Crítica
'Suites Orquestales' de Bach: 'extra-ordinario'
La Orquesta Barroca de Sevilla ha interpretado la clásica obra en el Teatro Turina

Los que seguimos a la Orquesta Barroca de Sevilla desde sus inicios no tendríamos problema en coincidir que el nivel de sus actuaciones está permanentemente instalado -con alguna irregularidad puntual- en una inquebrantable cima interpretativa ; es decir, que el máximo nivel ... es lo ordinario en ella. Y lo extra-ordinario no es dado cuando coincide con un director excepcional, capaz de extraer de ella sonidos hasta ahora desconocidos , al menos de manera grupal y tímbrica . Porque con los ojos cerrados diríamos que era otra orquesta, igual de ajustada, llena de fuerza, intensidad expresiva o compacidad como la que conocemos, pero con un color global diferente.
Y esto sería lo primero que se advertiría en todas y cada una de las 4 suites orquestales bachianas . Luego vendrían otros aspectos igualmente reseñables, como una lectura muy estricta de la obra, sin concesión alguna a salidas de 'tempo' entendidas como 'expresivas'; o el desarrollo de lo que se ha considerado 'ritmo mecánico ', metronómico, que suprimiese cualquier desfallecimiento de la motricidad regular de la orquesta. Igualmente, encontraríamos un concepto de dinámicas por bloques , lo que se ha denominado ' en terraza ' (como las aluviales de algunos ríos) que pasarían de 'forte' a 'piano' y viceversa, descartando cualquier recurso progresivo. Sería como es luz que advertimos los sobresalientes de una portada o retablo barroco, contrastando fuertemente con las más rezagadas, en la sombra, o como vemos en la pintura tenebrista : el contraste total. También lo compartía en la tímbrica, enfrentando la cuerda media-aguda con el viento madera (oboes y fagot) en la 1ª y 4ª suite, por su protagonismo en destacados momentos; y de otra parte, en las intermedias (2ª y 3ª), donde eran las 3 violas quienes lideraban la interacción con los violines, fundamentalmente, relevando a los anteriores de su colocación en la zona derecha del escenario. Muy presentes y de gran expresividad resultaron los oboes (que llegaron a ser 3 en la última suite) que lideraba Jacobo Díaz . Junto al fagot intenso y agudo de Alberto Grazzi . De igual modo, las violas lideradas por José Manuel Navarro concertaron con agudeza, en interlocución viva y brillante. Claro que los que suelen aportar brillo a raudales fueron las tres trompetas naturales, que fueron 'dorando' el material sonoro contendiente de luminoso resplandor, especialmente en la última suite.
Se contó, además, con la presencia de la violinista Lina Tur Bonet como concertino, que supuso una fina labor de encaje desde su delicado instrumento y que colaboró a mantener el empaque y precisión de la OBS. Al habitual embrujo de Mercedes Ruiz desde el violonchelo se añadía la apuesta de la (AA)OBS por nuestros músicos más jóvenes, premiando el mérito de Víctor García como ganador de la VII Beca de estudios para la especialización en música antigua AAOBS-FeMÀS 2021-2022, gracias al cual ha podido codearse con esta gran orquesta.
Grande en calidad y cantidad: pocas veces recordamos que la formación sevillana alcanzase los 26 músicos, algo más del tamaño que Bach pudo contar en Cöthen/Leipzig . Fue suficiente número como para que tuviéramos dificultades en oír el clave de Alejandro Casal (no volveremos a reivindicar la necesidad de la tapa, volumen natural del instrumento) y que en momentos como el famoso 'Air' o aria de la 3ª suite, en consonancia con el efusivo violín de Tur Bonet , nos ofrecía uno de los momentos más recogidos de la tarde, al desplegar toda la fluidez de su clave, como un murmurante arroyo cristalino, en el acompañamiento de la seductora melodía.
Signifiquemos finalmente el protagonismo de Rafael Ruibérriz como solista de la ' Suite nº 2 ', refrendando la destreza, elegancia y definida articulación de su interpretación, junto a sus virtuosos adornos, que ya le oímos en el pasado octubr e abriendo el curso universitario, ganando aquí en una acústica mejorada.
Y este elemento potenció y ayudó a definir el último mérito que demostró Antonini: el equilibrio de su interpretación, entendido como la maestría de conseguir que todos los instrumentos se escuchasen en su justa medida, que ninguno -con la particularidad guadianesca del clave- estuviese ubicado fuera de su sitio y con su justo volumen protagónico, que todo funcionase como un gran organismo vivo multiorgánico, capaz de ser movido por los hilos invisibles de la pericia providencial del músico italiano . Demostraba que no sólo es un flautista barroco excepcional, sino que su concepción de la música es global, que rebasa el virtuosismo de su instrumento, que es capaz de entender plenamente la estética en que se desenvuelve esta música y grabarla mediante una gran orquesta en nuestra memoria.
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