Crítica de Danza
La verdad de la bailarina..., y doce fouettés
Christine Cloux y Jorge Picó presentan en el teatro Central, 'Tout finira bien' dentro del ciclo Circula!

Christine Cloux y Jorge Picó presentaron en el teatro Central la obra 'Tout finira bien' dentro del proyecto Circula! una iniciativa que nació en que nace en 2015 de la mano de la Asociación de Profesionales de la Danza de Cataluña, Valencia, ... Andalucía, País Vasco, Asturias, Cantabria y Madrid, y que se ampliará el año próximo.
Circula! tiene una finalidad muy clara: facilitar la movilidad de los profesionales asociados creando redes y complicidades entre las comunidades, más allá de un único intercambio de piezas escénicas, según informó antes del espectáculo la bailarina y coreógrafa, Ana París, de la Asociación de Profesionales de la Danza de Andalucía .
Este programa ha traído una verdadera joya a Sevilla, la obra creada por Christine Cloux y Jorge Picó, 'Tout finira bien', es una propuesta de danza, donde el cuerpo de la bailarina es el protagonista, pero todo ello bajo una estructura dramatúrgica que recae en el relato que Jorge Picó va realizando a medida que avanza la obra.
El argumento es la propia vida de Christine Cloux, una bailarina a la que pudimos ver en la Expo 92 en el 'Don Juan' de Jean Claude Gallota , y que no había vuelto a pisar el coliseo de la Cartuja desde entonces. Un relato de la madurez de una bailarina a través de su dilatada carrera.
Nos recibe en el suelo, tumbada, mientras al fondo en un vídeo se puede ver a Christine Cloux hace unos años trabajando en estudio con Gallota. Otro vídeo nos muestra cómo Cloux fue una de las estrellas de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Albertville en 1992; o su trabajo como bailarina en el Ballet de Nancy con Rudolf Nureyev, haciendo el repertorio de los Ballets Russes; su trabajo con coreógrafos como Kilyan, Decouflé, «y aquellos doce fouettés» que exigía, relata Jorge Picó.
Mientras el relato se produce, el cuerpo de la bailarina ha tomado vida desde el suelo. Hace un preciosista trabajo con los brazos ocultos y sólo aparecen cuando se levanta en pie con la música de Oscar Roig . Sus movimientos son milimétricos, casi sinuosos, de precisión y armoniosos. La danza va tomando forma y se vuelve más amplia, suena la música de Bach y Vivaldi y la voz de María Callas , entonces la danza es más expansiva, incluso con trabajo de suelo, y con el abrazo de Jorge Picó que la eleva desde el tapiz.
Christine Cloux, lo dice su narrador, tiene 55 años. 'Hay dos muertes de una bailarina, una la natural, otra cuando su cuerpo ya no quiere bailar', dice, pero no es el caso. El cuerpo de Cloux obedece a cualquier indicación de su dueña, no hay reparos. 'Soy bailarina, relata Picó, siempre que me subí en puntas dije la verdad', y así continúa haciendo un manifiesto final en el que reivindica la capacidad de bailar a cualquier edad. Ella va caminando hacia el público, levantando su pierna en perpendicular a su cuerpo. Van contando y termina: doce.
El espectáculo es íntimo, emocionante, delicado, una joya de cuarenta y cinco minutos que consigue una enorme comunicación con el público al que toca las fibras más sensibles, como debe ser.
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