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MONKEY WEEK SEVILLA

Jornada musicalmente espléndida (y soleada) en el Monkey Week

El festival celebra su primera gran jornada con grupos como Riverboy, Her’s, Novedades Carminha o Brisa Fenoy

Las primeras personas llegando al Escenario Ron Contrabando E. M.

Ezequiel Mendoza

«Toma, esta ficha te la damos con la cerveza para que pidas un plato de cocido gratis». Es verdad eso de que no hay que mezclar el tocino con la velocidad, pero nadie ha dicho nada de que no se pueda mezclar el cocido con las electro-muñeiras . Serían algo más de las cuatro de la tarde, y hacía uno de esos días que en esta ciudad se conocen como de «terraceo», cuando el grupo gallego Baiuca tocaba uno de sus temas y sus melodías retumbaban en toda la zona.

Es viernes, la lluvia ha cedido el testigo al Lorenzo y en la Alameda de Hércules y alrededores se celebra la primera gran jornada musical del festival Monkey Week. De hecho, mientras que en el Espacio Santa Clara, Yo Diablo y Periferia Norte abren las puertas de una de las tardes más intensas del festival, en el Escenario Jägermusic, rozando las famosas columnas de la Alameda, Baiuca embelesa a su público, entre cervezas y platos de cocido, con su sonido eléctrico repleto de reminiscencias a la música gallega.

«Dile a la Paqui que se venga, que esto es gratis», grita alguien al micrófono de un móvil, en la puerta del escenario. Posiblemente, esa tal Paqui, al igual que muchos otros curiosos, dudaban de si todos los espacios del festival eran de pago o no, por lo que preferían quedarse allí, en la puerta, mirando y escuchando desde detrás de la valla. Paralelamente, las terrazas empiezan a poblarse de gente. Las familias y los niños invaden los grandes espacios, los columpios y los bancos. Los jóvenes, en grupo, empiezan a multiplicarse. Algunos, de hecho, merodean alrededor de la música.

Escenario Jäguermusic, repleto de gente E. M.

Por otra parte, en pleno centro de la Alameda , en el escenario Ron Contrabando, se presenta a primera hora de la tarde Astropálido . Con un repertorio pop-rock que recuerda a Izal o Sidecars, el grupo hipnotiza a todo aquel que se acerca a su campo de influencia: desde los columpios, los niños dejan de jugar y se sientan a escuchar; otros, forman una primera fila y comienzan a bailar. A ellos también se suma uno de los «quinquis» del lugar. Cigarro en la oreja, corte de pelo al ras, gafas a lo bakala, se aproxima al grupo de niños y, sonriente, les reta a hacer un «swiss-swiss». Los niños, que están en modo automático, le miran pero continúan a lo suyo.

La espontaneidad es la reina del momento. Al concierto se acercan todo tipo de personas: alguien que iba en Sevici y se para a escuchar. Una madre y una hija paseando a su perro. Un grupo de señoras que había salido a caminar. Esto es algo que ha sabido captar bastante bien el Monkey Week desde un primer momento: la esencia de la Alameda es que no hay esencia. Es decir: si pretendes buscar un target , una tribu urbana, en la Alameda, te vas a equivocar. Ahora, si buscas un epicentro musical , donde encontrar a gente sin prejuicios, abierta a la cultura y a descubrir nueva música, la Alameda es tu lugar. Aquí no hay tribus urbanas, sino una civilización de habitantes cuya única patria y bandera es la música.

Por eso, cuanto más tocan los chicos de Astropálido, más gente se acerca. Lo que al principio parecía el recreo de un colegio, acaba siendo una masa heterogénea de gente muy diversa. Termina el concierto de Astropálido con más aplausos desde las terrazas adyacentes que desde el propio vulgo. En el centro de la escena, un señor mayor, algo desorientado, contempla como la gente se dispersa al terminar el espectáculo. Quizás la gente vuelva a retomar sus planes o, quizás, busquen un nuevo escenario.

Astropálido, justo al comenzar su concierto E. M.

