedicado a grabar su integral organística), y la impresión fue que en vez de tener 63 años tenía 23, habida cuenta de la explosión de colores, ritmos y enviones que le oímos. Quedaba por ver si 25 años después su lectura de Bach era la misma. Y esta 'Misa' posiblemente dé una pista en sus primeros cuatro compases: si en la incisiva, tensional y dramática enunciación del primer 'Kyrie' se formula tal cual describimos, se contratarán estas súplicas desde la desesperación, el dolor o la angustia del pecador frente a una explosión eufórica de las partes más esperanzadoras, como e l 'Gloria in excelsis Deo'.
Sin embargo, esos cuatro decisivos compases fueron de reflexión, de recogimiento, de contemplación (Bach envió el gigantesco 'Kyrie' -unos 17 minutos y sólo tres palabras: Kyrie/Christe eleison- a Federico Augusto II de Sajonia, acaso como una evocación fúnebre sobre el anterior elector, o tal vez como meditación sobre la humanidad, sobre el sufrimiento). Como fuese, Koopman eligió esta visión introspectiva, libre completamente de aristas, para que el contraste con las partes más explosivas resultase claramente manifiesto.
Sigue manteniendo un conjunto en el que sobresale precisamente eso, el todo, el bloque, la unicidad de coro e instrumentos como un solo organismo de asombroso equilibrio, que se alzaba por encima de una parcial -y natural- renovación de miembros del coro y orquesta. En los primeros era asombroso que las voces tuvieran en mayoría una emisión suficiente, sin tensionar los registros -evitando estridencias o gritos-, tanto en las sopranos -siempre más proclives desde sus tesituras más agudas- a los bajos, cuyas poderosas sonoridades a veces también se imponen a las más débiles: se notaba la contención, la intencionalidad de las distintas secciones para sobresalir lo necesario, si acaso para destacar el canto del 'sujeto' de cualquiera de las numerosas fugas que impregnan el tejido vocal de la obra.
De igual manera, el conjunto instrumental, con las cuerdas a la cabeza, presentaban una tremenda homogeneidad en su sonido, si se quiere poco brillante -y muy posiblemente deseado así-, como pudimos ver en la concertino Catherine Manson en su 'obligato' a la soprano en el grácil y encantador 'Laudamus te'. Y no nos parece chauvinismo si decimos que la cuerda se vio reforzada por el chelo de nuestra Mercedes Ruiz, si consideramos el 'continuo' blanquecino que ofreció el titular de la sección. Tampoco nos entusiasmó especialmente la flauta travesera de Kate Clark , porque pareció por momentos adolecer de claridad, y eso que se la oía bastante bien (a lo mejor lo de las orquestas barrocas tocando de pie impiden que el sonido de los traversos llegue bien: aquí estaban todos sentados, menos los que hacían los solos). En cambio, el oboe 'd'amore' (Antoine Torunczyk) aportó esa dosis de calidez, melancolía e imploración que requiere el texto ('Qui sedes'). Igualmente meritorios fueron los tres trompetistas de instrumentos naturales, que a pesar de la ayuda de los agujeritos practicados en los tubos no suplen del todo la dificultad de su ejecución (alguna que otra terminación se fue, desde luego), al igual que la trompa (corno di caccia) en su intervención durante el 'Quoniam', aún más difícil de controlar al cien por cien porque su único solo se produce a los tres cuartos de hora de haber empezado la obra, con lo que el instrumento estaría frío, a menos que Thomas Müller comenzara el 'calentamiento' el tiempo necesario antes con las manos, que no sabemos si será suficiente ( ¿por qué no sale al comienzo del número?).
El conjunto resultó sorprendente, porque Koopman, a sus 78 años, dirige con gran entusiasmo, conoce perfectamente la manera de clarificar las frecuentes complejísimas texturas, sobre todo de las fugas y mantener el equilibrio de las partes
Ilse Eerens tiene una impostación muy marcada y, consciente de ello, procura controlarla, y así ofrecernos un registro hermoso, cálido, de clara dicción y expresividad. Y aún le dio una lección a su compañero tenor Tilman Lichdi, de voz más natural, pero que en su dúo con Eerens se lanzó a un 'Domine Deus' a todo volumen y ella, con sutileza, lo fue aviniendo hasta una zona de volumen que equilibrara ambas voces. De cualquier forma, voz bien timbrada, muy inteligible y suficiente. Los contratenores últimamente están destacando por registros duros, vocingleros, adustos, y este (Clint van der Linde) además lo presentaba de forma algo inestable, tanto en afinación como en claridad de articulación, sobre todo en grupetos de enlace, a veces previos a algún agudo. Klaus Mertens conserva su fama bachiana para aunar su potencia, articulación y diáfana dicción.
El conjunto resultó sorprendente, porque Koopman, a sus 78 años, dirige con gran entusiasmo, conoce perfectamente la manera de clarificar las frecuentes complejísimas texturas, sobre todo de las fugas y mantener el equilibrio de las partes, sobresaliendo lo más destacable, externalizando la estereofonía del doble coro del 'Osanna' o armonizando el carácter y los 'tempi' más contrastantes , tanto en agógicas como en las dinámicas, entre lo reflexivo y lo triunfante. Tal vez esto último metáfora de lo que ha sido este excelente FeMÀS 39.
Nos espera, parece ser, una muestra nº 40 de infarto; pero no debería concebirse ni una edición más sin sobretítulos, porque no puede ser una opción. Repetimos una vez más: el texto, especialmente en el barroco (Retórica), va indisolublemente unido a la música, y esta suele escribirse en función de aquel; si no se conoce uno, no se explica la otra. No es tan difícil de entender, y el perjuicio es enorme.
Ficha
FeMÀS 2022. Programa: 'Misa' en Si menor BWV 232 de Bach. Intérpretes: Ilse Eerens, Clint van der Linde, Tilman Lichdi, Klaus Mertens. Amsterdam Baroque Choir. Amsterdam Baroque Orchestra. Director: Ton Koopman. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: 09/04/2022.****
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