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IKEA, el imperio que surgió de unas cerillas

En Älmhult, un pueblecito en medio del bosque, al sur de Suecia, tiene sus orígenes Ikea. Allí, el fundador de la empresa, Ingvar Kamprad, con sólo cinco años, empezó vendiendo cerillas

Por ENCARNA FREIRE. Älmhult (Suecia)

LAS iniciales de IKEA son un acróstico formado por el nombre de su fundador (Ingvar Kamprad), la finca del sur de Suecia donde creció (Elmtaryd) y su pueblo natal (Agunnaryd). Muy cerca de este universo entrañable para el célebre «comerciante de muebles», que ha cumplido 85 años, están las raíces de la multinacional nórdica: en Älmhult, una pequeña localidad rodeada de un campo agreste y boscoso, de duros inviernos, donde abrió la primera tienda, en 1958. Y aquí se encuentra hoy «el corazón de IKEA», como denominan en la empresa a este gran complejo que ocupa medio pueblo y que agrupa el departamento de diseño, un centro logístico, un gran laboratorio de pruebas, el inmenso estudio de fotogragía donde se confecciona el catálogo, un centro corporativo y de formación, la tienda pionera y un museo.

(La sede social de la compañía está en Leiden (Holanda) y Kamprad vive desde hace años en Lausana (Suiza)).

De los 8.000 habitantes de Älmhult, 4.000 trabajan en la compañía y si se considera toda la comarca de Smaland, son 16.000 las personas contratadas por el gigante sueco del mueble y la decoración. IKEA es el principal empleador de la zona. No es extraño, pues, que a Ingvar Kamprad se le tenga aquí por un héroe nacional al que se le rinde culto. Los habitantes de Almhult son aficionados a levantar muros con las piedras oscuras que brotan en el bosque después del deshielo. Hay uno en el pueblo que es como un pequeño monumento donde Kampard un día aportó su grano de arena colocando un trozo de roca con sus propias manos.

La tienda del abuelo

«Estamos en el sótano de la tienda del abuelo del fundador». La historia de Ingvar Kamprad y de su obra la narra como si se tratara un cuento infantil Juni Wannberg, la guía del museo corporativo, situado justo en ese punto neurálgico. «Había heredado la cabeza matemática de su madre, que llevaba la contabilidad de la tienda. Cuando tenía cinco años su tía le compró cien cajas de cerillas que el niño dividió en cien paquetes y se los vendió a los vecinos». Después amplió su lote con postales, semillas de flores, setas y bayas.

El traslado a la granja de su abuela paterna no hizo más que agudizar su espíritu de comerciante en esta zona un poco perdida cuyos habitantes estaban acostumbrados a trabajar duro, a aprovecharlo todo, a «apañarse». Esta es una de las palabras del «pequeño diccionario de IKEA» cuyo autor es el fundador. En los largos inviernos los agricultores hacían muebles con la madera de los abedules y robles autóctonos. «Ingvar empezó a vender muebles y a obtener beneficios de verdad». El 28 de enero de 1943, aún menor de dad (17 años), registró su empresa como IKEA S. L.

A partir de ahí la narración abunda en los hitos que hicieron crecer la compañía, como la compra de una central lechera en cierre donde abrió el primer almacén en 1953. A la inaguración acudieron mil personas de toda la comarca, a las que agasajó con café y bollos de canela, atraídas por los precios más bajos que Ingvar conseguía eliminando intermediarios. Luego llegaría el boicot de los ebanistas competidores, las ventas clandestinas, las dificultades que fue sorteando hasta que abrió la primera gran tienda en Älmhult en 1958. A partir de ahí, la segunda en Oslo (1963) y la tercera en Estocolmo (1965). Esta última y la que hay en Chicago son las únicas de estructura redonda. Las demás siguen el modelo de caja rectangular azul y amarilla. Hay ya 318 en 38 países (13 en España), donde trabajan 127.000 personas. IKEA sigue ganando cuota en plena crisis con una facturación de 23.100 millones de euros en 2010, un 7,7% más que el año anterior.

D «Somos una empresa que mantiene los gastos restringidos y esto se tiene que notar». Coches de empresa ostentosos, vuelos en primera clase, hoteles de lujo, comedores de dirección separados .. se consideran símbolos de estatus que hay que evitar. Lo dice el «testamento de un comerciante de muebles» firmado por el fundador. La austeridad, la simpleza, predicar con el ejemplo, las «semanas antiburocráticas» en las que los jefes se ponen en las cajas de las tiendas, la conciencia de costes «que tiene que empapar todo lo que hacemos, casi rozando la tacañería», son ideas legadas por el fundador. En los centros de IKEA en Älmhult no se ven ejecutivos al uso, ni mármoles ni dispendios. Vaqueros, deportivas son el atuendo usual. Manzanas en las mesas, alguna planta, mobiliario sencillo. «Creemos en lo inteligente y ahorrador, no en lo extravagante. Desafiamos a la creatividad trabajando con el precio. Es más fácil diseñar muebles carísimos». Ebba Strandmark y AnnSelga

von Schantz, del departamento creativo, donde se guardan celosamente los nuevos diseños que se lanzarán en el catálogo de agosto, recalcan cómo se inspiran en las carteras pequeñas -sin olvidar las grandes- a la hora de concebir una idea.

Las pistas para maximizar el espacio serán un punto central de las novedades para este año. «Mucha gente vive en pisos pequeñísimos y hay que ofrecer un surtido para sus casas». Con Martin Eriksson, responsable de proyectos, y Erika Nilsson, diseñadora de interiores, recorremos el laboratorio fotográfico donde se confecciona el catálogo. «En Hong-Kong la gente vive en sellos de correos y en Estados Unidos las casas son más grandes». IKEA ofrece soluciones adaptadas a cada país. Las ideas de decoración, las necesidades domésticas las capta visitando domicilios particulares en distintos puntos del globo. Barcelona ha sido uno de los mercados explorados.

El ahorro llega hasta la logística. «Odiamos transportar aire» es la consigna. Por ello el embalaje plano es otro signo de identidad. Lo simple,lo sencillo, lo naif... Los trabajadores de IKEA celebran con «chuches»la apertura de una tienda en cualquier punto del mundo.

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