Crítica de música
Música antigua, acústica nueva
La Orquesta Barroca de Sevilla se afianza en el Cartuja Center Cite con un programa dedicado a los ‘Conciertos de Brandenburgo’

Comenzaba el concierto con unas palabras de Ventura Rico explicando la elección de este nuevo recinto para la orquesta, debido a la posibilidad de disponer en ella con una estupenda sala de ensayos y poder guardar los instrumentos, así como contar con ... la disposición del centro para cualquier necesidad. Animaba así a la fiel afición de la OBS a seguirlos hasta allí, ya que podía ser este uno de los motivos, junto con el de la fecha (justo en medio de un puente) para la ausencia de parte de esta audiencia.
Se enfrentaba a otro reto , que ya comentábamos en el concierto de la enorme ROSS de hace unos días (jornadas de la música de cine): la acústica de la sala . Si delicada podía suponer la cuestión para los abundantes efectivos de la Sinfónica, ¿qué sería para una OBS que empezaba el recital con siete músicos situados en las enormes fauces de un escenario que pertenece a una sala mayor en aforo que la del Teatro de la Maestranza? La primera impresión fue de lejanía, aunque a medida que iban tocando -y a la vez que se iban sumando músicos- parecía que la sensación decrecía, seguramente también porque íbamos haciendo nuestro oído a la misma.
Luego quedaba la duda de si estaría activado el increíble sistema de amplificación, y la respuesta se respondía si nos parábamos a recordar que la obra que abría el programa se había hecho en las mismas condiciones (las secciones de cuerda a uno junto al solista de flauta) que en el concierto de apertura de curso de la Universidad (en la Anunciación), a una distancia muchísimo mayor del escenario, y sin embargo aquí el traverso barroco no se dejaba de oír en ningún momento . Y lo mismo pasó con las flautas de pico o con el contrabajo de Rico que, solo, dejaba oír sus penetrantes graves que llenaban incluso cuando tocaron los tres violonchelos juntos. Sólo el clave se resintió a esta magia, teniendo que completar los aficionados algunas partes que se oscurecieron en su decurso, sobre todo en el ‘Brandenburgo nº5’ , precisamente donde el instrumento es más protagonista.
Sebastián llevó a la orquesta a unos tiempos rápidos , en general, empezando por la obertura de la mencionada ‘Suite’, cuyo lento y apuntillado ritmo (léase ceremonioso), tan francés, quedó un tanto desdibujado, contrastando con el vigor de la fuga a la que enmarca, y que la amplificación potenció , dejándonos ver la claridad y definición con que los músicos de la OBS nos la ofrecieron. Y aunque fuese esta suite la única en modo menor del programa, el ‘Rondeau’ y la ‘Sarabande’ quedaron un tanto lacónicos (la ‘Sarabande’ puede ser introvertida, pero no pálida). Ruibérriz volvió a destacar doblando la melodía del violín , con una ‘Badinerie’ que volvió a ofrecer como propina, también muy adornada, e incluso acaso -es una impresión- a mayor velocidad todavía que la última vez-.
Volvimos a encontrarnos con el Rossi inmenso . Su intervención solista en el ‘Concierto nº 3’ en Sol mayor estuvo llena de aciertos, de intensidad, de vigor, pero sobre todo de musicalidad a raudales. Y creemos que fue mérito del director hacernos que el 3 que domina el concierto (tres instrumentistas por sección, excepto el contrabajo) se explicaba por el cometido individual de cada parte. Y todavía pudimos oírlo junto a Ruibérriz y Sebastián en el ‘Affetuoso’ del ‘Concierto nº 5’ en Re mayor en una convergencia meditativa, sensorial, subyugante.
Por último, en el nº 4, oímos el protagonismo de Antich y Domínguez igualmente arrebatador, penetrante, extraordinariamente aunados, virtuosistas e integrados con la orquesta. En este punto, señalemos otra vez al sistema, ya que los situaron en el vértice del clave que miraba al tutti, sin tapa, en la inmensidad, ocupando así el centro geométrico de la escena y su sonido empastó lo suficiente como para hacerse oír, pero sin estridencias ni avasallamientos. Para entonces la orquesta, al completo, nos parecía disponer de una acústica ideal, donde todos y cada uno de sus miembros se oían en su justa medida.
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