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ENTREVISTA

«El siguiente paso del Central es hacer coproducciones con grandes directores»

Manuel Llanes lleva vinculado al Teatro Central desde su fundación hace 25 años, en los que se ha convertido en un referente de la vanguardia

Manuel Llanes en el patio de butacas del teatro M. J. LÓPEZ OLMEDO

JESÚS MORILLO

El Teatro Central , que ha cumplido veinticinco años , se ha revelado como el mayor legado cultural que la Expo 92 dejó en Sevilla . Un escenario de la Consejería de Cultura por el que han pasado algunas de las propuestas más vanguardistas de las artes escénicas y la música, revelándose como el gran heredero del lema de la Expo: «La era de los descubrimientos», ya que «intentamos seguir descubriendo qué se está haciendo en el mundo». La frase es del director del Central, Manuel Llanes , al frente del teatro durante veinticinco años, aunque no todos acreditado como su máximo responsable.

En este tiempo ha acercado a los espectadores sevillanos, como a él le gusta denominarlos, propuestas internacionales, por solo citar un ramillete, del calibre de Bob Wilson , Patrice Chéreau, Anne Teresa de Keersmaeker, Anatoli Vassiliev, Wim Vandekeybus , La La La Human Steps y Jan Fabre , que tras volver a deslumbrar hace dos temporadas con «Monte Olimpo» ha vuelto a elegir este teatro, con el que ha tejido una gran complicidad, para el estreno en España de «Belgian Rules» .

Una programación exigente y arriesgada, sin concesiones a la galería, que ha encontrado el aplauso de una audiencia que no ha hecho más que crecer. «Tenemos un 80% de ocupación media , algo nada habitual con este tipo de programación. En los teatros públicos españoles se dan con un canto en los dientes con el 65%», señala.

Es ese apoyo incondicional del público lo que explica el éxito durante años de un teatro galardonado con el Max en 2014 por su contribución a las artes escénicas. « Es el público realmente quien mantiene esta programación , sin su apoyo no existiría este teatro», señala su director.

El Central se inauguró en la Expo, ¿podía imaginar entonces en lo que hoy es este teatro?

La opinión generalizada en la ciudad en 1992 poco hacía presumir que íbamos a llegar con esta salud a cumplir veinticinco años. De hecho, el primero que no se esperaba estar aquí veinticinco años era yo, que me he hecho sevillano. Yo era profesor de crítica literaria y teoría de la literatura en la Universidad de Granada y hacía un festival internacional de teatro allí, pero me llamaron para esto en la Expo. La geografía teatral sevillana está muy bien dibujada en cuanto a los teatros públicos, con una programación transversal en el Lope de Vega, la lírica y los grandes conciertos en el Maestranza y el Teatro Central con las últimas tendencias, que no es más que expresión radicalmente contemporánea de lo que es moneda de curso legal en toda Europa y en todo el mundo. Intentamos mostrar en tiempo real lo que se está haciendo en el Teatro de la Ville de París, en el Festival de Aviñón o en Bruselas, porque esta ciudad tiene segmentos de público suficientes para atender a todas las expresiones.

Si la Cita en Sevilla creo en los 80 el público del rock, ¿el Central ha hecho lo mismo para la vanguardia de las artes escénicas?

Hemos creado ese público, pero había también una bolsa de público entonces que no tenía esa oferta. En una ciudad tan grande como Sevilla inevitablemente tenía que existir ese público. También es verdad, como yo mismo que estuve la semana pasada viendo a Teatro Clásico de Sevilla en el Lope y que tengo entradas para «Fidelio» , que hay un tipo de público que va a los tres teatros, porque la convivencia pacífica entre las diferentes líneas de expresión artística tiene que crearse en una ciudad, por eso hablo de normalización. Yo me siento un docente y sigo en el servicio público para compartir como intermediario con los ciudadanos lo que a mi modesto entender y contrastado con otra gente de mi profesión está escribiendo el teatro, la danza y la música de hoy, y anuncia líneas para el futuro.

«Tenemos un 80% de ocupación media.Realmente, es el público quien mantiene esta programación»

Cíteme tres o cuatro hitos de estos veinticinco años en el Central.

