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Crítica de Flamenco

Pastora Galván contra los elementos

La bailaora pone en escena «La edad de oro» en el ciclo Flamenco viene del Sur del teatro Central

Pastora Galván ABC

Marta Carrasco

Desde 2005 «La edad de oro» es una obra que está en la mente de muchos desde que Israel Galván, Fernando Terremoto y Alfredo Lagos se convirtieran en un trío de ases, sin palmeros ni percusión, sin más herramientas que la guitarra, el cante y el baile. La obra se inspira en la famosa película de Luis Buñuel y también se refiere a una gran época del flamenco, y se llevó a cabo durante dieciocho años con algunos cambios de intérpretes permaneciendo inalterable el bailaor.

Pero a las trescientas funciones de esta obra realizadas por Israel Galván , le sucedió hace ya un par de años, Pastora Galván a quien su hermano ha cedido esta obra conformándola a la manera del baile de Pastora, y con algunos fragmentos «galvánicos» que se destacan en los cortes, remates, escorzos y cierres. Esta vez la bailaora se ha alejado de su atuendo habitual y luce un traje negro de flecos y pedrería obra de Justo Salao.

En el escenario, Pastora Galván, José Valencia y Juan Requena. Sólos los tres, con los efectos de luz que iban seccionando las escenas y esa composición de palos, que en fragmentos, van sucediéndose en el espectáculo. Soleá, seguiriya, caña, bulerías al golpe, verdiales, fandangos, alegrías, farruca..., pero ninguno termina, sólo comienzan o se rematan.

La obra es la misma, pero no lo es. Con la dirección artística de Pedro G. Romero, el baile de Pastora sigue siendo terrenal, gustoso, lleno de remates flamencos con sabor, y de zapateado intenso al que en este caso la técnica le ha jugado una muy mala pasada. Porque la sonorización del zapateado ha sido un desastre. En la primera parte de la obra se oían golpes, ruidos que se metían en el compás del zapateado cada vez que la bailaora movía un músculo del cuerpo. ¡Qué sufrimiento! Pero ella se sobrepuso, siguió bailando, no sé cómo lo ha hecho, pero ha seguido y certera de compás, mientras el gran José Valencia y la guitarra de Requena componían un trío de grandísima enjundia. Pero lo del sonido..., no paró hasta casi la mitad de la obra, y sobre todo cuando al final ella se cambia a unos zapatos negro y blanco que incluso se quita para bailar por alegrías.

Grandes el cante de José Valencia y la guitarra de Juan Requena, ambos muy buenos artistas, para el singular y personalísimo baile de Pastora, que tuvo ese escollo de sonido que consiguió superar echando casta. Una obra que sigue teniendo un exceso de tiempo, pero que nos da pistas sobre la madurez del baile de Pastora Galván, en un buen momento para atreverse con nuevos proyectos. Al tiempo.

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