Crítica de música
Con todo el ímpetu
Crítica del concierto de temporada nº1: 'Con nuestras mejores galas'

Concierto de temporada nº1. Programa: “Con nuestras mejores galas”. Obras de Vivaldi, Johann Sebastian y Carl Philipp Emanuel Bach. Intérpretes: Jacobo Díaz (oboes barrocos), Mercedes Ruiz (violonchelo), Leo Rossi (violín) y Rafael Ruibérriz (flauta travesera barroca). Lugar: Teatro Turina. Fecha: 26/11/2021.****
Entendemos ... que esas galas no son otras que los solistas que ornan la OBS, y que en esta temporada la orquesta contará con ellos para que brillen como lo que son, músicos de primera línea. Es el caso del oboísta barroco Jacobo Díaz , profesor sevillano que colabora habitualmente con la orquesta, y que nos traía una versión para oboe ‘d’amore’ del concierto BWV 1055 de Bach , escrito para clave. Con su recio y potente instrumento (en comparación con el oboe barroco que lució después, y desde luego, con el moderno) ofreció una versión estupenda de la obra, con alguna imperfección, que en nada empañaba la belleza de su interpretación; sí lo notamos un poco más distante de su expresividad habitual en el concierto también de Bach que cerraba el programa, el 1060R junto a Rossi , dentro del gran nivel al que nos tiene acostumbrados.
Le seguía Ruiz, con un concierto de Vivaldi (RV 417, en Sol menor), perteneciente a la etapa de madurez del músico, en la que procuraba el ensanche de los movimientos extremos y reservaba los intermedios para el acompañamiento sólo del continuo.
El sonido de Ruiz cambia mucho precisamente como ‘continuo’ que en su versión solista, pero no recordábamos un color tan particular, tan franco, tan poco habitual -lejos de otros más melosos y azucarados-, y que en sus manos se acrecienta todavía con el micromatiz que imprime individualmente a cada nota, incluso cuando los dedos le vuelan. Su virtuosismo extremo en el último movimiento no podía hacer olvidar el ‘Andante’ central, de una expresividad absoluta y, como decimos, con el continuo que la siguió, esta vez integrado por Alejandro Casal en el clave y Aldo Mata en el chelo, llegando ambos a fundirse al punto de parecer un solo instrumento con un color nuevo; plus para Mata, que se adecuó para ello exactamente al volumen inamovible del clave, con una sedosidad ilimitada. A su vez, Ruiz destacó como continuo en el concierto de C.Ph.E. Bach posterior.
Tocaba ahora otro concierto tan hiperpopular como el primero, y como aquel también una versión para violín del arreglo para clave y orquesta BWV 1056. Tenemos a Leo Rossi por uno de los valores que ha ido creciendo en cada paso dentro de la OBS; de hecho, en el último concierto ya subrayamos su papel de factótum, de violín para todo, en el éxito global del concierto. Pero en este pareció tener un ‘enfrentamiento’ con su violín, que en un par de veces se quejó y del que, por eso o por lo que sea, Rossi pareció distanciarse, incluyendo en el encantador ‘Largo’ central, que oímos sin la flexibilidad y expresión a que nos tiene acostumbrados. Sin embargo, en su labor como violinista y director nos seguía asombrando por la perfecta unidad, por ese sonido limpio, intenso y apropiado con la que siguió cada pieza del programa. Pero sólo tuvimos que esperar al final, al concierto de oboe y violín, para que recuperásemos al solista que conocemos, en plenitud, con toda su fuerza, soltura y maleabilidad, reconciliado por completo con su instrumento.
Por último, Rafael Ruibérriz es desde hace algún tiempo, solista de la OBS, y una vez más admiramos su dominio del traverso, tanto como su control de la respiración, de la expresión y del virtuosismo técnico (sobre todo en el último movimiento del extenso concierto del mencionado hijo de Bach). Ya en los albores del ‘Sturm und Drang’ ('tormenta e ímpetu'), este concierto para flauta y orquesta requiere de la orquesta justamente esto, y Rossi lo dio de sobra: contrastes extremos tanto de las secciones, como de estas con el solista, más carreras, detenciones, fortísimos y pianísimos... Era de ver ahora tanto al Mata delicado como a Ruiz, entregados con todo el ‘ímpetu’ y el ‘atormentamiento’ de sus chelos, y a veces con la virtud de lanzar sus instrumentos a lo máximo que daban y volverse a pianísimos inaudibles en cuestión de un par de segundos. Es sólo un botón de muestra, porque el resto de la orquesta secundaron al solista con igual acierto, sin oscurecerlo en ningún momento. La sala, absolutamente llena y aplaudiendo con todo el ímpetu: menuda intensidad ya en el primer concierto de la temporada.
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