Crítica de música
Con ganas de más
Marc Soustrot dirige a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla para rematar de manera brillante el ciclo sinfónico de Brahms

Volvía Marc Soustrot a Sevilla para retomar la integral de las sinfonías brahmsianas , programadas con criterio semejante al de Barenboim , que recomienda también oírlas en orden cronológico, por la evolución que conllevan. Aunque señalamos en la anterior cita la ... afinidad de la obra sinfónica brahmsiana con la lectura del maestro francés, nos pareció que en la 'Tercera' que abría este programa primaba sobre todo un tono general ligeramente poético, delicado, aplicado tanto a algunos pasajes que indudablemente lo son, como el segundo tema del primer movimiento (clarinete), como a otros más crecidos. Porque en el fondo, incluso en esta 'mezza voce' del mencionado tema, hay melodías, contracantos y armonías; y sin embargo nos pareció que todo esa expresividad 'igualitaria' afectó a casi todas las secciones por igual.
Por otro lado, los violines restablecían toda su magia, tersura, prestancia, perfecta afinación y conjunción: es decir, recuperábamos a Alexa Farré Brandkamp , a la que por fortuna no le ocurría nada. Nos informa la orquesta que tiene, como todos los concertinos, un tanto por ciento de presencialidad y la suerte quiso que se reincorporaba para este concierto, donde los violines llevan en volandas las sugestivas melodías brahmsianas que Soustrot movió -con esa mencionada pátina- como un 'impulso', según gustaba decir a Brahms , por su afinidad barroca.
El problema que se nos plantea ahora con la concertino es peor: lo que creíamos que era circunstancial, ahora resulta estructural, de manera que cuando no le corresponda tocar a Alexa no hay otro/a concertino que alterne con ella, ni siquiera un ayuda. Los violines son a la orquesta lo que un gran escaparate a una tienda, porque ellos generalmente sostienen el brillo de las melodías principales -eso que recuerda el público cuando se marcha-, y si falta ese el colorido y firmeza orquestal, el resultado se daña en gran parte.
Como suponemos que detrás de todo esto está el presupuesto , pues habrá que deducirlo de alguna otra partida, que necesariamente no será tan prioritaria como esta, porque el escaso público asistente (últimamente ha mejorado) se tiene que marchar sabiéndole a poco lo que oye en cada concierto.
Bellísima y nostálgica
Destaquemos por último en esta sinfonía el subyugante arranque del tercer movimiento que tuvieron los chelos (también 'mezza voce') con su bellísima y nostálgica melodía , que luego repiten los violines y otros instrumentos, para finalizar volviendo a la sección inicial, entonada esta vez por la trompa meditativa y limpia de Joaquín Morillo .
Ya en la 'Cuarta' , esa alternancia de terceras y sextas que dan carácter a otro de los más famosos 'impulsos' de Brahms, no conseguimos sentirlo todavía en plenitud, y eso que, insistimos, los violines mantenían esa transparencia y aliento que hicieron suyo durante todo el concierto; pero pareciera que Soustrot hubiese consignado que se tocase ese 'élan', ese impulso, 'ma non troppo'.
Es verdad que la obra comienza en 'piano', pero hasta los susurros pueden ser intensos. Lo cierto es que poco a poco todo fue creciendo -y no sólo en volumen- y se emprendió la búsqueda de esa 'carnosidad', de ese ardor que nos inflama en Brahms Soustrot. Es como una antorcha que va pasando de sección en sección iluminándolo todo, desde un punto de vista tímbrico, colorístico, luminoso ; pero también -y es lo más difícil- sabiendo recomponer todos las minúsculas células de este puzzle que con pocas piezas distintas constituyen un fresco imaginativo y subyugante.
Recordemos la economía de medios que caracteriza a Brahms, especialmente en esta sinfonía, que muchos críticos de la época confundieron con falta de ideas y no como muestra de un genio capaz de levantar un monumento musical con fracciones sabiamente 'recicladas', que se dice ahora. Ahí es donde Soustrot sabe lucirse y (re)construirlas. La chacona que cierra la sinfonía es toda una explosión de vida , y ahí sentimos al director francés más conectado a autor y orquesta que en todo el concierto. Hemos de consignar que tanto al final de la 'Tercera' y sobre todo de la 'cuarta' (a lo mejor también porque era el final del concierto), los aplausos no pararon y finalmente el director se tuvo que llevar la partitura para expresar que ya estaba bien. Así, insistimos, deben terminar los conciertos de la ROSS.
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