Sevilla se muere de éxito

Un paseo por Sevilla un domingo cualquiera, la lectura del periódico... Y comienzan las reflexiones sobre el presente de esta ciudad

Me despierto descansada, después de una noche de sábado de pijama, crema de verduras y maratón de series. Thor se sienta en la entrada, mirándome fijamente, pidiéndome salir. Dejo la lectura del periódico para cuando vuelva de darle su paseo matutino.

La portada me pone de mal humor: «Andalucía, la comunidad con más abandono escolar de España». Páginas 34 y 35. Vaya tela. Pero no tengo ganas de estropear mi mañana de domingo, así que arranco las páginas susodichas y las dejo en mi mesa de trabajo para leerlas tranquilamente, junto con el acta del pasado consejo en Sevilla de la Fundación Balia, de la que tengo el honor de ser consejera. Mientras me acuerdo de la síntesis que nos hizo Teresa, la directora General: «En los niños que tutelamos, reducimos a cero el abandono escolar». Pero esto se merece un post que no sea de domingo.

«Sevilla se pone en el radar del turismo Premium anglófono», leo en las páginas locales. Esta sí que es, por fin, una buena noticia. Turoperadores británicos y americanos del sector de lujo se interesan por la ciudad. Antes de terminar de leer el artículo a modo de entrevista con el delegado municipal de Turismo, Cultura y Hábitat Urbana de Ayuntamiento de Sevilla, mi marido me propone salir a dar un paseo. –«¿Hacemos los puentes?»-le pregunto. –«No, mejor vamos al parque temático»-, me dice con una sonrisa burlona, como adivinando el artículo que yo tengo delante; (tengo que decir que lee al maestro Antonio Burgos).

Lucila
Lucila
Lucila Lucila

En la acera de mi calle adelantamos a varias personas que arrastran sus maletas. Si por aquí no hay hoteles, ¿de dónde salen? Claro, me digo, domingo por la mañana, salen de los apartamentos turísticos. Este traqueteo de los troleys se repite, acentuado por el grueso de los adoquines, a medida que nos acercamos al centro de Sevilla. Junto a la Torre del Oro, el tenderete ya habitual de disfraces de flamencas y toreros de cartón para la foto. No imagino yo a los turistas de lujo de los que habla el delegado municipal poniendo su carita en el agujero para mandar la foto a Nueva York.

Junto a la preciosa Capillita de la Puerta de Jerez, una chica con camiseta de lunares y falda de ensayo taconea encima de un metro cuadrado de tablao. Eso sí, lleva un moño con ondas muy flamenco, aunque el baile y la música que sale de un transistor deje bastante que desear. Llegado un punto, cambia la falda por una bata de cola roja y un mantón de manila beige. Está guapa, aunque el mantón lo mueva un poco a trompicones. A su alrededor, un grupo de turistas la observan. ¿Creerán que las sevillanas vamos así por la calle? Si tenían dudas, las habrán despejado al seguir un poco más adelante en la Avenida, donde otra chica, también de rojo y negro, con otro transistor, otra mochila para los atrezzos y otro sombrero para las monedas, se pasea al ritmo de una rumba. Lo que seguro que han decidido es que para qué van a ir ya a un tablao.

Lucila Lucila Lucila

Nosotros seguimos hacia el centro, esquivando bicis de alquiler, castañeros, mendigos con carritos atiborrados de cajas, mantas y bolsas de plástico llenas de qué sabe nadie, con cochecitos de bebé que transportan miseria a raudales, tristes payasos de chándal roído y narices de goma que inflan globos de colores sacados de una mochila tirada detrás, mantas con réplicas falsificadas de bolsos de Bimba y Lola o Louis Vuitton, qué más da, que tan rápido lo ponen como lo quitan en cuanto asoma un policía la cabeza. Deben ser los únicos con los que se meten, porque, aunque las falsificaciones de bolsos están prohibidas, las falsificaciones del flamenco Patrimonio de la Humanidad no.

Lucila Lucila Lucila
Lucila Lucila Lucila Lucila

Conseguimos, después de sortear mesas, comensales y camareros, llegar a una bodeguita del centro donde hace unos pocos años solíamos tomar un oloroso los viernes a mediodía. Ni un taburete, ni una esquina de barra, ni una cara conocida… solo extranjeros. Cuando decidimos volver a nuestro barrio burgués evitando la Avenida, nos topamos con el cierre de la juguetería Cuevas. Claro, los guiris no compran juguetes.  ¿Se habrá dado cuenta de lo que pasa a pocos metros de su despacho el delegado municipal de Hábitat Urbana?

Lucila Lucila

Llego a casa más malhumorada de lo que salí. No me va a quedar más remedio que ponerme a pintar oyendo a Dulce Pontes para revertir mi estado de ánimo. Pero antes, cuando cojo el periódico para llevarlo al montón de reciclaje, se abre por la página de las esquelas y una de ellas me llama la atención: «Doña Cayetana Fitz James Stuart, Duquesa de Alba, falleció en Sevilla el día 20 de noviembre de 2014. Tu hijo, Cayetano; tu viudo, Alfonso y demás hijos». ¡Tu hijo Cayetano! Y, de pronto, una sonrisa enorme se va abriendo paso en mi cara, y me traslado a Ceuta hace bastantes años, cuando mi padre era el Comandante General de esa preciosa ciudad. Habíamos ido todos los hijos –diez- a pasar las Navidades juntos, con nuestras respectivas familias. Las cinco hermanas decidimos escaparnos una tarde a dar un paseo aprovechando que los demás estaban entretenidos. Después de callejear a todo lo que daba, Neni, la única de las hermanas que vivía allí con nuestros padres, nos lleva a tomar algo al Casino Militar. Cuando el soldado que hacía guardia en la entrada nos interpela, ella, con todo el aplomo que da sentirse hija única en una familia de diez, le dice: «Soy la hija del Comandante General. Y estas son mis hermanas». Pues eso, Cayetano.

Fotos: Cuarto de Maravillas

Más en Estilo de vida