Crítica de música
Sólo solistas
Julia Doyle triunfó con los músicos de los solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla
'Suites Orquestales' de Bach: 'extra-ordinario'

Tal vez por la sucesión de conciertos de gran orquesta, la 'jibarización' de la OBS (perdónesenos el salvaje y cariñoso símil) nos traía aire muy fresco, recogido e íntimo, tras las bellísimas oleadas macrosinfónicas recientes. De hecho, nunca la OBS se había ... reducido a dos miembros, Ruiz y Casal , puesto que vocalista y violinista eran invitadas y coprotagonistas.
Doyle colabora con la Barroca desde hace años, pero entre la pandemia e impedimentos personales, la relación se había interrumpido repetidamente, así que esta resultaba su esperada vuelta. Y casi ansiosa diríamos, si juzgamos por la entrada tan fogosa que realizó sobre la cantata de Vivaldi 'Lungi dal vago volto' , como dirigiéndose a un aforo mayor. Sin embargo, su voz se acrecienta en sutileza y ductilidad cuanto más relajada se muestra, como fuimos viendo a medida que avanzaba el recital. A la par, debutaba en Sevilla Cecilia Bernardini , hija del famoso oboísta barroco y colaborador de la OBS, Alfredo Bernadini (a ambos los tendremos aquí protagonizando el penúltimo concierto de la temporada 'De tal palo tal astilla'). Sobre instrumentos diferentes, Cecilia hereda de su padre la musicalidad extraordinaria en el violín, y creemos no exagerar si calificamos de pasmoso su melodismo , su sensibilidad al 'doblar' a Doyle en esta primera cantata: de hecho, sin recurrir a virtuosismo alguno, su fraseo límpido, de amplia respiración y dicción e intenso en expresividad nos cautivaba más que el mismo canto al que imitaba.
Y en este punto debemos agradecer a la AAOBS poder disfrutar de los sobretítulos una vez más: ya desde esta primera pieza, la retórica musical del barroco subrayaba esos afectos tan queridos y usados de amor, dolor, 'sospiro', 'ardo', 'gelo', 'pianto', etc. De igual manera hay que sobresalir que se mantuvieron dichos sobretítulos en los 'da capo', algo poco usual, y sin embargo muy conveniente.
Otro de las piezas del programa que nos maravillaron fue 'Süsse Stille, sanfte Quelle', una de esas espirituales arias que Haendel escribió con una religiosidad casi profana. Doyle estuvo estupenda, pero la sordina de Bernardini se tornó decisiva, no tanto por la disminución del sonido de su instrumento cuanto por el color mate, sin brillo alguno, como desnudo, que alcanzó plenitud mística en el cambio del clave al órgano de Casal.
A la vez esta y otras intervenciones nos dieron la oportunidad de valorar más de cerca el trabajo del excelente clavecinista y organista sevillano, cuya compleja labor no siempre encontramos tiempo para reconocer y que, en momentos como este, deja ver no sólo su gran conocimiento del bajo cifrado y otras prácticas barrocas, así como su exquisita sensibilidad con ambos instrumentos.
Más acostumbrados estamos a loar el trabajo más visible de Mercedes Ruiz , y esta vez no podía ser menos, ya que su labor también como continuo se vio muy realzada en varios momentos, del que podemos destacar el del cuarto movimiento de la 'Sonata Op. 1 nº 12' en Fa mayor de Haendel , ya que más que acompañamiento parecía hacer dúo con el violín, habida cuenta del virtuosismo e incluso aparentes juegos imitativos a modo de preguntas y respuestas que planteaba este último tiempo.
Finalmente todos convergieron en la exultante cantata que daba nombre al programa, 'Un'alma innamorata' de Haendel, ya con la voz de la Doyle en plenitud, y con violín y continuo formando con la cantante una sola identidad completaron con éxito el recital.
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