Cuarto de maravillas

Qué flores elegir para cada ocasión

¿Se han perdido las asociaciones ligadas a la iconografía religiosa o mitológica a la hora de comprar flores?

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Pocas cosas hay más agradables que recibir –o regalar- flores. Yo suelo colocarlas en un lugar donde las vea nada más entrar en casa, y si voy a estar un buen rato en otra habitación las llevo conmigo, con tal de disfrutar el mayor tiempo posible de su belleza efímera. Porque precisamente en eso está el encanto: sabes que va a durar poco, como la mayoría de las cosas verdaderamente exquisitas de la vida.

Cuando somos nosotros los que vamos a comprarlas, ¿hay algún criterio que nos ayude a elegir? ¿Se puede transmitir algún mensaje con flores? ¿Cuál es la más adecuada para cada momento? En nuestra cultura existen tradicionalmente una serie de asociaciones, fijadas a lo largo de los siglos por la iconografía religiosa o mitológica: rosas rojas (nacida de la sangre de Adonis) para expresar amor pasional, lirio blanco como señal de pureza, margarita como señal de humildad, los narcisos como parte de las coronas de las diosas, las rosas amarillas como símbolo de amistad (o infidelidad en determinadas culturas como la germánica), la gerbera como expresión de inocencia, etc. Pero tengo la sensación de que la gente más joven (o menos interesada en la iconografía que se convierte en tradición) no se plantea estas consideraciones.

La flor más adecuada es la que más le gusta a su receptor

Para salir de dudas, le pregunto a dos de las personas que más saben de flores en esta ciudad: Mercedes y Rosario, de la floristería Búcaro. Ellas han llenado de flores La Maestranza, han decorado los sueños sicilianos de Dolce & Gabanna, han interpretado los deseos de muchas novias, han vestido de Navidad lujosos escaparates, han sido parte importante de algunas de las bodas más bonitas de esta ciudad. En su taller de la calle Alfonso XII en una preciosa casa-palacio sevillana, nos reciben con una sonrisa y muchas, muchas rosas de increíbles colores. Miro a la fotógrafa de reojo (tenía un mal día) y la veo esbozando una sonrisa cada vez más ancha, sin poder apartar la vista de esa preciosidad. «Anda, saca la cámara, que se van a estropear las flores antes de que reacciones»- le digo contagiada del buen rollo que se respira en esa habitación. Como ya hay poca luz natural, echamos distintas flores y ramas en un cesto y nos subimos con ellos a la terraza a hacer las fotos mientras charlamos.
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Le pido a Mercedes que elija un tipo de flor para cada una de las situaciones que le planteo. Para enviar a una señora mayor: un centro de colores alegres con flores de temporada; para una chica joven convaleciente de una enfermedad: un ramo de flores campestres; para una madre que acaba de dar a luz: flores en la gama de blancos o colores pasteles que no huela; para alguien que no conoces apenas: la rosa es un clásico, con ella nunca te equivocas. Las hay todo el año y además hay muchísimas variedades, como las rosas de jardín, que son mucho más abiertas que la tradicional inglesa y huelen maravillosamente bien (habla con tanta pasión que pone una cara como si las estuviera oliendo). Nosotros tenemos clientes –me sigue contando- que odian las orquídeas, que a otros les apasionan; un señor que todas las semanas le lleva rosas amarillas a su mujer; algún chico de 16 años que le compra una maravillosa rosa de seis euros a su madre (y yo me imagino la cara de la madre).
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Me doy cuenta de que siempre juegan con ventaja. Porque lo que cuenta es el sentimiento (de agradecimiento, de amor, de cariño, de disculpas, etc.) que acompaña a las flores. Si, además, conocemos los gustos, las fobias, la decoración de la casa, los colores favoritos, el estado de ánimo, etc. el acierto es seguro. Por eso, la flor más adecuada es la que más le gusta a su receptor. Y ni siquiera tiene que por qué ser siempre la misma.

En cualquier caso,¿por qué esperar a que nos regalen? ¿Por qué no comprarnos de vez en cuando un ramo? O simplemente una flor, como el chico adolescente. Si a vosotros, como a mí, os da felicidad estar rodeados de cosas bellas y os gusta compartirlas con los que os rodean, pocas hay que sean tan inocuas, baratas y engorden menos que las flores. Como sustituto del chocolate no está nada mal…
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Las fotos son de Lucila Vidal-Aragón y de Cuarto de Maravillas

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