Fra Angelico, la exposición que no te puedes perder

Hasta el 15 de septiembre el Museo del Prado de Madrid celebra su bicentenario con una muestra que se adentra en una época imprescindible de la Historia del Arte occidental

Hay muchos tipos de exposiciones de pintura. Están las que por sí solas constituyen un motivo para viajar a una ciudad, las que justifican la existencia de un museo o fundación, las que se hacen para poner en valor los fondos propios, las que intentan explicar una época o un estilo pictórico, las que son consecuencia de la restauración de una obra maestra, las que conmemoran una efeméride, etc. Y en algunos casos, además de cumplir con alguna de las anteriores premisas, los cuadros son bonitos. Porque, ¿en cuántas muestras pictóricas salimos pensando que no colgaríamos ni el 10 % de las piezas en nuestra casa?

La exposición «Fran Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia» es la joya principal con la que el Museo del Prado celebra su bicentenario. Podríamos decir que merece la pena pasar un día en Madrid sólo por verla, que es una ocasión única para adentrarnos en una época imprescindible de la Historia del Arte occidental, que ver La Anunciación con sus vibrantes colores originales puestos al descubierto tras la restauración es un must, que se ponen en valor dos de las piezas que posee el Museo del Prado de una época, el Quattrocento italiano, que está poco representado en su colección, etc. Y en mi caso -seguro que también en el vuestro- podría decir que me llevaría a mi casa todos y cada uno de los cuadros de la exposición. Sin excepción. Ya les buscaría un hueco, que al fin y al cabo incluso la Anunciación, uno de los mayores con 163,5 por 189,5 centímetros, cabría sobre el cabecero de la cama.

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«La Anunciación». Foto: Ernesto Agudo

Así que id buscando fecha de aquí al 15 de septiembre para hacer una escapada al Museo del Prado y, si es posible, evitando las horas centrales de la mañana que son en las que más cola hay para entrar. Os merecerá la pena. Mientras, os adelanto algo de lo que veréis.

Florencia era a principios del siglo XV un hervidero de actividad artística. Allí llega un joven Guido di Pietro nacido hacia 1400 en la región rural de Mugello, al norte de Florencia. Parece que lo apadrina la familia Albizzi, una de las más importantes de la ciudad junto con los Medici, los Strozzi o los Brancacci. Unos y otros se van alternando –de manera bastante violenta- en el poder y en el papel de comitentes de los artistas que van a cambiar la forma de entender el arte en occidente. Al igual que los gremios, que eran la puerta de entrada a los asuntos de gobierno y a proyectos artísticos de relevancia que usaban para competir entre sí.

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«Dieciocho beatos dominicos» de Fran Angelico. Tablas del retablo mayor de San Domenico en Fiesole

Ghiberti está realizando sus famosas puertas de bronce del Baptisterio y sabemos que suministra modelos de figuras a los pintores. Brunelleschi, que perdió el concurso de las puertas frente al anterior, le gana sin embargo el de la cúpula de Santa María dei Fiori, la Catedral, adoptando nuevas fórmulas arquitectónicas que serán copiadas por los pintores. Masaccio y Massolino están pintando al fresco la capilla Brancacci – con sus escorzos y sus desnudos- en el Carmine (y el primero, la Trinidad en Santa María Novella, en la que también usa el método de Brunelleschi para mostrar los edificios en perspectiva). Paolo Ucello, Filippo Lippi, Donatello… son algunos de los geniales artistas que confluyen en la Florencia de la primera mitad del siglo XV.

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«La anunciación» de Paolo Uccello

En esta exposición se reúnen 82 obras (la mayoría nunca vistas en España), de las que 40 son de Fra Angelico. El Prado compensa así la poca representación que tiene del Quattrocento, pues el grueso de su colección se forma años antes del redescubrimiento de esta época como clave para la historia del Arte. Las piezas, con seis siglos de vida, son sumamente frágiles, no solo por su antigüedad: la técnica de las pinturas, temple sobre tabla, hace que sean extremadamente sensibles a los cambios de condiciones ambientales, así que es bastante excepcional que se haya conseguido que salgan de sus lugares de origen: Museos Vaticanos, Metropolitan, Museo del Bargello, Louvre, Uffizi… hasta cuarenta prestatarios. Todo un logro para El Prado (habrá que ver qué piezas se ha comprometido a prestar él a cambio).

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«La Virgen de la granada» de Fra Angelico 1424-1425

El retablo de la Anunciación, uno de los tres retablos que pintó Fra Angelico para el Convento de San Domenico de Fiésole, es el eje central de la exposición, junto con la Virgen de la Granada. Es una obra bellísima que podríamos estar contemplando durante horas, pero no solo es admirable por su plasticidad, también supone un hito histórico desde otros aspectos que hacen que sea una auténtica obra maestra: la manera de distribuir y recrear el espacio, la forma de utilizar la luz, la narración teológica novedosa.

Es el primer retablo del Renacimiento de forma rectangular en lugar de con arcos de medio punto: pala quadratta –cuadrado y sin pináculos-, tal y como gusta Brunelleschi. También es el ejemplo más antiguo que se conserva de una arquitectura –la casa de la Virgen- pintada en perspectiva, con un punto de fuga, abandonando el fondo dorado habitual en el gótico. Fra Angelico articula la obra en dos espacios bien diferenciados: el real (el jardín con la escena del Adán y Eva) y el conceptual (donde se lleva a un lenguaje visual comprensible el misterio teológico de la Encarnación). El interés por el paisaje, por la campiña de la que los florentinos se sienten orgullosos, se muestra en forma de prado salpicado de plantas, reproducidas con precisión botánica. La inclusión de Adán y Eva cruzando el jardín de la Virgen instigados por un ángel sin espada, es una interpretación original de Fra Angelico del dogma de la Encarnación. Se humaniza la base teológica de la historia: la Virgen es la nueva Eva que redimirá su pecado original.

Pero si hay algo realmente novedoso es el tratamiento de la luz. Un haz de rayos dorados sale de las manos de Dios Padre e impulsa a la paloma del Espíritu Santo hacia la Virgen. Esta es la luz divina, pero Fa Angelico toma en consideración también la luz real del sol, que se filtra entre los árboles del jardín, ilumina la pared y hace que la Virgen y los muebles arrojen sombras en el suelo.

Personalmente, me entusiasman las tablas de la predela de este retablo, así como otras obras más secundarias y de pequeño formato donde el pintor aprovecha para trabajar con más libertad, con historias y personajes expresivos inspirados en la Toscana y en las que asoma un cierto sentido del humor. Son auténticas miniaturas, deliciosas, con detalles que no terminas de descubrir, como las maravillosas alas de los ángeles ¡ya sé dónde se inspiró Missoni para su famoso estampado!

Por favor, ved la Exposición y después decidme: ¿Hay algún cuadro que no colgaríais en vuestra casa?

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