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Crítica de Teatro

Romeo y Julieta..., y el odio los mató

Teatro Clásico de Sevilla pone en escena una versión de la obra de Shakespeare

Los actores de la compañía Teatro Clásico durante la obra Foto: Raul Doblado

Marta Carrasco

«Romeo y Julieta» es un clásico que todos conocen pero que pocos han visto o leído. Pero es el paradigma del amor, el modelo de amor romántico que incluso nos define cuando queremos describir una relación amorosa ideal. Pero no es así. Al menos no lo piensa así Alfonso Zurro, director de Teatro Clásico de Sevilla que ha presentado en el teatro Lope de Vega una versión algo diferente a la edulcorada cinematográficamente, en la mayoría de las ocasiones, de este drama de Shakespeare.

Seguro que si hacemos una encuesta hay más gente que ha visto «Romeo y Julieta» en la versión de «Shakespare in love» que en teatro, y entre otras cosas porque en España pocas veces se ha puesto en escena. Nuestra «Julieta» es «Doña Inés» , pero no se equivoquen, al menos en lo que Zurro nos da a entender. «Doña Inés» es una joven inocente, enamorada por un truhán, y «Julieta» es una heróina shakespiniana, fuerte, decidida, en un mundo patriarcal, que se enfrenta a la sociedad y a su padre por amor, y por amor, se arriesga valientemente a morir, cosa que finalmente sucede. Son dos personajes femeninos que sólo tienen como nexo en común la muerte como final.

Alfonso Zurro nos sitúa «Romeo y Julieta» en los convulsos años 30 del siglo XX en España, con una familia los Montesco, republicana, y los Capuleto, monárquicos. Quiere contar, sobre todo a los más jóvenes y en una transgresión del lenguaje original de la obra, lo que la intolerancia origina, hasta incluso entre quienes no tienen más ideología que la de seguir a sus mayores.

La sacudida del público es intensa cuando oye determinados parlamentos con un vestuario más contemporáneo, aunque para definir el icónico encuentro de ambos enamorados en un baile, se inventa una fiesta con ropa renacentista que justifica los momentáneos ropajes de época.

¿Qué ocurre con el verso de Shakespare, con el texto? En la obra de Zurro está, no literal, pero sí su intención. Si alguien lee con atención al dramaturgo inglés descubrirá más emoción en «Macbeth» o en «Hamlet», y sin embargo el tópico de lo romántico en esta obra primeriza de Shakespare que es «Romeo y Julieta», lo ha invadido todo ocultándonos su dureza.

Eliminados los personajes supérfluos, el peso de la obra recae en doce roles (algunos doblados por los actores): Romeo y Julieta, los padres de Julieta, Mercucio, Paris y Tebaldo Benvolio, el ama y Fray Lorenzo, además del curandero y el criado, todos ellos envueltos por un espectacular espacio sonoro realizado por Jasio Velasco .

Muy buen trabajo el que siempre realiza Alfonso Zurro con los actores, y sobre todo valiente con el texto, que intervenido por el propio director, nos sitúa en muchas ocasiones en un lenguaje más actual que el del siglo XVI (a veces tan ajeno a nuestros tiempos), una mezcla que incluso nos lleva al humor ácido en algún momento. El dúo protagonista que se enfrentaba a su primer papel protagónico (Angel Palacios y Lara Grados ), defienden su reto en ambos roles con eficacia. Me gustó mucho la escena de los tres jóvenes, Mercucio, Benvolio y Romeo (Santi Rivera, Luis Alberto Domínguez y Angel Palacios) , que explica la vida de despreocupación propia de la edad que después la guerra y los enfrentamientos destruyen para siempre.

La aparición de Manuel Monteagudo , rompiendo la cuarta pared para hacer la presentación de la historia, y su final ya como Fray Lorenzo, nos confirma la seguridad de que estamos ante un gran actor, al igual que los otros veteranos, apuesta segura de Zurro, Antonio Campos, Rebeca Torres y Amparo Marín , impecables en su rol, quienes con un decidido José Luis Bustillo (Paris y Tebaldo), conforman el elenco.

La escenografía de Curt Allen es un muro que va moviéndose (a veces en mi opinión en exceso), conformando diferentes paisajes, bien iluminado por el diseño de luces de Florencio Ortiz. Isa Ramírez ha conseguido que los actores «bailen» unos instantes, ataviados por los siempre destacados diseños de Carmen de Giles /Flores de Giles y el impecable maquillaje del veterano Manolo Cortés.

En este «Romeo y Julieta», no hay espadas sino navajas; hay veneno pero también pistolas; hay balcón, eso sí, suigéneris, pero lo hay. Y sobre todo una historia que se repite insistentemente en el ser humano: acabar con el amor a base de odio y seguimos intentándolo día a día.

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