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El sevillano Juan Arenas surca los cielos con traje de alas para un nuevo récord mundial

El piloto con traje de alas sevillano voló junto a un avión con trece compañeros más

Momento del salto que supuso el récord del mundo Simone Rizzi y Alessandro Cracco

Sergio A. Ávila

La vida de Juan Arenas es la mezcla perfecta del riesgo calculado y controlado con la superación. Este sevillano, especialista en el salto BASE , se aventuró en el traje de alas hace unos años. Desde entonces se ha recorrido medio mundo planeando entre desfiladeros de montaña y le ha puesto la guinda a 2019 con un nuevo récord del mundo retratado en la fotografía —obra de Simone Rizzi y Alessandro Cracco— que acompaña al reportaje: el de pilotos de trajes de alas en formación junto a un avión. Toda una hazaña.

La idea, de su amigo suizo Daniel Ossio , quien reunió a finales de diciembre en el aeródromo de Alvor, en Portugal, a los mejores pilotos alados del mundo. Sólo había un español entre ellos y era sevillano: Juan Arenas. «Lo que ha hecho Daniel no es fácil. Ha traído un avión de Alemania con capacidad para un mayor número de pilotos con el que poder batir el récord y, aparte, un segundo avión más pequeño pero apto para volar a una velocidad de descenso reducida y así facilitar que pudiéramos hacer la formación. No llevamos motores ni nada y tenemos que usar la velocidad de nuestro cuerpo y las membranas de nuestros trajes de alas para volar cerca del avión», cuenta Arenas, destacando la especial capacitación y pericia necesarias para efectuar una maniobra de este tipo: « No todo el mundo está capacitado para hacerlo por su complejidad . El avión se mueve, no hacemos una línea recta y los pilotos tenemos que ir ajustando la formación», explica.

De la criba de Ossio quedaron 17 pilotos que, sumados a los de los aviones, alcanzaron la cifra de 19. Se reunieron del 20 al 23 de diciembre con la idea de lograr el récord y lo consiguieron. «La meteorología no acompañó el primer día. En los dos siguientes sí que hubo suerte y establecimos el récord en catorce pilotos en formación junto al avión en pleno vuelo. En realidad, hubo un momento en que fuimos 17, pero como no logramos hacer la foto, no hay oficialidad», relata. «Todo salió bien, dentro de los márgenes de seguridad, que es lo más importante. Nos divertimos mucho. Había pilotos de Rumanía, Suiza, Alemania, Italia ... y de España, del que era yo único representante. Alvor está cerca de la costa, de Portimao, y tiene un visual muy bonito. Cuando vuelas con el traje de alas es precioso», señala.

Detalla cómo fue la maniobra de inicio a fin. «Despegamos los dos aviones a la vez. En uno iba el líder del grupo con quince pilotos y, en el otro, el otro líder con el fotógrafo. Se sincronizan, poniéndose ambos aviones a la misma altura, uno más atrás que el otro. Y llega el momento clave. Tienen que volar cerca, pero con seguridad, y que los pilotos salgamos a la vez. Cuando nos dan la señal y salimos, el avión grande se separa y se va mientras que el pequeño pierde altura, hace una ese, nos espera más abajo y entonces vamos entrando por el ala derecha, uno a uno, para que cada uno se sitúe donde le haya tocado en la formación», precisa Arenas, añadido que « todo eso está entrenado previamente en tierra » para, dentro lo posible, no dejar ningún cabo suelto. «A mí me tocó la rueda derecha; a mi amigo Simone, la izquierda... y de ese plan no puedes salirte, hay que respetarlo al máximo. Todos los pilotos tenemos mucha experiencia, y si tengo que estar a una distancia de la rueda de entre treinta centímetros y un metro, en ese margen estoy. Tengo muchos saltos entrenados y esa precisión», resalta.

Plan de escape

Aunque se prepare el plan de vuelo en tierra, luego surgen dificultades en el aire previamente estudiadas. «Como no podemos vernos las caras, nos quedamos con los colores de los trajes y los demás ya saben que llevo el rojo de mi Sevilla . Se respeta la formación y hay un plan de escape para deshacerla. Al llegar a una determinada altura, el avión sube y nosotros bajamos haciendo un giro a la derecha, separándonos con la suficiente distancia el uno del otro como para abrir el paracaídas con seguridad y aterrizar».

Incluso para quien lleva muchos saltos ya realizados como el sevillano, la experiencia impresiona. «Cuando te montas en el avión, parece una avioneta, pero cuando estás fuera, y estando como estás acostumbrado a ver pilotos de tu tamaño, de pronto te encuentras cerca de ese amasijo de hierro volando a unos metros de la hélice... y lo ves con mucho respeto . Además, hay que saber por dónde se le entra al avión por las turbulencias». ¿ Y cuánto tiempo dura la formación? «Hay una aproximación de entre treinta segundos y un minuto. Y después, teniendo en cuenta que volamos casi tres minutos, los últimos veinte o treinta segundos son de separación de seguridad para que cada uno abra su paracaídas y se eviten los imprevistos», abunda Arenas sobre una experiencia única, para toda la vida, de las que dejan huella.

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