Ser viajero y no turista, pautas para preparar un viaje

¿Qué necesitas para preparar vivir durante un mes en una ciudad extranjera? ¿Qué tipo de viajero eres?

¿Eres nómada o sedentario? ¿Te gustan las rutas largas e interminables o prefieres disfrutar en tu casa, en tu madriguera, cálida y cierta? Si eres de los que cuando te subes a un tren sientes un cosquilleo en la barriga que se va transformando en una sonrisa a medida que haces kilómetros, sabes de qué hablo. Eres más pastor que agricultor. Te gusta viajar. Y, sobre todo, te gusta sentirte viajero y no turista. No buscas coleccionar imágenes bellas, al alcance de cualquiera con una buena pantalla de ordenador; eso es reducir las cosas a su apariencia. Tú quieres tener sensaciones, que las ciudades te hablen, mimetizarte con otras culturas, ser otras personas, en definitiva.

Una vez reconocido el deseo de viajar, lo siguiente es elegir un destino. Algunos creen q no se escogen los lugares predilectos sino que se es requerido por ellos. Tal vez los filósofos presocráticos creyeran que estamos determinados por el agua, el cielo, la tierra o el fuego, pero en mi caso, el motivo de mi próximo viaje es mucho más espurio. Una de mis hermanas se ha trasladado a vivir a Roma y nos ofrece su apartamento los quince días que ella se ausentará. Y ya que estamos, he reservado en airbnb un estudio cerca de Piazza Navona otros quince días.

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Para mi marido y para mi cualquier proyecto empieza siempre en una librería. Como dice Michel Onfray, «el deseo del viaje se alimenta mejor de fantasmas literarios o poéticos que de propuestas empobrecidas por un exceso de apariencias de una realidad simplificada». Dicho de forma sencilla: cuando conocemos un lugar a través de una novela, un poema o un libro de viajes, nuestro imaginario es infinitamente más grande que lo que nos ofrece un vídeo o unas fotografías, que al fin y al cabo ya han sido reducidas a su apariencia.

En esto de los libros hay muchas posibilidades dependiendo de nuestros gustos. Por supuesto una guía siempre viene bien, son unas buenas recopilaciones de datos prácticos que hay que conocer; aunque más que leer son para consultar. Los libros de viajes nos aportan datos diferentes: las experiencias concretas de la persona que escribe, lo que sintió en determinado momento, con quien se relacionó, qué restaurantes fueron los elegidos y que platos le gustaron. Es mucho más personal que una guía. Igual que un libro de poemas. Los ensayos y los textos de Historia y de Arte nos permiten conocer con más profundizar las civilizaciones y captar mejor el presente que de ellas surge. Y las novelas nos pueden hacer correr por las calles, enamorarnos, escondernos en soportales o pasear junto a un río evocando personajes reales o imaginarios.

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De entre la infinidad de escritos sobre la Ciudad Eterna, nosotros hemos elegido los siguientes:

«Storia di Roma», Indro Montanelli. Un clásico donde los halla.
«Un otoño romano», Javier Reverte.
«Roma. Una Historia Cultural», Robert Hughes (versión epub, para que no pese en la maleta, porque es un maravilloso tocho).
«Historias de Roma», Enric González. La visión de la ciudad de los papas de un periodista ateo.
«SPQR», de Mary Beard.
«Historia del Arte», Ernst Gombrich. Los capítulos dedicados al arte griego y romano.
«Roma», Nikolái Gógol. Un librito pequeño, una joya imprescindible que empieza como un cuento y realmente es una oda a la ciudad.

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Para los que no tienen tiempo o no les gusta leer hay otras opciones. Siempre se pueden ver películas ambientadas en los lugares a los que viajamos o documentales (los hay maravillosos de casi todos los sitios); aunque hay que tener cuidado de no pasarse, como una de mis amigas que, ante un viaje a Egipto con la familia, se empeñó en que sus hijos adolescentes vieran los cinco CD’s de National Geographic, y sólo consiguió que cada vez que encendía el televisor, sus hijos salieran corriendo con el pretexto de hacer deberes (al menos sacaron unas notas excelentes). En esto del cine yo también ando un poco despistada: se me ocurrió ver Vacaciones en Roma, pero entre la mala calidad de la reproducción y los protagonistas (sólo podía mirar las expresiones de Audrey Hepburn) no veía nada de la ciudad. Lo volví a intentar con La Dolce Vita y ahora era Marcello el que no me dejaba fijarme en ninguna otra cosa (ni siquiera en el escote imposible de la Ekberg). Estoy pendiente de ver si cambia la cosa en alguna en la que el protagonista sea Roberto Benigni… Por si esta es vuestra forma de aproximaros a esta ciudad, aquí tenéis un post de Federico Marín Bellón en ABC Viajar: Diez películas eternas que pasan por Roma.
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Por último, antes de la partida hay que decidir qué instrumentos se van a utilizar para fijar la memoria. Para producir recuerdos que nos permitan luego elaborar una historia de nuestro viaje. Mi marido lo tiene difícil, tendrá que elegir entre el equipo Fuji, Leica o Nikon. Yo mucho más fácil: cuadernos, lápices, pegamento en barra… Bueno, vale, también mi pequeñita Fuji X-T10 que cabe en cualquier bolso. Y el ipad, claro, que algo os tendré que contar sobre Roma.

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Las fotos son de pinturas, cuadernos y collages de la artista y viajera Laura Mira.

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