
Según las Dras. Mar Mira y Sofía Ruiz del Cueto, si dejamos de comer grasa, podemos llegar a tener depresión. Las grasas forman parte de la nutrición cerebral, repercuten en la síntesis de neurotransmisores esenciales para mantener nuestro equilibrio mental y nuestra función intelectual.
El cerebro consume el 25 % del gasto energético diario por lo que la alimentación es fundamental para tener una buena salud cerebral y en consecuencia una buena calidad de vida. Las grasas saludables que son beneficiosas para la salud como las grasas insaturadas y poliinsaturadas (Omega 3 y Omega 6) tienen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y cardioprotectoras.
Consecuencias de eliminar la grasa de forma radical
Tendremos más predisposición a padecer enfermedades cardiovasculares e incluso mentales (alteraciones del estado de ánimo, humor, comportamiento y déficit cognitivo). Las grasas Omega 3 son esenciales para el buen funcionamiento cerebral. Su déficit se relaciona con trastornos del humor, déficit cognitivo, mayor incidencia de depresión. Las grasas también intervienen en el equilibrio de nuestra salud digestiva por lo que su nulo consumo significará un desequilibrio en nuestra flora intestinal.
Las grasas son esenciales en nuestro organismo
Las grasa representan la reserva energética más importante de nuestro organismo, transportan vitaminas y son parte de las hormonas. Desempeñan funciones tan importantes como la liberación de calcio para la contracción muscular. Son las responsables de formar las prostaglandinas, unas moléculas esenciales para la vida. Por lo tanto las grasas no son para nada malas, lo malo es ingerirlas en exceso. Es importante diferenciar las grasas buenas de las que no lo son.
Grasas malas y grasas buenas
Hay diferentes fuentes de grasa en la alimentación, y no todas se comportan de la misma manera en el organismo.
Según los especialistas en salud de la Clínica Mira+Cueto, cuando hablamos de grasas malas, generalmente nos referimos a tipos de ácidos grasos que tienen un efecto inflamatorio y oxidativo en el cuerpo. Son las que aumentan los niveles del colesterol y los riesgos de enfermedad cardiovascular y también de otras enfermedades, como cáncer y obesidad. Estas son las grasas saturadas, grasas hidrogenadas, y grasas trans. Algunos ejemplos son la manteca, grasa de la carne, pollo, cerdo, queso y lácteos y también aceite de coco y palma.
Cuando hablamos de grasas buenas, nos referimos a ácidos grasos que han demostrado un efecto protector frente a enfermedades cardiovasculares, puesto que intervienen en procesos antiinflamatorios de nuestro cuerpo. Son las grasas insaturadas. Tanto las monoiinsaturadas como el aceite de oliva, las olivas, el aguacate, nueces, el sésamo, como las poliinsaturadas (Omega 3/ácidos linolénicos y Omega 6/ácidos linoleicos) son nutrientes esenciales.
Encontramos grasas poliinsaturadas en la mayoría de pescado azul -salmón, atún, bonito, sardinas, boquerones, en semillas oleaginosas -chía, lino y sésamo-, en algunos frutos secos como las nueces, las almendras y las avellanas, en las pipas de girasol y en los aceites de cártamo, girasol, maíz y soja. Y, por supuesto, que se debe incluir en una dieta equilibrada la ingesta de grasa buena. Al menos un 30%.
Por todo ello, las grasas saludables son fundamentales para el funcionamiento de nuestro cerebro y aliadas en la lucha contra enfermedades cardiovasculares y la regulación de nuestro peso. Así que, antes de eliminar por completo este componente esencial de nuestra dieta, es importante sopesar las consecuencias y buscar un equilibrio que nos permita disfrutar de una vida más completa y saludable.