Cuarto de maravillas

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

El domingo antes de feria el Real Club de Enganches de Andalucía trae a la ciudad más de cien coches de caballo, antiguos, restaurados y en perfecto uso. La exhibición en la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla se ha consolidado ya como una de las más importantes a nivel mundial, especialmente por la calidad de los carruajes participantes.

El espectáculo que se monta en los alrededores de la plaza no deja indiferente a nadie. Los turistas que se lo encuentran de sopetón abren los ojos como platos y no paran de hacer fotos. Y es que no es para menos, la ciudad parece retrotraerse un par de siglos, pues a la belleza de los coches tirados por caballos se une el uso generalizado de la mantilla blanca en las señoras y jovencitas que van en ellos. El concurso de Enganches ha contribuido a la recuperación de esta tradición, además, se valoran las mantillas por un jurado formado por damas de la sociedad sevillana junto a los diseñadores Victorio y Lucchino.

Este año, dedicado a la ciudad de Sevilla, la madrina elegida ha sido Carmen Tello. Y yo he tenido la suerte de poder ver cómo se pone la mantilla y charlar mientras con ella.

Me cita en una peluquería de barrio, sencilla, cerca de la Casa de las Dueñas, adonde acude habitualmente a peinarse. Me explica que ella sola es capaz de ponerse la mantilla, pero para un día tan especial prefiere confiar en su gente de siempre, profesionales como Pepi (dueña de la peluquería Lintermans) y Juan Pedro (maquillador profesional, galardonado con infinidad de premios del cine y por cuyas manos han pasado las actrices y señoras más guapas de este país).

Mientras Pepi termina de peinar a su hija y Juan Pedro le perfila los ojos, empezamos a hacer un repaso de todo lo necesario para lucir una mantilla blanca como si la hubiéramos llevado toda la vida.

El vestido adecuado -empieza contándome- es de color liso, mejor un color alegre para que destaque el blanco roto de la mantilla; ni demasiado corto (a la rodilla) ni demasiado escotado, aunque no recomienda cuello a la caja.

Repasamos los complementos, tomad nota, que esto no ha hecho más que empezar:

  • Pendientes y collar tradicionales, los corales y las perlas son muy adecuados.
  • Las peinas antes eran de carey, aunque al ser tan frágiles y tan difíciles de restaurar han cedido el paso a las imitaciones, muy bien conseguidas normalmente. Además, no se ven tanto al estar cubiertas por la mantilla. Hay de muchas alturas, lo ideal es que estén proporcionadas al tamaño de la mujer y de la mantilla: mantilla grande, peina grande. Pero sobre todo, que esté muy derecha.
  • La mantilla puede ser un pico (mantilla triangular) o rectangular. Son mucho más bonitas las antiguas, cuando se trabajaba todo a mano y no se contaban las horas. Además, habitualmente el color blanco se ha oscurecido un poco y resultan más elegantes.
  • Se acompaña de un bolso pequeño.
  • Un abanico, si es antiguo, mejor.
  • Mantón de Manila imprescindible, bordado a mano y también mejor antiguo.
  • Broche detrás cogiéndole unos pliegues a la mantilla.
  • Otro broche sujetando la mantilla a un hombro. Hay que fijarlo con la cabeza girada al lado contrario, para tener movilidad y no desgarrar la mantilla.
  • Se puede adornar también con flores (Cayetana solía llevarlas). Solís Tello no las va a llevar porque su uso es más adecuado una vez comenzada la feria.
  • En cuanto al uso de guantes, ella considera que es más apropiado para actos ceremoniales, aunque no esté en contra.

La mantilla no es sólo llevarla, dice Solís Tello, hay que sentirla. Tienes que dedicarle varias horas para ir perfecta, es un ritual, casi como vestirse de torero… y de eso algo sabe.

Pepi le ha hecho a Solís Tello unos rulitos ocultos que ha sujetado con unas horquillas, para enganchar en ellos la peina. En esta foto está probando la sujeción.

 

Una vez hecho el recogido coloca la peina y la sujeta con horquillas.

 

Carmen eligiendo una u otra mantilla para su hija. Se decide por un pico antiguo de punto de aguja con un precioso bordado.

 

Comprobando la distancia a la cara de la mantilla, antes de recogerla. Como vemos, el pico va hacia la cara, esto es una forma especial de llevarlo que Carmen ha inventado, lo habitual es hacia atrás. Los pendientes son de su tatarabuela.

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

La peina debe quedar totalmente recta.

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

Aquí vemos el recogido de Carmen.

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

Aunque algunas mantillas pueden llevar los pliegues ya sujetos, Pepi los va haciendo en el momento (como a las vírgenes andaluzas).

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

Trabajo a cuatro manos, que el tiempo apremia.

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

El broche que lleva Carmen es antiguo, de familia.

 

Sujetando la mantilla al hombro. Mejor sólo a un lado.

 

El vestido azul resalta el color de los ojos de Solís Tello, collar y pendientes clásicos y discretos dan protagonismo a la mantilla.

 

Último retoque antes de salir a la calle.

 

Colgando los mantones en el antebrazo.

 

Este es el resultado final, ¿verdad que ha merecido la pena?

 

Solís Tello, guapísima de azul y beige, nos despide con una sonrisa.

El ritual de la mantilla por Carmen Tello

La furgoneta aparcada en la acera, el suelo lleno de papeles, los cierres metálicos del bar con sus graffitis correspondientes, los aires acondicionados con los tubos sujetos a la fachada y vertiendo en la acera… Y en mitad de todo eso, Carmen Tello, imponente de mantilla, como salida de un cuadro de hace dos siglos (si Romero de Torres viviera hoy la pintaría con el rótulo de Cruzcampo detrás, costumbrismo actualizado), camina pisando fuerte por las calles de Sevilla.

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