Toros
El matadero de San Bernardo: primer y único «Real Colegio de Tauromaquia» de la historia
El próximo 28 de mayo se cumple el 190 aniversario del Real Decreto que aprobó la fundación en Sevilla de la primera escuela taurina de la historia
El maestro fue el mismísimo Pedro Romero y tuvo entre sus discípulos a Francisco Montes «Paquiro» y Curro Cúchares

Sevilla, cuna de toreros, por antonomasia... y por real decreto. En este mes de mayo se cumplen 190 años de la creación de la primera escuela taurina de la historia . Y por la época en la que nos estamos adentrando, no había un ... lugar más torero para acogerla que el viejo arrabal de San Bernardo , donde se forjaban clandestinamente los torerillos autóctonos y foráneos.
Era algo que se venía fraguando desde las postrimerías del siglo XVIII, pero no fue hasta el 28 de mayo de 1830 cuando se aprobó, rubricado por el Rey Fernando VII , la creación de este « Real Colegio de Tauromaquia » del que tanto le había insistido para su creación el conde de la Estrella. Y decidieron ubicarlo, precisamente, donde tantos mantazos se habían pegado anteriormente: en una de las corraletas del primitivo matadero de San Bernardo.
Para hacernos una idea más concreta de su ubicación, hablamos del antiguo mercado de abastos de la Puerta de la Carne . Allí, bajo la dirección del asistente de Sevilla, Juan Manuel Arjona , —cargo similar al de alcalde— se invirtieron 30.000 reales para construir una plaza de toros de madera con capacidad para 700 personas, y que tras el éxito inicial fue ampliada al año siguiente hasta conseguir un aforo para 1.500 personas . Y se creó una gabela para su mantenimiento, estando en la obligación de pagar 200 reales cada ciudad donde existiera una Maestranza de Caballería , por cada corrida que se organizara; el resto de capitales y villas participaban con 160 reales por corridas y 100 por novilladas. Todos estos impuestos debían pasar por una contaduría del ramo de la tauromaquia que se creó en el Ayuntamiento de Sevilla .
Esta escuela fue pionera en todos los aspectos, hasta en lo económico: las recaudaciones se destinaban al mantenimiento de su plaza de toros, a la compra de reses para los aspirantes y al sueldo de los profesores. Siendo destacable que su maestro principal fue el que muchos consideraron «primer matador de toros» de la historia por su habilidad con la tizona, Pedro Romero . El rondeño se ofreció para el cargo pese a estar ya nombrados el chiclanero Jerónimo José Cándido y Antonio Ruiz «El Sombrerero» .
Tras los dimes y diretes por este reemplazo en el cuerpo docente, se presentó el nombramiento del rondeño bajo la siguiente disposición: « Será el maestro Pedro Romero , cuyo nombre resonaba por toda la nación hacía medio siglo, y aunque estaba pobre y viejo, se mantenía robusto ». Para no perjudicar económicamente la bajada de rango de Cándido, «le situó por vía de pensión y cuenta de la Real Hacienda la cantidad que le faltaba para completarle los 12.000 reales de sueldo (lo mismo que cobraba como primer profesor)», según daba cuenta José de Velilla en las páginas de Blanco y Negro.
Tuvo una vida efímera aquel Real Colegio de Tauromaquia, duró los mismos años que conservaba Fernando VII de vida. Tras su muerte, la regente María Cristina de Borbón ordenó su cierre el 12 de octubre de 1833 para congraciarse con los liberales, que exigían que esos tributos se destinasen a la enseñanza primaria y beneficencia . Durante los más de tres años que duró aquel centro docente, se formó a dos mitos en la historia de la tauromaquia: el chiclanero Francisco Montes «Paquiro» y Curro Cúchares .
Fue Cándido quien llevó a su paisano a la escuela taurina de Sevilla, quedando Pedro Romero maravillado con aquel novel . Y así lo recordaba en una carta que envió el maestro rondeño al «Correo Literario» en 1832, cuando «Paquiro» ya había despegado: «Francisco Montes entró de alumno gozando de la pensión de seis reales , concedida por Su Majestad, y advertí en él que carecía de miedo y estaba dotado de mucho vigor en las piernas y en los brazos, lo que me hizo concebir que sería singular en su ejercicio a pocas lecciones que le diese ».
Dos históricos mataderos

Es frecuente la confusión a la hora de hablar del matadero de San Bernardo como la fragua de todos los toreros sevillanos desde Costillares y Pepe-Hillo, hasta los Vázquez y Diego Puerta ; como por ejemplo ocurre en este azulejo que se colocó en 2014 en el matadero de estilo neomudejar de la avenida de Ramón y Cajal , que en la actualidad alberga un conservatorio de música y un instituto. El de San Bernardo fue derruido en 1914 y el de la Ronda del Tamarguillo lo sustituyó en 1916 . Por lo tanto, Paquiro y Curro Cúchares se formaron en unos corrales diferentes a los que posteriormente sirvieran de aprendizaje para Pepe Luis, Manolo Vázquez y Diego Puerta.
Tras aquel efímero Real Colegio de Tauromaquia, tuvieron que pasar muchos años hasta que se fundase la siguiente escuela: el 1 de junio de 189 3 de la mano de Manuel Carmona y Luque « Panadero », nuevamente en la Puerta de la Carne. Fue aquí donde aprendió el arte de la tauromaquia Ignacio Zuloaga , que llegó a anunciarse en los carteles como « El Pintor ». El guipuzcoano se inscribió en este centro en 1896 tras su paso por París.
Tal y como explicó José de Velilla en Blanco y Negro, esta nueva escuela se construyó en los almacenes de aceitunas , junto al matadero y al paso del ferrocarril de Cádiz. Todos los toreros alistados debían colaborar con 5 pesetas mensuales , 50 céntimos por cada lección teórica de «El Panadero» y una peseta por cada clase práctica con reses en la plaza que se le construyó con un aforo de 900 pesetas .

El crítico taurino « El Nene », publicó esta coplilla en El Noticiero Sevillano : «En la escuela matan hoy,/ según los carteles cantan,/ el diestro Manuel Domínguez/ (no el de Coria, por desgracia)/ y el torero bilbaíno/ Ignacio de Zuloaga,/ un chico nuevo en Sevilla/ que, pintor allá en Vizcaya,/ cambió pincel y paleta/ por el estoque y la flámula./ Éste es un buen precedente,/ porque la cosa es bien clara:/ un pintor debe por fuerza,/ dibujar las estocadas».
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