«Todo lo que llevan las personas de los retratos del s. XVIII se quedaba sin contar»

Entrevista a Bárbara Rosillo, doctora en Historia del Arte, autora de «La moda en la sociedad sevillana del siglo XVIII»

Bárbara Rosillo es doctora en Historia del Arte y ha recibido el accesit de Archivo Hispalense en la sección Arte, este martes 5 de junio presentará el premio que es ver publicada su tesis «La moda en la sociedad sevillana del siglo XVIII» a las 20 horas en la Casa de la Provincia.

Bulevar Sur se cita con esta madrileña afincada en Sevilla unos días antes para conocer la historia detrás de esta investigación, que fue calificada como sobresaliente cum laude en la Universidad de Sevilla. Bárbara Rosillo llega sonriente y entusiasmada, la publicación es un gran reconocimiento que quiere que se traduzca en más oportunidades como investigadora y en un futuro ligado a la Universidad, la Historia del Arte y la Indumentaria.

¿Por qué estudió Historia del Arte?

Lo hice hace muchos años en la Universidad Complutense en Madrid, pero porque no podía hacer otra cosa. Era lo que sentía. En mi plan de estudios ya podíamos ir cogiendo asignaturas optativas de un tema en concreto, yo por ejemplo elegí muchas sobre el Barroco, que me encantaba, todo siglo XVII y XVIII.

¿Cómo nace su faceta de investigadora?

Siempre he sido muy aficionada a la lectura, me quedaba desde joven en los museos porque era como una droga, una atracción irresistible. Tenía una clara vocación de investigar, pero no sabía el qué. Quería pasar por esa experiencia, traumática a veces, de investigar. Me casé y me vine a vivir a Sevilla y comencé aquí los cursos de doctorado en la Universidad de Sevilla. Es muy duro, hay momentos de soledad, de estar perdido… les pasa hasta a los más brillantes.

¿Por qué se decantó por el estudio de la moda?

Tampoco sabía muy bien qué hacer, en un determinado momento tuve un palpito y pensé en estudiar la Moda. Las personas que estudian Historia del Arte y la pintura tiene esa carencia… Me di cuenta de que he tenido suerte de que en la Complutense me dieron clase grandes profesores, explicaban todo, pero llegaba un momento en el que todo lo que llevaba la persona del retrato se quedaba sin contar. Aquí hay mucho más y millones de claves que se nos escapan por completo, pensé. Lo que no podía saber es que había tantas, era una especie de intuición. Enrique Valdivieso era mi director de tesina, un gran especialista en Barroco, y le propuse el tema. Él me dijo que no sabía nada y yo tampoco, pero accedió a dirigirme el trabajo y yo no sabía muy bien cómo empezar.

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Bárbara Rosillo, experta en Historia de la Moda en el siglo XVIII. Foto: R. Ponce

¿Cuáles fueron los primeros pasos de tu investigación?

Hay relativamente poca bibliografía del asunto. Me fui al Museo del Traje de Madrid y pedí una cita con una de las personas que más sabe y más preparada está en España de este tema, María Descalzo Lorenzo. Ella me dijo cómo empezar, venir al Archivo histórico provincial y buscar en la sección de Protocolos. Lo que encontré es muy interesante porque los oficios del siglo XVIII eran las notarías de hoy en día y se conservan todas esas escrituras. En ese caudal de información (compras, ventas, etc) había dos tipos de documentos que hoy en día no se estilan y que han sido claves para mi estudio: las cartas de dote y los inventarios de bienes.

¿Desde el principio supo que enfocarías la investigación en Sevilla?

Sí, porque vivía aquí, tenía una niña pequeña… No tenía capacidad de movilidad para investigar en otro sitio. Además aquí hay información de sobra.

¿Qué ha podido conocer gracias a esos documentos?

La investigación me ha llevado a sacar miles de documentos de 1700 a 1800, tuve que aprender a leer esa letra porque la ortografía es diferente, ni puntos ni comas, cambios de g y j… Traje ahora hasta me resulta raro verlo con j. Las cartas de dote eran un documento que debían firmar toda mujer, la persona que la tenía a su cargo y la persona con la que iba a contraer matrimonio. Con estas cartas he podido estudiar toda la escala social, desde las personas sencillas como criadas de casa hasta la alta nobleza, pasando por funcionarios, comerciantes, comerciantes de categoría… La dote era obligatoria para todos y dentro de ella figuran todos los bienes que la mujer aporta al matrimonio. Me encontré con que la ropa era la partida más importante de prácticamente todas las cartas de dote. La ropa era muy cara, carísima, y la gente sencilla tenía muy poca.

¿Tener un buen armario significaba tener categoría social?

