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Muere Manuel Herrera, padre de la Bienal de Flamenco de Sevilla

El histórico maestro de lo jondo ha fallecido este martes en Sevilla víctima de cáncer a los 83 años. Creó el festival junto con un grupo de aficionados y luego lo dirigió

Manuel Herrera Rodas dirigió la Bienal entre 1998 y 2002 J.M. Serrano
Alberto García Reyes

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Hace dos meses llamó a algunos de sus amigos. «Me pasa esto». Hasta para enfrentarse a la muerte de verdad, no como cuando lo hacía en los cuartos escuchando por seguiriya a Tío Borrico o a Juan Talega, fue un hombre cabal. Flamenco. Puro. Manuel Herrera Rodas ha dado este martes a los 83 años el último ay de su queja más negra después de haber podido pregonar su mayor obra, la Bienal de Flamenco de Sevilla . El maestro de escuela de Casariche que encontró bailaoras en los mosaicos romanos de su pueblo ha muerto. Se vino a Los Palacios y Villafranca a dar clases de Lengua y a llenar de vino el Pozo de las Penas, que era la peña flamenca palaciega, junto con su maestro, Paco Cabrera de la Aurora , y desde entonces toda su vida ha sido defender el arte de su tierra. Como cuidaba a Carmen, su mujer, a quien le estuvo aliviando sus dolores aun cuando los suyos eran peores, así cuidaba al flamenco.

Y anoche hizo suya la letra que Manuel Molina le cantó a la Giralda por bulerías: «Cuando yo me muera, / vendré a visitar tu cuerpo / vestío de primavera». El maestro Manuel Herrera, sabio de la jondura, no ha podido superar un cáncer que se le había agravado en las últimas semanas, justo después de inaugurar la edición de la Bienal más difícil de la historia, pero sin perderle la cara jamás a la alegría.

Herrera fue uno de los padres de este festival. A finales de los setenta era uno de los hombres más activos en las peñas flamencas de toda España. Había fundado la Institución Social para la Tercera Edad de los Artistas Flamencos , la llamada Iteaf, un organismo que pretendía sufragar la jubilación de los grandes maestros del género que nunca habían podido cotizar a la Seguridad Social. Recorrió toda Andalucía en busca de figuras olvidadas, desde la Piriñaca a Tía Marina Habichuela , para dejar sus testimonios en la revista «Sevilla Flamenca», que dirigió durante años. Y con ese bagaje se presentó junto con Paco Cabrera y otros peñistas como el macareno José Centeno en el Ayuntamiento de Sevilla en 1979 para proponer la creación de un certamen que cada dos años premiara al mejor artista del momento y organizara alrededor de este concurso, el Giraldillo , la cita jonda más importante que jamás se hubiera visto.

Era concejal de Cultura José Luis Ortiz Nuevo, que acogió la idea y la hizo realidad. Luego, con los años, aquel aficionado que sólo tenía tiempo entonces para sus alumnos, llegó a la dirección de la Bienal. Organizó la de 1998, la del año 2000 y la de 2002. Las mejores de la historia.

Creó y dirigió los «Jueves Flamencos» de Cajasol, hizo un temario jondo para los colegios, luchó por independizar la Bienal de los políticos...

Manuel Herrera luchó en aquella época por darle una sede fija al certamen y por conseguir que dependiera de un patronato para que no estuviera al albur de los políticos. No lo consiguió, pero estuvo hasta sus últimos días reclamándolo. También lideró un proyecto para enseñar el flamenco en los colegios junto con Calixto Sánchez y el guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez. Crearon un temario y la Junta de Andalucía había aceptado la propuesta, pero tampoco llegó a materializarse. Herrera vivió siempre con estas dos penas a pesar de que su aportación al flamenco había sido ya impagable. Como director de los «Jueves Flamencos» y del ciclo «Conocer el Flamenco» de Cajasol marcó una época. Logró unir a artistas imposibles, rescató del olvido a otros muchos como el Niño Miguel, sacó de la cuna a jóvenes valores como Eva Yerbabuena en la Bienal...

Recogió los testimonios de grandes figuras olvidadas en la revista «Sevilla Flamenca» y creó un órgano para que pudieran cobrar una pensión de jubilación

Pero ninguno de esos logros podrá superar jamás su personalidad. Huyó siempre del conflicto. Su vocación andalucista le hizo acercarse a la política, pero sin comer de ella. Le bastaba con una copa de manzanilla envejecida en su propia bota para tenerlo todo en las manos. Decía los oles con los ojos llorosos cada vez que un artista le retorcía las entreñas. Crió a sus hijas con una única enseñanza, la libertad . Enseñó a los jóvenes a amar el flamenco porque pensaba que era la mejor forma de conocerlo. Recibió cientos de homenajes, como el que le hizo su propia peña hace apenas unos meses, y siempre pidió perdón por ser el protagonista .

Manolo Herrera Rodas ha sido, por encima de todo, un cantaor callado. Una de las letras por soleá que más le gustaba dice: «A quién le viá contá yo / las penas que estoy pasando, / se las viá a contá a la tierra / cuando me estén enterrando». En eso anda ahora mismo. Contándole las penas del flamenco a la tierra, Andalucía, que él hizo un poco mejor.

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