Crítica de Danza
Cuando la Naturaleza es la musa
Roberto Martínez estrena en las naves de Artillería de Sevilla, 'Tratado botánico de inspiración coreógrafica'

Dicen que las musas están en todos sitios, o de vacacaciones según Serrat, pero en este caso el bailarín y coreógrafo Roberto Martínez se ha inspirado en lo que nunca falla, la Naturaleza.
'Tratado Botánico de Ilustración Coreográfica ' es un proyecto ... de creación e investigación cuyo principal propósito es explorar las relaciones entre la labor coreográfica y lo que podríamos llamar, la 'mente botánica', y que se ha estrenado este fin de semana en Sevilla en ese edificio que parece una catedral y fue fábrica, y que hoy conforma varios proyectos culturales aún por descubrir: las naves de Artillería.
En ese espacio ha reunido Roberto Martínez una compañía internacional con la que ha trabajado bailarín a bailarín en cada uno de sus paises y con los que finalmente conformó en Francia, país que es algo más que su sede de paso, lo que ha presentado en Sevilla. Se trata, además de un trabajo interdisciplinar, en el que la danza, el sonido, la producción plástica, la escritura, la arquitectura y el diseño textil tienen su propio protagonismo.
En esta obra la escenografía son los textiles que no sólo están en forma de cojines y grandes telas que los bailarines van extendiendo por el suelo desnudo, sino que además lo llevan ellos mismos en el diseño de su vestuario. Imágenes fotográficas, de la naturaleza, de objetos que luego se han realizado en tela a través de procesos digitales y luego esa tela se ha conformado en pantalones, blusas, monos e incluso unas llamativas mallas que lucen en su interior los intérpretes con un llamativo colorido.
La obra pretende conectar al espectador con la espiritualidad de la misma naturaleza. Los bailarines se hacen uno sólo como si fueran una semilla que poco a poco se va abriendo y creciendo en un primer momento, y luego poco a poco desligándose unos de otros se van distribuyendo por las grandes telas extendidas e incluso fuera de ellas. La danza es libre, muy libre. Danza contacto en un primer momento y luego un trabajo independiente. Es un trabajo de grupo pero también individual en la que cada bailarín impronta su propia personalidad.
El público, algunos sentados otros de pie, siguen el trabajo errático de los bailarines, con una música que a través de un ordenador suena primero rítmica y va cogiendo compás y armonía a medida que avanza la obra, aunque en un momento parece una turbina a punto de explotar. A destacar el increíble trabajo vocal de Rocío Guzmán, cantante y cantaora, con registros por encima de la música muy difíciles de realizar.
Es una obra espiritual, con la que se conecta o no , con la que si existe esa conexión se llega a una emoción palpable. Los intérpretes casi al final pasean sus manos y brazos por entre el público, se han ungido de unos aceites esenciales y el olor nos inunda.
Una obra en la que Roberto Martínez nos sumerge en un universo de sensaciones con las que despierta sentimientos y sentidos acompañados de un elenco que conecta con el creador y con el público por su calidad y poder escénico. Mística en un edificio mítico. La dualidad perfecta.
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