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ANÁLISIS

Rosauro Varo: aquel niño pijo de Boss

El empresario sevillano ha hecho la operación del año tras cerrar la venta de Pepephone por 158 millones. Poseía el 45% del grupo

El empresario sevillano Rosauro Varo en una imagen de archivo ABC

LUIS MONTOTO

Como el papel cuché le ha prestado más atención que las páginas salmón, muchos ven todavía a Rosauro Varo como el empresario pijo de la noche sevillana que supo entrar hábilmente en la órbita de la jet madrileña; sin embargo, hace un par de semanas cerró los últimos flecos de una peripecia económica realmente espectacular: la venta por 158 millones de euros de Pepephone (una compañía en la que controlaba el 45% del capital).

Como otros jóvenes, antes de los veinte años este alumno de Portacelli se fajó abriendo bares de copas y tiendas especializadas en teléfonos móviles, pero ya demostró un plus de talento al convertirse en la cara visible de Boss cuando la discoteca de la calle Betis mandaba en el crepúsculo hispalense. Su materia prima era el arrojo y una extraordinaria habilidad para las relaciones públicas. Un día decide que quiere vivir aventuras empresariales a mayor escala, así que convence a Gonzalo Madariaga para entrar en MP y empieza a desarrollar labores comerciales. Con 27 años su incorporación a la empresa de ascensores le sirve para dar el salto a Madrid, donde expande su particular entramado social que le permite cerrar ventas que parecían imposibles.

En muy poco tiempo MP se le queda pequeña. Funda su consultora Grupo Atento Inversiones, a través de la cual canaliza su actividad en el mundo de la hostelería y el comercio , con clubes como Puro Beach y Salduna en Marbella y el restaurante Otto en Madrid. Con Bossynet controla tiendas de distribución de Vodafone en Andalucía. Algunos negocios salen mal, como su intento de crear una red de tiendas de moda infantil.

Pero es en 2012 cuando se embarca en el que hasta ahora ha sido su gran proyecto. Pepephone era un operador de telefonía móvil que había puesto en marcha Globalia (dueña de Air Europa). Con cinco años de historia y muy pocos recursos, había sobrevivido como una firma rompedora dentro del sector (sin hacer publicidad ni ofertas gancho pero con tarifas muy baratas y reglas muy claras para el cliente). Le faltaba, precisamente, el impulso de su accionista principal. Rosauro vuelve a usar sus dos grandes dotes —arrojo y habilidad para las relaciones públicas— y se alía con el hijo del dueño de Globalia, su amigo Javier Hidalgo, y entre ambos se hacen con el accionariado del grupo para darle a Pepephone la chispa que necesitaba. Salen de pérdidas, cuadruplican los clientes, pasan de 30 millones de negocio a casi 70 millones, y llegan vestidos para la ocasión a la gran fiesta de la consolidación del sector de la telefonía móvil en España. Masmóvil pone encima de la mesa 158 millones de euros y el niño pijo de Boss entra por la puerta grande en la lista de hombres de negocios con caché.

Con 37 años y una considerable fortuna personal, dice a sus amigos que solo ha recorrido los primeros 21 kilómetros de su maratón como empresario. Si en diez años multiplica sus recursos como ha hecho entre 2006 y 2016, entrará en la lista de los Forbes españoles.

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