Educar el olfato, una asignatura pendiente

Una cata olfativa de la prestigiosa Perris Monte Carlo en Cosmeceutical Center despierta este sentido en nuestra blogger

En esta sociedad tan hedonista, en la que se busca el placer inmediato, los cinco sentidos de que disponemos –vista, tacto, oído, gusto y olfato -son fundamentales en la constante búsqueda de la felicidad. Cuidamos el aspecto físico para que los demás nos vean guapos, nos rodeamos de cosas bonitas en casa porque nos hace sentir mejor. Tendemos a comunicarnos cada vez más a través de la imagen (más Instagram, más stories y menos texto). Abrazamos a nuestros seres queridos, les damos la mano a los desconocidos, nos sentamos en sillones de terciopelo, vestimos jerseys de lana o blusas de seda, cuyo tacto nos resulta agradable. Vamos a recitales flamencos, a conciertos de música clásica o nos ponemos spotify en la cinta de correr. ¿Y qué decir del gusto?

Ya no nos conformamos con los sabores tradicionales, necesitamos emular a Pepe Rodríguez moviendo la mandíbula con la frente fruncida mientras nos concentramos en identificar los sabores característicos de cada plato. Sin embargo, el olfato es el más olvidado de los sentidos. Frente a la importancia que tiene en los animales, que se sirven de él para actividades tan esenciales como encontrar alimento, detectar al enemigo o reproducirse, en los humanos es el sentido más maltratado, al que menos atención se le presta.  ¿Os habéis fijado en que la mayor parte de los olores que nos sorprenden son desagradables? Y eso sin tener la nariz de Jean-Baptiste Grenouille, el famoso protagonista de la novela de Süskind.

Por eso, cuando me invitaron a una cata olfativa en Cosmeceutical Center no me lo pensé. Nicola Cisale, nariz de la firma italiana Perris Monte Carlo, nos da las claves de la elaboración de una fragancia exclusiva: el uso de materias primas de altísima calidad y las formulaciones únicas creadas por maestros perfumistas. Como una auténtica obra de arte.

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Para enseñarnos a identificar los perfumes, Nicola nos muestra imágenes del árbol de cuya madera o la flor de cuyos pétalos se extrae la materia prima, explicándonos su procedencia, en un viaje que nos lleva por Arabia Saudí, la Isla de Nosy Be, al norte de China, Madagascar, la India, indonesia o Centroamérica.

Mientras vamos viendo las imágenes del proceso de extracción del aceite esencial mediante la destilación en alambiques, Nicola va eligiendo de un maletín lleno de botecitos las muestras que nos da a oler. Primero el absoluto, de tal modo que nuestras células receptoras del olfato detecten e identifiquen el olor: rosa de Taïf, flor de Ylang Ylang, patchouli de Madagascar, osmanthus, sándalo, tuberosa de India, cacao de Centroamérica, oud de Indonesia. Igual que cualquier cata, es importante el modo de hacerla: hay que esperar que evapore el alcohol que sirve de vehículo, para después deslizar despacio y suavemente el papel por delante de nuestra nariz e inspirar poco a poco.

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Una vez captado el aroma de la materia prima, normalmente muy intenso, tanto que no necesariamente nos gusta, pasamos a oler la fragancia ya elaborada, a la que se le han añadido otros compuestos que la matizan y enriquecen. Ahí está la fórmula magistral. Nicola lo explica con el ejemplo de una camiseta negra a la que se van añadiendo adornos, cristales, pedrerías, etc. hasta convertirla en una joya única.

Y así, aprendiendo a entender un perfume, apreciar su calidad y entender sus distintas fases –salida, recorrido y evolución-, se nos pasa la tarde descubriendo la cantidad de adjetivos que se pueden usar para describir un aroma y siendo consciente de que ya tenemos otro objeto que añadir a nuestra «wish list» de Navidad.

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Salgo en mitad de una primera lluvia de otoño en busca de la moto. El agua chorrea por mi casco y me empapa la ropa camino de casa, pero casi no me doy cuenta. Estoy recordando a qué huelen los jazmines. De la casa de mis padres en Heliópolis, en el camino que lleva a la playa de Las Redes, en el antiguo pabellón militar donde viví de pequeña. Sin necesidad de ir a Indochina. Me acuerdo de mi abuela Paz, que con esa paciencia que solo tenía ella iba ensartando pequeñas flores de jazmín, aún sin abrir, en una horquilla de moño para colocárnosla en el pelo a alguna de las numerosas nietas.

Y es que dicen que el sistema límbico, la parte del cerebro responsable del olfato, está relacionado con la memoria y las emociones. Que los estímulos olfativos afectan de manera muy significativa a nuestro estado emocional. Que determinados olores desagradables pueden hacernos sentir tristes o enfadados (increíble, ¿verdad?) o despertar un torrente de sensaciones placenteras, de emociones agradables. Por eso mis perfumes favoritos contienen jazmín en alguna proporción: me hace sentir mimada, querida, me transporta a lugares recónditos de mi niñez.

Cuando llego al garaje huelo a gasoil, a neumático de goma, a humedad que se filtra por las paredes, a alcantarilla de barrio viejo medio atascada por el chaparrón. Entro en el ascensor y huelo a tabaco, pero nada va a cambiarme el humor esta noche, porque llevo en la mano una bolsa azul con muestras de Perris Monte Carlo que pienso sacar en cuanto abra la puerta de casa.

Fotos: Relier Comunicación

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