CRÍTICA DE MÚSICA
Prolongados aplausos para Brahms Soustrot
La Real Orquesta Sinfónica de Sevilla ha abordado las dos primeras sinfonías del músico alemán en el 125 aniversario de su muerte
La Sinfónica de Sevilla celebra el 125 aniversario de Brahms con sus dos primeras 'Sinfonías'

Aborda Marc Soustrot la integral de las cuatro monumentales sinfonías de Brahms entre este concierto y otro en junio, coincidiendo con el 125 aniversario de su muerte . El músico hamburgués llegó al género tarde, al parecer abrumado por la ... sombra sinfónica de Beethoven , y cuando se decidió a acometerlo tuvo que aguantar ya en vida las comparaciones con el de Bonn, como por ejemplo que a esta 'Primera' la llamasen la 'Décima' de Beethoven o que se le señalaran las afinidades con las dos sinfonías en modo menor del mismo, la 'Quinta' y la 'Novena'. Él siempre lo reconoció, pero no como copia, sino como tributo . La repetición de las tres corcheas con negra de la 'Quinta' beethoveniana reaparece sistemáticamente en la 'Primera', porque si Brahms hubiera querido camuflarlo no le faltaban recursos para ello. Pero es que el tratamiento del músico es muy distintos, y más en su etapa de madurez plena , capaz de construir con un puñado de motivos, una sinfonía de tres cuartos de hora con un lenguaje propio.
Y en el caso del primer movimiento, con gran consistencia. El ciclo le toca a Soustrot no por francés, evidentemente, sino por resultar una música corpulenta, henchida de expresión, de colorido, de intensidad, de ímpetu arrasador. De las pocas pegas que destacar al grandioso primer tiempo sería precisamente que la omnipresente cuerda se 'comiera' en más de una ocasión algunas ideas temáticas que suenan simultáneamente. De hecho, si pintáramos en la partitura todos los motivos que aparecen o los redujésemos a un esquema de colores observaríamos un verdadero cuadro mondrianesco, en el que unos colores se superponen a otros, ya extendidos, reducidos o contrapunteados, a los que se pueden sumar colores/motivos nuevos, pero metamorfoseándose de continuo. El bellísimo y más complejo último movimiento trajo un final extraordinario.
Hablamos de una orquesta grande, como hace tiempo que no veíamos (8-10-12-14-16), donde la cuerda asume mucho protagonismo en todas sus secciones (más en violines y chelos), y acaso la madera, en conjunto, se quedó un poco atrás. Señalemos al hablar de la sección, el trabajo de la oboísta Sarah Roper , que Soustrot se olvidó de levantar al terminar la sinfonía, y que nos ofreció bellísimos momentos 'a solo' en el movimiento I; también a Joaquín Morillo , intérprete del famoso y alpino solo de trompa del IV movimiento (al que sigue el conocido tema que se asocia con la 'Oda a la alegría' , aunque sólo sea de espíritu), así como la labor de la 'recuperada' concertino Alexa Farré .
Todo lo cual no obsta para que el maestro confirmara su control sobre la enorme masa orquestal, que procuró conjuntarla con denuedo, con la salvedad dicha, aunque luego supo resarcirse en los movimientos menos tensionales, como los dos siguientes, con un mayor brillo del color orquestal, culminando con éxito en el último. Y aquí vino la primera sorpresa de la noche: un público casi a media entrada en el patio y más nutrido en el resto dedicó una gran ovación al maestro al terminar esta sinfonía , como si hubiese terminado el concierto. Pero aún quedaba un excelente trabajo en la más lírica 'Segunda', y al terminar llegó también la 'segunda' sorpresa de la noche, y es que el aplauso aún fue mayor, hasta el punto de tener Soustrot que recoger la partitura y la batuta para dar a entender que no iba a salir más. Incluso la orquesta en pleno -y ya habíamos oído rumores de que había partes de la misma que habían empezado la caza y captura del 'nuevo' director- no dejó de aplaudir . Así es como se volverá a recuperar al público perdido: ganándose al que asiste.
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