La cantante Isabel Pantoja ha cumplido este martes 26 de spetiembre con la tradición de dejar un ramo de flores en la tumba de su marido, Francisco Rivera Paquirri en el aniversario de su muerte, ocurrida el 26 de septiembre de 1984 tras ser cogido mortalmente por el toro ‘Avispado’ en la plaza de Pozoblanco.
El ramo, conformado por rosas blancas, lleva una cinta con el mensaje ‘Tu esposa e hijo’, lo que parece indicar cierto nexo de unión entre la tonadillera y su hijo, a pesar de que la relación entre ambos en los últimos tiempos es casi inexistente. Otro ramo similar ha sido colocado en el monumento al torero en su tumba enviado por la hermana del diestro, Teresa Rivera.
La muerte del torero
El torero de Barbate tenía treinta y seis años cuando murió. Padre de tres hijos, dos con Carmina Ordóñez y un recién nacido de pocos meses con Isabel Pantoja, en su mente barruntaba la retirada, aunque los números dijeran lo contrario: había toreado cuarenta y ocho corridas esa temporada, y llevaba un total de setenta y tres orejas y dos rabos; y tras Pozoblanco se marchaba a torear a Caracas, donde tenía previsto despedirse de la afición americana.
Después de aquella gira, quería disfrutar de sus hijos Francisco, Cayetano y el pequeño Quico, de sus fincas… de la vida. Y hasta ya se planteaba apoderar al único superviviente de aquella funesta tarde: Vicente Ruiz «El Soro». Pero todo se truncó por encontrarse en su camino con aquel fatídico toro de Sayalero y Bandrés.
«Avispado» hizo caso omiso al capote de Paquirri mientras éste lo intentaba colocar en la suerte de varas. Las imágenes del añorado maestro describiendo las trayectorias de la cornada al doctor Eliseo Morán dieron la vuelta al mundo: «Doctor, yo quiero hablar con usted porque si no, no me voy a quedar tranquilo. La cornada es fuerte. Tiene al menos dos trayectorias: una para allá y otra para acá. Abra todo lo que tenga que abrir y lo demás está en sus manos».
Tras una consulta al también recordado doctor Ramón Vila, histórico cirujano jefe de la Maestranza, éste indicó: «Una cura urgente y evacuarlo para Córdoba», donde él les esperaría.
«¡Se me ha muerto, se me ha muerto!»
La ambulancia emprendió el fatídico camino hacia Córdoba. Aún quedaba alguna esperanza de salvarlo. Y ese camino fue eterno, tanto que ahí se eternizó el recuerdo de Paquirri . En aquellas exhalaciones pronunció sus últimas palabras: «¿Cuánto queda?». El corazón se apagaba por la conocida zona de La Alegría de la Sierra. Aunque el doctor Funes pidió que parasen para reanimarlo, ya nada se podía hacer. Llegados al hospital Militar, sólo se escuchaba los llantos de su mozo de espadas, Ramón Alvarado: «¡Se me ha muerto, se me ha muerto!».