Sí. Hoy en día vivimos en un mundo diferente. Pasas por la calle y ves a un hombre con aspecto poco cuidado pero puede ser Bill Gates. Antiguamente eso era impensable, una persona con capacidad adquisitiva debía mostrar al exterior su estatus a través de la ropa. El lenguaje de la moda envía signos, son datos con los que comenzamos a movernos para relacionarnos. Antes había que presentarse como uno era, un grande de España se presentaba como tal. Son y eran sos sociales, reglas de la sociedad que luego va evolucionando y cambiando y cada época tiene reglas no escritas que se siguen y aceptan.

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«Los caprichos» de Goya. Foto: Félix Ordóñez

¿Y los inventarios de bienes qué le han aportado?

Los inventarios de bienes o post mortem se hacían cuando una persona fallecía, también de cualquier punto de la escala social, desde el Rey al de más abajo. Estancia por estancia de la casa se describían las cosas que dejaba, gracias a estos podemos reconstruir cómo vivían y cómo eran las casas y lo que tenían en ellas. En los inventarios a veces llamaban a especialistas para valorar la ropa, por ejemplo, porque se les daba muchas vidas, llamaban a costureras, sastres… Se dejaba constancia de todo, hasta ropa rota, vieja… El Aprecio de bienes es el documento en el que vienen los precios. También las capitulaciones me han servido para conocer cómo se vestía en la época, una que encontré de un zapatero de la Alfalfa, por ejemplo, me dio muchas pistas sobre los precios, los tipos de calzado, etc.

¿Qué pintores y retratos de la época han sido más importantes en su estudio? 

La Historia del Arte es prácticamente imposible sin imágenes, necesitas leerlo y verlo. Y en esto del traje es complicadísimo sin imágenes. Una vez que lo sabes, tu mente ya lo puede imaginar. Obviamente en la época se tenía mucho cuidado con la indumentaria cuando una persona quería dejar un retrato, evidentemente el pintor tenía que dar fe de esa joya, de ese encaje… Con Goya lo vemos todo perfectamente, hebillas de plata, peinados del XVIII increíbles… Sevilla fue una ciudad con una nobleza muy potente en el XVII y XVIII, fue una ciudad importante no una capital de provincias cualquiera. Tenía mucho peso aristocrático y de funcionariado de altísimo nivel.

Goya tiene muchísimos retratos y escenas de personajes populares y de la nobleza que ofrecen una magnifica manera para seguir la ropa. Con él estudias desde la duquesa de alba a la actriz «La Tirana». «Los caprichos» de Goya son una serie de grabados apasionante que me han aportado mucha información sobre moda: formas de tacones, de tejidos, de llevar prendas…  En el Museo de Bellas Artes tenemos la serie «Los Carros» de Domingo Martínez, ocho cuadro gigantescos que encargó la Fábrica de Tabacos. Estos cuadros están llenos de pequeños detalles que me han servido como ejemplos. Si quería ver cómo era una casaquilla, por ejemplo, veía los detalles de cómo la llevaban, colores, formas… La indumentaria da una información impresionante porque vas viendo en cada época cómo cambia. Desde la peluca al traje español que se lleva en la época de los Austrias.

¿Dónde están los cuadros y retratos que has estudiado?

Fui tirando de gente y familias que sabía que tenían cuadros, en el Museo de Bellas Artes… Pero hay mucha más colección privada de la que creemos y mucha más que me queda por encontrar. Me he encontrado con personas muy amables como los de la Casa de Alba, los del Palacio de Lebrija que me han dejado fotografiar todos los retratos que tienen (los condes de Santa Coloma, los Bucarelli que fueron personas muy importantes en la historia de la ciudad…) y algunos museos han sido generosos y nos han cedido imágenes.

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«Los caprichos» de Goya. Foto: ABC

¿Ha sido complicado poder publicar esas fotografías?

Esta publicación es por un premio institucional, hablamos de libros ya de por sí deficitarios y que no contemplan un presupuesto paralelo para el pago de imágenes. Esta cuestión es muy triste y complicada en según qué instituciones. Hay un problema y es que no se apoya a la investigación, ¿qué más le da a un museo ceder un par de imágenes a una publicación que ha recibido este reconocimiento? Hay que fomentar el trabajo de los locos que nos dedicamos a investigar, porque es para todos, ahora tenemos un libro sobre moda antigua en Sevilla. Las instituciones privadas como la Casa de Alba o de Medinaceli se han portado muy bien conmigo, hacen una labor cultural de verdad. Si les llama un investigado, le atienden y le ayudan. Mucha gente me ha dicho que no también, pero por ejemplo el Museo del Prado nos ha regalado 21 imágenes.

