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Weihenmayer, el atleta que no ve el miedo

Tras escalar las siete cumbres más altas del planeta, Erik Weihenmayer, ciego desde los 13, descenderá el río Colorado

Weihenmayer, el atleta que no ve el miedo mountainzone.com

laura marta

Alcanzar una cima que se resistía siempre provoca la sensación de inmortalidad que, seguramente, viven los que otean durante unos segundos el mundo subidos a los 8.848 metros del Everest. Erik Weihenmayer puede expresar ese sentimiento, aunque no podrá nunca describir con qué paleta de colores se dibuja la tierra desde tan arriba. La ceguera con la que vive desde los trece años le impide experimentar la vida de la misma forma que el resto de mortales videntes.

No obstante, para Weihenmayer, de 44 años, no saber si el color del cielo sigue siendo tan azul como recuerda de su infancia no le impide alcanzar cotas que solo están visibles en los ojos de quien las sueña. Un glaucoma producido por una retinosquisis -enfermedad que ataca a los ojos- le impidió ser un niño normal, por mucho que se empeñara en no cambiar su vida y se negara a aprender braille y a caminar con bastón. Después de practicar baloncesto, un curso de escalada para personas ciegas le mostró el camino. Todos, ciegos y no, necesitan del tacto para encontrar el agarre más adecuado, ya no habría diferencias entre él y el resto de escaladores. Y desde ese día, la montaña, con hielo o sin hielo, fue su refugio.

En 2001, el atleta estadounidense se propuso escalar el Everest y pronto lo tuvo a sus pies, una proeza que multiplicó por siete -para alcanzar las siete cimas más altas del mundo - apenas un año más tarde. El valor lo sacó él; la orientación, imprescindible en la montaña, se la ofrecían sus dos acompañantes. Uno delante y otro detrás, le señalaban el camino con los cascabeles que se ataron a las botas.

Próximo reto: el Río Colorado

Una vez en tierra firme, el atleta participó en diversas maratones, pero le sabía a poco el reto y el atleta ha decidido cambiar de elemento para superarse a sí mismo. Su próxima aventura, tal y como él mismo ha confesado, le da diez veces más miedo que la que le dio más miedo llevar a cabo. En esta ocasión no habrá cascabeles que le guíen porque en el escenario que pretende atacar no se oye más que el ensordecedor ruido del agua, por todas partes. Weihenmayer se prepara ya para descender el río Colorado, a través del Gran Cañón, en kayak.

Comenzó a practicarlo hace cuatro años, pero siempre de forma amateur. Pero ningún aficionado ha logrado lo que él pretende hacer, por lo que ya se entrena a diario para que el manejo de la embarcación sea el último de sus problemas. A su lado, en esta ocasión como profesores, dos olímpicos, Casey Eichfeld y Pablo McCandless. Y los primeros pasos ya han dejado impresionados a sus guías. En el recinto que ha elegido para entrenarse, su amigo y experto palista Robert Raker le dirige los pasos con breves y concisas indicaciones sobre qué tiene a los lados o qué distancia hay hasta el próximo rápido. Pero en los entrenamientos los obstáculos son de madera, de los que no matan si chocas contra ellos. El Gran Cañón es otro nivel, incluso para los no ciegos, pues en sus curvas se pueden generar olas de hasta cuatro metros y medio de altura , y durante una buena parte del trayecto, ni siquiera funcionan los teléfonos vía satélite necesarios en caso de emergencia.

Ya ha sufrido algún que otro susto, pero sus ojos no ven más allá de superar el reto del Colorado. Y después, se abrirán para alcanzar otros más inalcanzables. Para la vista siempre hay un horizonte más lejano, para la ceguera de Weihenmayer el miedo no es ningún límite.

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