¿Qué pasó con... Javier Díaz-Jargüin?
Fue nadador en su juventud, trabajó muchos años en el ámbito municipal en pos del deporte de la ciudad y ahora sigue dándole cuerda a su pasión en la Escuela del Agua, en Gelves

Javier Díaz-Jargüin (Sevilla, 1953) compitió en natación y waterpolo hasta los 22 años, justo el momento en que decide volcar todos sus esfuerzos a la gestión, promoción e impulso de todo el deporte de la ciudad, en especial de las disciplinas acuáticas.
¿A ... qué se dedica en la actualidad?
Después de 38 años en el IMD, me prejubilé y me dediqué más a la empresa familiar, Escuela del Agua. Tenemos una instalación en Gelves y hemos ido centrándonos en las actividades acuáticas desde bebés hasta jóvenes. En otro vaso hacemos rehabilitación, desarrollo físico, mental y deportivo.
¿Qué tiempo tiene la empresa?
Casi treinta años. Hace catorce que hicimos las nuevas instalaciones en la Avenida de Coria, en Gelves. Tenemos un centro muy especial, único en cuanto a tipología y metodología, objetivos y el conjunto de servicios que damos. Son clases muy personalizadas de un profesor cualificado y con experiencia para cada alumno.
Usted lleva toda la vida vinculado al agua y la natación.
Exactamente. Tengo 68 años y llevo desde los seis, en el Club Náutico de Sevilla. Después pasé al Natación Sevilla, donde ya estuve compitiendo. No quise salir de allí, aunque de los doce hasta los 22 estuve fuera de Sevilla: dos años en la Blume de Madrid, seis en la de Barcelona y casi un año en Estados Unidos, en la Universidad de Indiana. Cuando lo dejé regresé a Sevilla, seguí jugando a waterpolo y después me puse con el proyecto del Club Natación Sevilla. He trabajado como técnico, gestor, pasé al Ayuntamiento, saqué el número uno en la oposición como director de instalaciones, he sido jefe de sección de eventos, director de altas competiciones...
Como gestor impulsó el deporte acuático en la ciudad.
Trajimos nueve Copas del Mundo de waterpolo a Sevilla. Las aguas abiertas se fueron construyendo aquí para llegar a ser olímpicas. He estado en el Comité Técnico de FINA o en la Federación Española, todo esto de manera altruista. El espíritu es hacer, crear y dejar un legado que otros continúen. Eso de morirse en un sillón o una poltrona ni me ha gustado ni lo he aceptado en ningún sitio.
¿Cómo fue su etapa en Indiana?
Allí estaban los mejores nadadores. Me invitaron, fui, me integré y nadé en las competiciones de los campeonatos universitarios. Entrené mucho y me iba bien, pero a los cinco meses me fastidié el tendón, que se complicó porque no descansé. Se hacía mucho más trabajo en el gimnasio, de poleas, de pesas, además del entrenamiento del agua. Estaba con mucha ilusión, me lesioné fuerte e intenté continuar, pero en el último Campeonato de España ya no podía ni levantar el brazo. Ya tuve que parar por narices. Me vine para Sevilla.
¿Cómo era el mítico Doc Counsilman, entrenador de Indiana?
Muy profesional y buena persona, un científico de la natación. Estudió mucho la biomecánica, el trabajo en tierra con los nadadores... Tenía resultados magníficos. Un líder como técnico en la natación mundial.
¿Se quedó muy lejos de llegar a unos Juegos Olímpicos?
No, muy cerca. Fui tres veces preolímpico. El verano antes de los Juegos de Múnich, pillé una hepatitis en los Juegos Mediterráneos de Esmirna. Nadé la final y quedé cuarto en 200 mariposa y en 4x100 estilos. Me llevé seis meses en cama. Para los siguientes sufrí una lesión en un tendón del hombro y se me complicó.
Dejó el deporte con 22 años...
Correcto. Duré un par de años más en waterpolo y lo dejé. Tenía mucha ilusión en volver a mi ciudad y vi que se podían hacer muchas cosas. Me motivaba ayudar a los demás a través del deporte y la natación.
Ha trabajado mucho por el deporte local.
Con el IMD no se puede imaginar la cantidad de actividades que se hacían al principio sin medios. Ahora parece que si no hay medios no se hace nada. Muchas veces no es tan importante el dinero, sino hacer un proyecto con seriedad, buena organización y siendo ejemplares. Se han organizado cosas en Sevilla que parecían imposibles, como el Campeonato de Europa de Natación de 1997, con portátiles que parecía furgonetas y más de mil periodistas.
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