Crítica de música
Las tres hermanas
Stile Antico ha vuelto a actuar en el FeMÀS después de haber estado en la edición de 2019
Giovanni Antonini: «Hay aspectos muy relacionados en la música barroca y el jazz»

No podía faltar en esta edición del FeMÀS un concierto dedicado a la música vocal 'a capella', y lo hacía de la mano de un grupo que suele visitarnos con cierta frecuencia, Stile Antico , formación británica que se mueve en la ... época en que dominó esta práctica, frente al 'stile moderno' o 'seconda pratica'.
El programa era más que atractivo, ya que ilustraba la Semana Santa a través de 16 obras correspondientes a diferentes días de esta intensa época pascual, piezas en las que contaban, como siempre, con destacados polifonistas españoles (lo han hecho desde su nacimiento como grupo), entre los que destacamos en esta ocasión la presencia del sevillano Alonso Lobo .
Stilo Antico nos había producido una estupenda impresión la última vez que lo oímos (FeMÀS 2019), donde destacamos su cuidada conjunción a medias con una cierta indolencia. Como si nos hubieran leído, en las primeras piezas -pensemos por ejemplo en el 'Hosanna' de Weelkes , que correspondería al domingo de ramos-, las voces se interpelaron unas a otras de manera ágil y dinámica, diálogo que mantenía un interés renovado. Pero había un escollo: las hermanas Ashby , que pertenecen al grupo desde el principio y que, al no contar con un director, suponemos que su número mediatizará su presencia en el conjunto. Una de ellas es alto y con voz de escaso encanto, mientras que las otras dos son mellizas, física y vocalmente, ya que con el mismo color decolorado de su voz, una de ellas -creemos que Kate- se arroga los agudos más destacados, con una técnica que le produce gran rigidez, convirtiendo las notas más altas en sonidos angulosos, punzantes e hirientes, además de no poder apianarlos parece no oír cómo su potencia estentórea termina oscureciendo el trabajo del grupo. No creemos que lo haga por destacar -se la veía feliz cantando con sus compañeros-, pero es que se debe haber acostumbrado a que sus colegas le hagan coros a su canto .
Del otro lado nos encantó, precisamente en las contraltos, la voz de Cara Curran , capaz de controlar su potencia y dotada de un registro con un color lleno de armónicos, y así más cálido y 'humano'. Un ejemplo de esta desproporción supuso el motete 'Ego sum panis vivus', atribuido a Leonora d'Este , que reunió a cinco cantantes femeninas; y que si no llega a ser por lo que mencionamos, hubiese sido un momento mágico por la intensidad, belleza y densidad de la composición.
Le siguió un quinteto masculino, que nos mostraba dos aspectos más del grupo: el primero, que había en esta ocasión mejores voces masculinas o que, al menos, en estas sobresalían los mejores. En un grupo vocal tan numeroso, tan laureado, tan empastado, deberían contar con los mejores cantantes, por lo que bajos como James Arthur tendrían que salir del mismo; pero al menos no se le asignaban momentos solistas muy largos, y así pasaba más o menos desapercibido.
Otro momento ejemplificador fue el famoso 'Miserere' de Allegri . Buscando un juego de espacialidad vocal, un quinteto permaneció en el escenario, un cuarteto quedó detrás y un tenor ( Jonathan Hanley ) cantó la monodia gregoriana solo desde un palco alto pegado al escenario, como si fuese el púlpito de un refectorio. Y vimos una estupenda conjunción de voces del quinteto escénico, la calidad vocal de Hanley, relajada, buscando la naturalidad, sin falta de volumen, pero sin alarde de sobresalir. Y, detrás, la Ashby en cuarteto intentando llegar una y otra vez a los 'Do' sobreagudos, hasta que finalmente lo consiguió sin arrastrar desde el 'Sol' o sin resquebrajarse al darlo directamente. Pero si los tenores estuvieron bien, del bajo Nathan Harrison destacaríamos su poderosísima voz, pero muy contenida, bellísimos graves redondos y suaves, y gran claridad en la dicción.
El tono festivo del final ( 'O Sing unto the Lord a new song' de Tomkins ), permitió que las voces del conjunto afloraran en todo su esplendor. Conviene señalar de igual modo su perfecta afinación, la dificultad añadida de cantar sin director o lo atractivo de sus propuestas.
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