Ya han sonado Jamsky, Saim y Pumuky en el Espacio Santa Clara, así que algunos empiezan a acudir de vuelta al Escenario Jägermusic para ver a Vulk , uno de esos grupos que, como presume el eslogan del Monkey Week, podría ser una de «las bandas del futuro» . Estéticamente, el grupo bilbaíno se asemeja a los secuaces de Pablo Escobar en la primera temporada de Narcos –el batería, de hecho, podría hacer de Escobar cuando era joven–. Musicalmente, Vulk es una banda de post-punk que suena a Wire o Joy Division. Su frontman , que pasa la mayor parte del tiempo dirigiendo la mirada al alumbrado del escenario o de espaldas al público, ofrece un espectáculo más propio de un militar borracho buscando pelea en un bar, que de un cantante.

La música suena como un suspiro conjunto que parece agradecer eso del «punk is not dead». Vulk hipnotiza con su melodía pesada, afilada y repleta de latigazos sonoros . El público, a su vez, acompaña la extraña performance del grupo bailando como los jóvenes de «Hullabalooza», en uno de los famosos capítulos de los Simpsons: «Puede que la música sea sombría, pero lo que es seguro es que le llega a la gente», afirmaba Lisa en dicho episodio, mientras el público se movía desganado a su alrededor, con los brazos caídos y pendulones y los ojos totalmente cerrados.

Atardece en la Alameda, que ya empieza a mudar familias por jóvenes y estudiantes, mientras de fondo se apaga Vulk y la gente busca un nuevo concierto. La siguiente parada en abrir sus puertas es la sala Fun Club, uno de los escenarios mas míticos de la escena musical , no solo en la Alameda, sino también en Sevilla. Allí, el grupo sevillano Bittersweet ofrece un directo ante poco más de treinta personas, a eso de las seis y media de la tarde. Otros muchos, sin embargo, dirigen sus pasos hacia el Teatro Alameda , donde hay aforo limitado para disfrutar de un concierto «sorpresa», desvelado unas horas antes por la organización.

En una especie de «hall», a medio camino entre un pasillo ancho y un rellano, tiene lugar el concierto de Jonny Kaplan and The Lazy Stars , formación que cuenta con la presencia de Rami Jaffe, teclista de los Foo Fighters . Ambos, de hecho, Kaplan y Jaffe, se encuentran en la esquina de la calle Crédito, fumando un cigarro y conversando con unos amigos sevillanos, mientras su público hace cola a pocos metros de allí.

«¿No era a las seis y media el concierto sorpresa?». «No, ya no es sorpresa». «¡Ah, que tenéis una aplicación para el móvil! Los que tenemos solo el libreto no nos hemos enterado, vaya faena». A unos pasos de esta conversación, Kaplan y Jaffe nombran playas españolas como si fuera un mantra: Mallorca, Ibiza, Tarifa…, y vuelta a empezar. Jaffe, de hecho, empieza a soltar palabras españolas como «chiringuito» o «puta de playa». Alguien le llama la atención y él se sonroja. Otra persona se acerca a Kaplan y le confunde con Jaffe : «¿Qué siente al cambiar los grandes escenarios de los Foo Fighters por este pasillo?», le preguntan. «Te confundes de persona, buscas al que toca los teclados. Pero, igualmente, este sitio mola», zanja Kaplan, mientras se escapa hacia los camerinos.

Un chico hace una foto de Baiuca durante el Monkey Week E. M.

Paralelamente, la Sala Holiday acoge el concierto de Vita Insomne, sobre las siete de la tarde, mientras el grupo colombiano Las Yumbeñas toman los jardines del Espacio Santa Clara . Allí también está Ángel Carmona, presentador de Radio 3, que seguramente haya acudido para ver el concierto, pero, debido a los tejemanejes del universo, en lugar de ello, debe atender todas las manos que se acercan a saludarle. Como en todos los conciertos, la gente se aproxima a los pies del escenario con cautela, poco a poco, dejando una distancia de seguridad, no sea que la música les contagie algún ritmo incurable.

