Crítica de música
Fiesta barroca en familia
Alfredo Bernardini ha dirigido a la Orquesta Barroca de Sevilla con su hija Cecilia como violinista

Por primera vez actuaban en Sevilla el oboísta Alfredo Bernardini , colaborador habitual de la OBS, y su hija Cecilia , quien nos maravilló recientemente en otro programa de la Barroca junto a la soprano Julia Doyle . Pero el concepto familiar ... abarca también a los compositores concurrentes al programa, Bach y dos de sus hijos, lo que por otro parte no es raro, aunque sí lo es que se incluyera también a Georg Philipp Telemann , a la sazón padrino del segundo hijo de Bach, Emanuel. Y dos 'familiaridades' más: la que se tomó don Alfredo bajando los tres o cuatro escalones para sentarse en primera fila y oír a la orquesta cuando él no toca, y la que constituye el apoyo de esa 'familia' de fieles barrocos sevillanos, entre los que nos encontramos, en una fe alimentada por altas dosis de excelencia.
El patriarca figuraba como solista y director, pero realmente fue Cecilia quien lideró la formación sevillana y, de forma milagrosa, contagió ese estilo absolutamente límpido , pulido, diáfano que posee a toda la formación, con unísonos que son ejemplo de este nombre, fundamentales en las texturas contrapuntísticas del programa, por ejemplo. Don Alfredo, por su parte, hizo sus particulares notas al programa en perfecto español, aportando algo tan impagable como su visión de las obras como músico y solista, además de contribuir con un repertorio barroco poco transitado, como el que afecta a tres oboes y un fagot, y de manera extraordinariamente brillante.
Esta disposición fue la que abrió y cerró el programa, oponiéndose estos vientos a aquellas tempestades cordales en un balanceo perfecto. La obra que abría es una 'reconstrucción' del mismo Bernardini a partir del coro inicial de la cantata BWV 194, suprimiendo las voces y dejando la instrumentación, lo que produce una sensación satisfactoria, aunque siempre parece que algo falta; ahora bien, su riqueza es tal (toda una obertura francesa con tiempos solemnes en los extremos y muy contrapuntísticos en el centro) que pudiera recordar a aquellas grabaciones orquestales de Wagner a las que se ha suprimido el canto, demostrando su densidad musical. Se podría, eso sí, haber suprimido alguna repetición.
La propuesta final fue absolutamente brillante (con razón se eligió para cerrar el programa), la de la 'Ouverture-Suite' TWV 55:B10 de Telemann, y que alternaba la cuerda, mayoritaria, con los dos oboes habituales, más un tercero y el viento grave (fagot), que balancearía las fuerzas, e incluso con frecuencia iría marcando las pautas de los cambios. El resultado fue extraordinario, ya que había un equilibrio real de fuerzas , y el color era bellísimo (Telemann sentía manifiesto amor por el oboe) y justifica que Bernardini tenga grabadas tres de las cinco Ouverture-Suite que el compositor dedicó a tal plantilla, entre las 125 que, según el propio Bernardini, llegó a escribir en total (cubriendo cualquier tipo de formación imaginable). Tan abultado número se justifica por el gran éxito de la fórmula, que no era otro que mezclar el estilo francés e italiano sin que se notaran las costuras, todo un ideal de la época en Alemania, y que además añadía piezas de muy distinto carácter, de forma contrapuesta, como la muy seria y desconcertante 'Loure' (con violenta y repetida modulación) a una muy estrámbótica y divertida 'Harlequinade', que a pesar de su nombre afrancesado Bernardini recordó sus orígenes en la 'commedia dell'arte' italiana. Y ahí el aplauso sin reservas a todos los músicos , que añadieron a su calidad el extra de su interpretación desenfadada, como lo harían luego aún más histriónicamente aún en la propina sobre una 'Hornpipe' inglesa, también de Telemann. Un último 'lauda' a Bernardini: haber contado con el oboísta sevillano Jacobo Díaz, habitual de la OBS, y con la joven Miriam Jorde, ambos de un nivel extraordinario, a la altura de un gran maestro.
En el centro, los Bach en estado puro, aunque entre los hijos podía haberse elegido uno solamente (C.P.E. indudablemente, siquiera porque traía el concierto de oboe que protagonizó de manera soberbia Bernardini), aunque hay que destacar en las obras de ambos compositores la magnífica interpretación de la orquesta con el liderazgo indiscutible y mirífico de Cecilia. Ella luego fue solista en el conocidísimo concierto BWV 1042 , y aprovechamos para aunar sus atributos: ya hemos destacado la virtud de sus líneas melódicas, de acompañamiento o contrapunto; pero no cabe duda que compartía con la OBS ese toque 'eléctrico' que le llevamos oyendo desde los comienzos con el maestro Barry Sargent . Es ese impulso inflamado, vehemente, incontenible, que se volvía muy variable en segundos, esa ejecución que raramente deja igual, que obliga magnéticamente a seguirla a donde vaya.
Casi estamos hablando también de su labor solista. Porque ese sonido tan peculiar se aunó en el concierto referido con un desplazamiento a través de los mismos tiempos y, sin salirse de ellos, fluctuaba, se deslizaba, ondulaba; y ello no afectaba sólo al aspecto rítmico, sino también al expresivo porque su violín bisbiseaba, se encrespaba, llegaba casi a desaparecer, como un surfista entre el intenso oleaje.
Por último, y no menos importante: en una tarde con humedad asfixiante, el Ayuntamiento no puede descuidar la climatización de la sala de la que más puede presumir por la calidad, cantidad e imaginación de su programación : esa humedad que obligó a afinar más de lo habitual, e incluso llevó a Bernardini a perder el sonido ante la cantidad de vapor de agua concentrado en el interior de su instrumento. Sin hablar del 'caldeamiento' de la sala.
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