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Concierto de Carmen Boza

La somatización musical del mantra

Carmen Boza ofreció anoche un magnífico concierto en la Sala La Calle presentando su último trabajo, 'La Caja Negra'

La artista gaditana Carmen Boza interpretando una de sus canciones E. M.

Ezequiel Mendoza

Esta es la historia de un viaje. Pero no la de un viaje cualquiera. Al igual que otras historias, esta también tiene principio, nudo y desenlace. La diferencia respecto a las demás es que, en este viaje, el sendero no es la obra . Todo comenzó con un par de libros (‘Vivir, Escribir' de Annie Dillard y ‘1984’ de Orson Welles) y unos demonios internos a los que había que ponerles collar.

Así fue como Carmen Boza, la protagonista de este viaje , metió con mucho esfuerzo y sudor sus nueve mantras musicales en una pequeña y preciosa caja negra, se echó la guitarra al hombro y empezó a caminar. A tocar y a caminar. Carretera y mantras , con sus canciones como el único combustible para llegar adonde quiera.

De momento, el sendero que deja tras de sí es largo y está lleno de pequeños y grandes éxitos. Y su paso por Sevilla fue uno de ellos. Porque esta ciudad, para Carmen Boza, es uno de esos sitios que ella entiende como «casa» . No es de extrañar, pues, la magnífica entrada que consiguió anoche en la Sala La Calle. Uno sabe que un sitio es «casa» cuando, en la noche, le arropan así de bien.

Al igual que su viaje, Carmen quiso comenzar el concierto con el libro de Annie Dillard. Pero, donde el resto del mundo ve un libro, ella escuchaba una canción. Así fue como le puso música al texto y con «el sendero no es la obra» como estribillo , se marcó un tema inédito que no está dentro de 'La Caja Negra', pero que el público sevillano se encargó de atesorarlo en su memoria (y también en la de sus móviles).

Carmen Boza recitando un fragmento de un libro E. M.

Las sorpresas no terminaron ahí, pues no es propio en un concierto comenzar con dos canciones desconocidas. El público, a la par embelesado por los versos de Boza y desorientado por intentar encontrarse en ese sendero musical, siembra un silencio en el que Carmen se encuentra cómoda. En esa comodidad, Boza se confiesa: «Soy una persona un poco bajona, pero cuando escribí este tema tenía que parecer que estaba bien». De este modo fue como Boza escribió «La Pena», otra canción inédita e inexplorada para la gran mayoría de los presentes.

Quizá, por eso, para ponerle algo de rumbo a este viaje, marcarle al público el norte y el sur, Boza siguió con algunos de sus temas más antiguos. Al contrario que otros artistas, Boza no se deja para el final los temas más conocidos, esos que pueden marcar un punto de inflexión en un «setlist». Ella suelta toda la tralla de primeras. Así suenan «Octubre» y «Culpa y castigo» , explosivas, mientras el público, poco a poco, empieza a somatizar los mantras musicales. Boza, que sonríe pletórica y feliz mientras afina las cuerdas de su guitarra, ofrece una tercera vía de escape para somatizar: «Desconocidos», una canción «para todos aquellos que odien a alguien, porque archienemigos tenemos todos. Por eso escribí este precioso tema con el que decir “te odio” ».

Una vez soltado el lastre del pasado, Carmen Boza prosigue su sendero y marca, una a una, las nueve canciones de su último trabajo, 'La Caja Negra'. Todas, en orden sucesivo, como en el disco : «Intro», «Dámelo», «Esparto», «Mantra», «Astillas», «La Vida Moderna», «Poetas» y «Mentiras de Verdad». Con una única diferencia y es que, para el final, Boza se dejó el tema con el que dio a conocer su caja negra, la canción que emanó directa desde ‘1984’ a su cabeza y que contiene el último mantra por somatizar: «El Gran Hermano te está mirando y está velando por ti / El Gran Hermano te está mirando y está velando por ti».

Carmen Boza tocando su guitarra E. M.

Aún sí, el público decide que ese no puede ser el final del sendero. No se puede acabar aquí. Tras una hora y media de trayecto, sobrepasando la medianoche, Boza, que durante todo el concierto estuvo acompañada de Dani Ballesteros a la batería y Estefanía Gómez al bajo, se queda sola en el escenario, con su guitarra , y se lanza con uno de esos temas que solo una artista talentosa y trabajadora, como ella, es capaz de defender ante cientos de personas.

Con mucho respeto y estilo, Boza se llevó a su terreno «Tangos de la Sultana» de Camarón . Así, el sendero que comenzó como una especie de recital, de confesionario musical, terminó en Sevilla como sólo Sevilla sabe terminar una gran fiesta: entre palmas al compás . Con los últimos acordes de este tema, Boza recarga el tanque de gasolina, se echa la guitarra al hombro, recoge todos los mantras en su caja negra y vuelve a la carretera. No necesita más rumbo porque, si algo sabe Boza, es que el sendero no es la obra. Aunque a veces lo parezca.

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