Hay dos cosas importantísimas de la Expo: «The Black Rider», cuando estuvieron aquí Bob Wilson y Tom Waits; y la coproducción del teatro y el Festival de Aviñón «Mozart/Concert Arias», de Anne Teresa de Keersmaeker, que eran cuatro cantantes de ópera, la gran compañía de bailarines, y la Orquesta de los Campos Elíseos, con Philippe Herreweghe dirigiendo. Hace dos años las veinticuatro horas de tragedia de Jan Fabre, con «Monte Olimpo», fueron una cosa única y con eso nos hemos vuelto a posicionar en qué es lo que viene. También destacaría «Las lamentaciones de Jeremías», de Anatoli Vassiliev, con las palomas volando por encima del escenario, en la temporada 1998-1999. Destaco a los internacionales porque nos muestran maneras de hacer el teatro y la danza de una «forma otra», como digo yo, porque enriquecen a los espectadores, a los profesionales, a todo el mundo. Y esa es la función de servicio público del teatro.

¿Lo peor de estos años fueron los recortes presupuestarios de la crisis?

Sí. Han requerido un esfuerzo de reinvención en cuanto a la gestión. Ahora hemos creado muchas complicidades, porque hay festivales, pero muy pocos teatros que durante la temporada hagan convivir en sus escenarios a los artistas de su ciudad o de su región, con nacionales e internacionales. Los concentran en festivales, que es una eclosión y después mueren. En un mundo globalizado lo normal es que hoy haya un belga, mañana un andaluz y pasado un madrileño, y que eso atraviese todo el año la programación.

Manuel Llanes en una de las escaleras del teatro M. J. LÓPEZ OLMEDO

¿Otro de los éxitos es que los políticos no hayan metido mano en la programación?

La Junta de Andalucía desde que, dos años después del cierre en 1992, se volvió a reinaugurar el teatro con «En la soledad de los campos de algodón», otro hito también de Patrice Chéreau y con Pascal Greggory, ya dejó la línea marcada durante esa primera temporada. Siempre han sido conscientes de que el teatro ha servido de caja de resonancia para las compañías andaluzas que no tenían una escucha nacional, pero al actuar junto a los grandes nacionales e internacionales han tenido eco en España. De hecho, el único sitio en España en el que ha hecho audiciones Jan Fabre con la posibilidad de que algún profesional andaluz se vaya a formar parte de la compañía ha sido aquí. Ha habido una confianza en la gestión artística del teatro por parte de la dirección de Cultura.

«Ha habido una confianza en la gestión artística del teatro por parte de la Consejería de Cultura»

Ha habido entonces una proyección de la programación hacia el tejido de las artes escénicas andaluz.

Un espectáculo como «Las dependientas», que está renovando la manera de hacer teatro en la comunidad, le debe mucho. Los artistas que intervienen me comentaban que les ha servido de magisterio haber visto a Jan Fabre o Peeping Tom para renovar lo que ellos habían aprendido. Me gusta pensar que se deja como una especie de humus del que crecen nuevas raíces.

Tras veinticinco años vinculado al teatro, ¿se siente un superviviente?

Es mi día a día. Personalmente, para mí es casi una trampa. Me ha dado y me sigue dando la propia vida, pero es una trampa que un hobby se te convierta en la profesión. Eso por un lado te hace exigirte muchísimo, es una obsesión, estás todo el día pensando en lo mismo. Pero si lo vives así consigues hacer una programación con pasión. Es una cuestión de constancia, exigencia, de pasión y de convencimiento, que eso lo tienen que disfrutar tus ciudadanos. Servicio Público.

¿Por dónde pasa el futuro del Teatro Central, cuál es el siguiente paso?

El sueño es el mismo desde hace años, pero estamos en los peores momentos. El paso es hacer coproducciones con grandes directores y coreógrafos nacionales e internacionales y mezclarlos con nuestros profesionales andaluces. Es el siguiente paso, porque se trata de que no es solo verlo, que entre por los poros o dar una «masterclass» aprovechando que viene tal coreógrafo o no solamente hacer encuentros con el público. La cuestión es que ya sobre la práctica que tal director, por ejemplo, Alfredo Sanzol, viene, pues te hace un espectáculo dirigido aquí, donde, además de los actores, haya una ayudante de dirección andaluza, un ayudante de luces andaluz... y ese aprendizaje de dos o tres meses sería el paso siguiente para ayudar a renovar y que haya un diálogo y una permeabilidad entre profesionales de fuera de Andalucía y de aquí.

Para eso habría que recuperar los presupuestos de antes de la crisis.

Por supuesto.

¿El teatro necesita alguna renovación técnica?

El teatro envejece muy bien. Se han hecho pocas reformas, las necesarias se van haciendo, no lo tengo que decir yo, lo dice cualquier compañía que viene. Jan Fabre, que vino en 1992 con «Sweet Temptation» la primera vez, conoce muy bien el Central y él mismo lo dice: «qué bien está envejeciendo este teatro». Se construyó muy bien.

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