Remo
¿Qué pasó con... Fernando Molina?
Olímpico en los Juegos de Barcelona, en 1992, fue dos veces campeón del mundo (1984 y 1993), y en ambas ocasiones acompañado en el barco de remeros sevillanos y del Club Náutico

Sevillano de padres nicaragüenses, pertenece a una célebre familia de remeros de la ciudad, los Molina Castillo. Carlos y Alberto lo precedieron y le inculcaron la pasión al sexto de los hermanos, Fernando (1965), que fue doble campeón del mundo y olímpico en los Juegos ... de Barcelona. Competidor nato, ha corrido cinco maratones y es doctor y profesor de Filología Italiana.
¿El remero siempre es remero aunque ya no ejerza?
Sí, al menos mi caso, completamente. Ya no remo, pero haberlo hecho es algo que llevo conmigo siempre y, de hecho, prácticamente recuerdo a diario algún momento de alguna regata. De regatas buenas o malas, porque no todas salieron bien, y me quedo pensando qué faltó ese día...
¿Qué recuerdo se repite con más frecuencia?
La final del dos sin del 93, con Fernando Climent. Fue un barco fantástico y una final extraordinaria. Yo he ganado dos Mundiales, el del 84 y el 93. El primero, en un cuatro sin donde éramos todos del Náutico. Estaban mi hermano Alberto, José María de Marco y Luis Moreno. Mis dos Mundiales han sido con sevillanos del Náutico. El segundo, con Climent.
¿Quién le metió en el cuerpo el veneno del remo?
Fundamentalmente mis dos hermanos. De Carlos, que fue remero pero sobre todo un magnífico entrenador, aprendí muchísimo, cómo hay que remar y entrenar. Y Alberto, que también es mayor que yo, era un remero consagrado en la Selección con el que formé un dos sin que ganó el Campeonato de España dos veces. De él aprendí muchísimo, cómo hay que competir. En el 84 me encontré a un grupo de remeros sevillanos muy bueno. Aparte de mi hermano Alberto, estaban De Marco, Luis Moreno... y luego, el grupo que había estado en Bañolas y se preparaba para los Juegos del 84, como Climent y Manolo Vera. Han sido una escuela muy importante para mí. Los mejores remeros de España estaban en Sevilla.
¿Recuerda cómo era el barco de Barcelona'92 de proa a popa?
Sí. Fernando Climent en la proa; delante, Juan Luis Aguirre, el más joven; de dos, José María de Marco; y de marca, un servidor, con Climent haciendo las veces de entrenador.
De entrenador y líder, ¿no?
Sí. Siempre ha sido líder por su forma de ser y lo bueno que ha sido. Tengo una magnífica relación con los tres. De Fernando soy muy amigo y siempre nos llamamos el 4 de septiembre, porque fue el día que ganamos el Mundial del 93, y también por el día de San Fernando. Tenemos una gran relación.

¿De los Juegos de Barcelona se queda con el desfile?
Totalmente. Fue un día fantástico. Recuerdo la fecha: 25 de julio del 92. Hacía mucho calor y aún cuando lo recuerdo se me pone la piel de gallina. Por lo bien organizados que estuvieron y los resultados tan buenos que hubo, fue como un sueño aquello. El día de la inauguración, en el Palau, recuerdo que apareció Carl Lewis y todos empezamos a alucinar. El hombre me miró y me dijo: «España», señalándome. Una anécdota bastante curiosa.
¿Por qué se especializó en Filología Italiana?
Me ha atraído muchísimo ese país desde que era joven. Me encanta su cultura, su lengua, su literatura, el país en sí... 1982 marcó un punto de inflexión para mí. Fue el primer año que viajé a Italia, hubo buenos resultados en remo, con mi hermano logrando medalla en el Mundial del 83 y también ganó la selección italiana el Mundial de fútbol. Italia me apasiona desde entonces. Cuando ese año vi los resultados de los remeros, me dije que yo tenía que ser como ellos y meterme en ese grupo. Ambas cosas, a la larga, se cumplieron.
Y en estos momentos, ¿practica algún deporte?
He remado poco desde que me retiré porque soy muy competitivo. Ni jugando al parchís me gusta perder. Si remara en veteranos tendría que entrenar bastante y no tengo tiempo. En los últimos diez años ha corrido cinco veces el Maratón de Sevilla. Cuando me quedaban dos meses para cumplir cincuenta años, hice 2.52. Ahora corro para mantenerme, sin ánimo de competir, pero nunca se sabe, igual vuelvo porque me encanta la competición.
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