Una de las grandes conclusiones de su trabajo es que en la época en España y en Sevilla caló por completo la moda francesa

Y llegó muy rápido, más de lo que piensa la gente. Tengo en el libro un retrato de un caballero Teniente de la Maestranza que no desdice de un señor de París, de Roma… Ves muchos retratos y ves la pose parecida, la peluca, el traje… Vivíamos una moda internacional. Para conocer cómo llegó hay que irse un poco más atrás, cuando Carlos II se casa con Maria Luisa de Orleans. De las cortes es de donde salían las modas hacia el resto de la sociedad, aunque a veces hay excepciones que también veremos. Cuando esta princesa francesa llega a España, en deferencia a ella el Rey y varios caballeros españoles comienzan a vestir a la francesa y paulatinamente va entrando esa moda. Al fallecer sin hijos, se designa en 1700 sucesor del trono a Felipe V. Cuando este francés llega para hacerse cargo de su país, su abuelo Luis XIV le dice que no desagravie a sus súbditos y se vista como ellos en una carta apasionante. Le recomienda que de forma progresiva y sin forzar vaya cambiando, en este sentido vemos la enorme importancia de la ropa como un lenguaje.

En muy pocos años, hacia 1707, ya toda España vestía a la francesa, quedando obsoleta la oscura moda de los Austrias. Flores, colores, tacones, pelucas, es un cambio impresionante. Con Carlos II había una negación de la feminidad con un escote totalmente plano y se pasó al del XVIII, un escote amplio y cuadrado que potencia el pecho. Las petrimetras y petrimetres eran los «fashion victims» de la época, los que vestían siguiendo la moda francesa e iban a la última en el siglo XVIII y tenemos imágenes de cómo vestían.

No hay en la moda límites que no se hayan traspasado ya…

Nos creemos muy modernos actualmente, pero en moda nada hay que inventar y esto lo demuestra. Imaginarnos ahora a las 10 de la mañana tomando un café con esos escotes abrumadores… Y un ejemplo de cómo cambia el sentido de las tendencias y las modas, si siempre iba de la corte hacia el resto de la sociedad, a finales de XVII se invierte con el traje de maja. Es un fenómeno muy particular. Era el traje de los barrios populares de Madrid, de las personas dedicadas a oficios, que empiezan a vestir súper rico, con colores mezclados de todo tipo con mucha fuerza y empuje. Cogieron el traje francés y lo cambiaron a su aire, con la casaca más pequeña, pañoleta en lugar de corbata… Y este traje adquiere mucho éxito para el día a día, tanto que la nobleza queda fascinada y comienza a hacerse también trajes de majo. Hasta la duquesa de Alba de entonces lo hizo, María Teresa de Silva Álvarez de Toledo (la del famoso retrato de Goya) era una mujer con un poder impresionante. Si el colmo de la elegancia se vestía de maja, evidentemente con más lujo, ¿quién no iba a querer hacerlo?

¿Hubo alguna prenda o tendencia específica de Sevilla en el siglo XVIII?

Aquí por ejemplo aparecen muchísimas mantillas y a finales de siglo los volantes, llamados faralas.

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Foto: Antonio del Junco

¿Quién es la mujer de la portada y por qué la ha elegido?

Para la portada pensaba en varias posibilidades de retratos que hubiese investigado en Sevilla, elegí este porque siempre una dama es más vistosa. Es un retrato de finales del XVIII que muestra la complicación impresionante a la que llegan los moños de pelo, una moda muy internacional y tremendamente atractiva. No sabemos prácticamente nada de ella, probablemente es una antepasada de los condes de Lebrija actuales, una dama joven y puede ser su retrato de boda. Está apoyada en un pianoforte y lleva un traje muy bonito, tiene un precioso camafeo del cinturón y lleva una tendencia que era cubrir el escote con un pañuelo abullonado y es un ejemplo de que el XVIII es el siglo de las flores en todas partes. En la contraportada tenemos cuatro fotos más, dos caballeros sevillanos que son padre e hijo, Marqueses de la Granja, y dos mujeres en las que vemos como la moda del peinado se va hinchando y cogiendo volumen.

¿Se valora actualmente el estudio de la moda?

La gran mayoría de las personas a las que les hablo de mi objeto de estudio se muestras interesadas por lo novedoso. Hoy en día en el vemos que hay tanto por abrir, es una disciplina que puede ayudar mucho. Un amigo historiador el otro día me mandó un cuadro para que le dijera su fecha aproximada, yo miré cuello, peinado y me aproximé al año. La historia de la moda es una herramienta muy útil para dataciones, para estudiar no solo la moda, también la joyería, el mobiliario… Espero que con la enorme importancia de la moda como motor económico y con todo lo que trae consigo se valore más. Es importante y bonito conocer los orígenes para entender el presente y futuro. En el tema cronológico es interesantísimo, hay veces que cambia un rizo y por un detalle nimio puedes averiguar una fecha concreta.

¿Qué prendas del siglo XVIII seguimos usando hoy?

La mantilla, aunque tiene otro significado y se ha cambiado la forma de llevarla, antes era de velo, pero se ha mantenido en España. También los bodys de ropa interior. Entonces la ropa interior no se hacía para ser mostrada, pero eran piezas de una belleza impresionante. Obviamente, siguen los escotes como fuente erótica, de belleza de la piel, de personalidad de la mujer… Los corsés de hoy son las cotillas de entonces, también los tacones destalonados de la época, los sombreros de paja,…

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