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Arte y demás historias

La vanidad según Francisco de Goya

El artista aragonés fue un trabajador infatigable y valiente, ya que se atrevió con los más diversos géneros y técnicas

Bárbara Rosillo

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Este año se conmemora el 275 aniversario del nacimiento de Francisco de Goya y Lucientes . Nada más acercarnos a su trayectoria percibimos que fue un trabajador infatigable y valiente, ya que se atrevió con los más diversos géneros y técnicas. Su sagacidad y experiencia vital le llevaron a plasmar en sus obras las más cruentas escenas, mostrando sin edulcorar la perversidad, pero también males comunes derivados de la incultura, la avaricia y la solemne estupidez. Don Francisco se mostró no solamente agudo, sino también atrevido en sus series de grabados y dibujos , a través de los cuales criticó enconadamente los males de la sociedad que le tocó vivir. Problemas que en realidad no se circunscriben a ese momento histórico, sino que probablemente acompañan al género humano desde el principio de los tiempos.

Francisco de Goya. Autorretrato con gafas. Hacia 1797-1800. Museo Goya. Castres

El autor pasa revista, en ocasiones con un fino sentido del humor, a los vicios y defectos que tenemos y padecemos los seres humanos, sin miedo a poner el dedo en la llaga. Hoy nos vamos a detener en la vanidad. Entre sus varias acepciones el diccionario de la Real Academia la define como: «Arrogancia, presunción y envanecimiento» o «Caducidad de las cosas de este mundo». Goya critica abiertamente a las mujeres que no cumplen años con la debida dignidad, acicalándose como si fueran bellas jovencitas casaderas. En la estampa 55 de la serie Los Caprichos vemos a una provecta anciana acicalándose en su tocador en el día en su 75 cumpleaños, mientras sus criados se burlan de ella . La dama se está colocando una «caramba» en el pelo, adorno que consistía en una especie de moña realizada a base de cintas que puso de moda la actriz granadina María Antonia Vallejo Fernández apodada «La caramba».

Francisco de Goya. Hasta la muerte. Caprichos (estampa), 55. 1797-1799. Wikimedia Commons

El aspecto de la dama no mejora mucho a pesar del empeño e ilusión que pone en ello, tal y como delata su espejo. El comentario manuscrito del ejemplar de Los Caprichos que custodia la Biblioteca Nacional de España reza lo siguiente: «Las mujeres locas lo serán hasta la muerte . Esta es cierta Duquesa que se llena la cabeza de moños y carambas, y por mal que le caigan no le faltan guitones (vagos, pordioseros), de los que viene a atrapar a las criadas, que aseguran á S. Excª. que está divina». El grabado, titulado Hasta la muerte , parece que tiene como modelo a doña María Vicenta Pacheco, duquesa viuda de Osuna, fallecida en 1801. La dama lleva un vestido con el talle bajo el pecho, medias bordadas y zapatos de tacón. Su traje sigue la moda imperio, imperante en Europa en los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX. Por unas décadas las mujeres se libraron del corpiño, los ahuecadores de faldas y los complejos peinados usando vestidos sueltos con el talle bajo el pecho. El color por excelencia fue el blanco, dado que estamos en pleno Neoclasicismo y la nueva moda quiso reproducir el aspecto de la estatuaria clásica. El ideal de belleza se centró en una vuelta a la naturaleza , tratando de obtener un atractivo sin artificios por medio de siluetas limpias.

Francisco de Goya. Las viejas o El tiempo. 1810-1812. Palacio de Bellas Artes de Lille. Francia

Volviendo al asunto en cuestión, el pintor vuelve a tratar la vanidad en Las viejas o El tiempo , donde nos presenta a dos ancianas decrépitas lujosamente vestidas y enjoyadas. La de blanco lleva un delicado vestido de gasa de corte imperio con toques en azul pálido y un despejado escote que evidencia su extrema delgadez. Su pelo teñido luce un pasador en forma de flecha, misma pieza que adorna el peinado de la reina María Luisa en La familia de Carlos IV (Museo del Prado). La presumida viejecita lleva unos grandes pendientes, pulseras y anillos que parecen poco apropiados para su edad, mientras que en sus manos sostiene una miniatura que probablemente es un retrato suyo de juventud, o quizás el de un amado. Su acompañante, tal vez una sirvienta, va vestida de negro con lazos rojos y mantilla negra de encaje, mientras que sujeta un espejo donde se refleja el rostro de la primera en cuyo reverso aparece la expresión «Qué tal?». Detrás aparece la imponente imagen de Cronos (El tiempo) que se dispone a llevarse a la anciana barriéndola con una escoba. Esta obra se encontraba en la colección del autor, por lo que lo más probable es que la pintara para sí mismo. Tras su muerte pasó a su hijo Javier, que la vendió en 1836. Goya nos habla de la fugacidad de la belleza, pero también de la imposibilidad de encontrar el tan ansiado amor cuando el físico ya no acompaña . Sin duda una visión muy personal, entre irónica y reflexiva, que acompaña la fortuna del genio aragonés desde la opinión de sus propios contemporáneos. Recordamos las palabras de Théophile Gautier en un revelador pasaje de Viaje por España (1843): «Goya es un pintor extraño, un genio especialísimo. Nunca se ha visto una personalidad más original; ningún pintor español fue nunca tan característico. Por su vida aventurera, por su pasión y por su talento, Goya debía pertenecer a una de las épocas más florecientes del arte y, sin embargo, es casi un contemporáneo nuestro, puesto que murió en Burdeos en 1828. Goya produjo mucho, pintó asuntos religiosos, retratos, hizo aguatintas, litografía, aguafuertes, escenas de costumbres y en todo dejó la traza de su vigoroso talento. Hasta en sus dibujos más modestos se advierte la garra del león. Hay en él una extraña mezcla de Velázquez, Rembrandt y de Reynolds , pero si recuerda a estos abuelos, sin imitación servil, lo hace como un niño más por predisposición nativa que con propósito deliberado. La individualidad de este artista es tan fuerte y tan decidida que no es tarea fácil dar una idea de él.»

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Historia de la moda y otros asuntos. https://barbararosillo.com/

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