Crítica de música
Una velada ‘real’
Rafael Ruibérriz y el Cuarteto Francisco de Goya realizan una gran interpretación de los quintetos con flauta de Boccherini

El ciclo 'Made in Seville' tiene la misión de acercarnos a artistas sevillanos (nacidos o que desarrollan su actividad en la ciudad) de excelentes cualidades, y que pretende dar a conocer a sus paisanos. La programación del Turina desde hace tiempo se ... ha ido acreditando como una de las más sólidas e interesantes de la ciudad , y ahora con este ciclo se convierte en un espacio imprescindible para catapultar a nuestros jóvenes valores.
Rafa Ruibérriz es un actante muy inquieto en el panorama musical sevillano , no sólo como excelente flautista, sino como gestor musical, investigador y aglutinador de músicos de calidad, como ya señalábamos en la recta final del FeMÀS con el grupo ‘Temperamento’ . Ahora asistíamos a una presentación-concierto de un disco, algo casi olvidado, máxime en una época en la que el streaming de calidad nos pone el mundo musical al alcance de nuestro móvil u ordenador. Así que pensar en un CD, quitarle el plástico, leer la carpetilla (con las interesantes notas del propio Ruibérriz), etc. nos hacía ilusión. Y además para el sello Brilliant Classics , especializado en contar con estupendos intérpretes no consagrados, así como abarcar integrales que parecían reservadas sólo para las discográficas más acaudaladas.
En realidad, son tres discos que abarcan los tres cuadernos de quintetos con flauta (op. 17, 18 y 55), que estuvieron representados por dos obras de cada uno, propina aparte, además comentadas por el propio flautista. La calidad de la grabación es tan excelsa que temíamos que en directo la cosa no resultase de tal transparencia , acuerdo y luminosidad . Pero son músicos de gran altura, y su escucha nos dejó tan entusiasmados como en el disco. Eso sí, sus excelentes instrumentos, o de época o de acabadas imitaciones, al oírlos por separado mostraban una personalidad propia, especialmente la viola y el chelo, la primera por un sonido más bien adusto mientras el segundo por un perfil sonoro que definía perfectamente las notas, de graves profundos -insistimos, y sin embargo muy reconocibles-, y un gran poderío (se trata de un Marinus Capicchioni , luthier de cuyas manos salieron instrumentos para Accardo , Ayo , Oistrach , Rostropovich …). Y aquí tanto él como los demás hicieron un gran esfuerzo de contención para no oscurecer el protagonismo indudable de la flauta, más delicada y omnipresente (en el disco se ‘favorece’ ligeramente al instrumento para destacar toda su belleza). Su virtuosismo, su ternura, su arrebato, afinidad con el primer violín sobre todo, fueron desgranando la magia de cada movimiento, y cómo se iba adaptando al carácter de la música: cada quinteto estaba compuesto por dos movimientos, el segundo de los cuales solía ser un ‘Minuetto’, y en esta evolución cronológica de quintetos vimos cómo estas piezas se iban acercando a la música española, concretamente al fandango, forjando así la música de Boccherini como verdaderamente única, por una fusión musical por un desarrollo ‘natural’.
Así que hemos de destacar también la labor de Pablo Gutiérrez , de sonido brillante y seguro, intenso, con momentos destacados como en el último quinteto del programa, en ese minueto final, y a su lado Irene Benito , haciendo una piña indisoluble . Ya hemos hablado de la ‘personalidad’ de cada instrumento y cómo ese sonido adusto de la viola de Marta Mayoral y el dominio del instrumento casaba armoniosamente con el conjunto. Y del chelo de Alejandro Marías, también tan distinto, tan personal , al que sólo acaso un exceso de confianza le llevó a algún despiste en el quinteto más violonchelístico de los ofrecidos, el op. 19 nº4, al subir a las notas más rápidas y agudas; a cambio, nos ofreció un sonido entero, robusto y preciso.
En las propinas, Ruibérriz puso de relieve la portada del álbum, en el que aparece una silla dieciochesca del palacio de Boadilla del Monte, dorada, que Ruibérriz podía imaginar tanto del infante don Luis, como del propio Boccherini, y a sus pies una preciosa perrita weimaraner , propiedad de Ruibérriz, de reflejos también dorados, con la que apareció en escena para tocar la última de las propinas, y así cuadrar una presentación verdaderamente ‘real’.
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