«¡No se oye la voz!», grita un grupo de treintañeras a Las Yumbeñas, que afinan sus instrumentos para tocar «Japón es más alcanzable que la felicidad». El pop rápido de este grupo colombiano constipa a los treintañeros, barbudos y modernos, con unas ganas terribles de besarse, así como de bailar sacando el culo, mientras sostienen la penúltima cerveza. Siempre la penúltima. Los acordes imperfectos de Las Yumbeñas se pierden de camino hacia el punto de partida: el Escenario Jägermusic, donde los británicos Her’s justo acaban de empezar su concierto.

Allí, Audun Laading (bajista y dj) y Stephen Fitzpatrick (guitarra y voz) ofrecen un espectáculo en toda regla: buen directo, divertido, rápido y fresco. Provenientes de Liverpool, los músicos reconocen que es su primera vez en Sevilla y su último concierto de este año. «Hemos probado la tortilla, nos falta el gazpacho», afirma Laading que, por su parte, regala a su público un rimbombante baile en bucle, parecido a un gif , frenético y divertido, mientras los altavoces a su espalda tiemblan debido a los saltos que pega el voluminoso bajista sobre el escenario. Con un sonido parecido a los Smith –pero más alegre y jovial– y evocaciones a los Dexy Midnight Runners, este grupo británico es sin duda una de las revelaciones más interesantes del Monkey Week 2018 .

La trapera Albony, en el Escenario Jäguermusic E. M.

Tras el concierto, algunos hacen una parada para cenar algo rápido en el fast food de pizza que se encuentra en la esquina de la calle Barco. Entre ellos, los miembros de Astropálido. «¿De qué quieres el trozo? No hay de carne de perro, ¿eh?», bromean entre ellos, mientras comentan la última jugada de marketing de C. Tangana: «Es por Rosalía. Lo del Niño de Elche es un guiño, un acercamiento. Pero eso sí, por lo que hizo en OT, ole su polla». Mientras tanto, la pista vuelve a ir llenándose de gente. Dos franceses, con sus dos respectivas maletas, bailan -y llaman la atención- a la espera de que la trapera Albany haga acto de presencia . «Venimos a ver a un amigo que toca mañana. Tal y como hemos bajado del aeropuerto, nos hemos venido para acá», sentencia uno de ellos, mientras, el otro, baila poseído por el flow de la canción que suena de fondo.

Una ruptura sonora marca el inicio del espectáculo de Albany . De repente, empieza a sonar una divertida canción: «Era un domingo en la tarde y fui a los coches de choque, (tiro-riro-riro-riro-riro-ri)». Albany toma la escena mientras suena su primer tema de la noche. «¡Venga, esas manitas en el aire! ¡Os como la cara!», grita a sus fans de la primera fila, que aúllan los versos de sus canciones sin dejar uno al aire. El espectáculo que ofrece Albany, en contraposición al de Her’s, carece de los elementos más básicos : no hay personalidad, forma ni fondo. La trapera se limita a «cantar» sobre sus propios temas, lo que parece más un karaoke que una actuación. De hecho, una de esas camareras que al principio de la tarde ofrecían un plato de cocido con una cerveza, acabada su jornada y saliendo tras el escenario, reconocía la obviedad: «¡Pero si no está cantando! ¡Eso también lo hago yo!».

El escenario central, no obstante, es invadido por los acordes de Riverboy, una de las actuaciones más esperadas de la noche . Frente a un numeroso público, la banda agradece al Monkey Week la oportunidad que este evento ofrece a todas las bandas de Sevilla. Al contrario que con Astropálido solo unas horas antes, la gente se agolpa en masa para ver al grupo sevillano. El frío, una vez que el sol se ha ido, se cuela por las costuras de las chaquetas, aunque esto no impide que sean cientos los que se acerquen a ver el espectáculo ofrecido por los sevillanos.

Algo más tarde, en ese mismo escenario, hace presencia Pájaro, mientras Brisa Fenoy, Biznaga o Novedades Carminha , encarrilan la recta final de esta primera gran jornada del Monkey Week. Esteban y Manuel, en la Sala La Calle, y Cigarrettes and Alcohol Djs, en la Sala Even, ponen por su parte el punto y final, casi rozando la madrugada, a un día intenso que empezó agazapado por las amenazas de lluvia y terminó desplegando todo un recital sonoro por cada rincón de la Alameda.

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