Hazte premium Hazte premium

Festival de Sevilla de cine europeo

Y al fondo, aquella vieja tentación del cine

A la Sección Oficial llegó «Malmkrog», que podríamos calificar como la película más importante a concurso

Un fotograma de la película «Malmkog», del rumano Cristi Puiu ABC

Alfonso Crsespo

En «Quo vadis, Aida» conviven dos películas, una dura casi todo el metraje y es la menos interesante. En ella se reconstruye la matanza de Srebenica como si la televisión se hubiera personado, atenta al desesperado ir y venir de la protagonista, Aida, encarnación del combate entre lo personal y lo colectivo inherente a todo conflicto bélico y símbolo de la ciudadanía exhausta frente a los odios nacionales e inoperancias internacionales que precipitaron los asesinatos.

En la otra, apenas el cuarto de hora final, parece como si Jasmila Zbanic («Grbavica») se hubiera arrepentido de toda la manipulación sentimental previa y constituyese una humilde propedéutica sobre por qué conviene tratar lo irrepresentable de manera oblicua, a partir del trazo y la huella, para entenderlo y asumir sus dimensiones y prolongaciones.

Completando el día, se proyectó «Malmkrog» , que podríamos calificar, más allá de las filias y fobias de cada cual, como la película más importante a concurso . El rumano Puiu no es ningún recién llegado, pero nunca su voluntad transgresora había deparado nada parecido, quizás porque el «cine de la palabra» —uno donde ésta habla más que narra— ha ocupado siempre un lugar marginal dentro de la historia del cine y en sus predios —que son los de Oliveira, Dreyer, Eustache o Guitry , por ejemplo— toda radicalidad exige sutileza, al precisarse de un suplemento de pensamiento para la puesta en escena.

A Puiu no le falta «hybris», pero aquí debe trabajarla, confrontándola primero con el ensayo filosófico de Vladimir Soloviev que adapta y le obliga a la forma dialogal, a la estilización de la retórica y la persuasión, y luego al compartirla con el excelente grupo de actores donde desemboca, ya que cada uno la asume en su defensa de posturas frente a la guerra, la religión, la moral o el papel de Rusia entre oriente y occidente.

Toda esta ceremonia de la palabra queda en «Malmkrog» sometida a pequeños estrangulamientos patrocinados, ahora sí, por el buen hacer de Puiu, quien agujerea la cronología —a veces como un niño, en el algo vistoso vislumbre del futuro revolucionario— y desencadena la cámara para constatar que el edificio que los alberga es potencialmente histórico y político, y que junto a la lengua evoluciona inseparable la afasia, así como la fe.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación