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Flores para un modista

No deja de echarle flores a su maestro Pepín Castillo, cuando Miguel Reyes fue un niño florista al que las circunstancias lo pusieron en el camino de la moda. Hace nueve años que se dedica a la costura y toda la vida a ser sencillo y humilde

FOTOS: KAKO RANGEL

CLARA GUZMÁN

La historia de Miguel Reyes es la historia de un chico de barrio, del niño de la Reyes, la de la floristería, que se convirtió en modista por obra y gracia de su tesón. La historia de Miguel Jiménez Garrido, al que Lola Montero, sí, la bruja Lola, bautizó para la fama con el nombre de Miguel Reyes, es una historia que cada vez sucede menos, no se sabe si porque la vida ha cambiado demasiado o las circunstancias han dejado de ser propicias para que los sueños de la gente corriente se hagan realidad.

«Yo empecé en el negocio familiar de floristería, mientras estudiaba Arte y Decoración en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios. Desde chico me han gustado mucho las novias; con once años hacía ramos, tiaras, diademas con flores secas, complementos con encajes, tiras bordadas... Un día me decidí a poner una vitrina en la floristería y llegó un representante y se interesó por mis diseños. Los vendió en Madrid, Huelva, Málaga, Córdoba y Jaén y ahí empezó todo, ahí y yo vendiendo al por mayor a las tiendas, incluso flores de flamenca y peinas de corales que hacía con masa de pan. Con los años, la floristería se me quedó chica y cogí este local de Pío XII».

El maestro Pepín Castillo

D Y en este local de Pío XII sigue haciendo a medida vestidos de novia, madrinas, madres de las novias e invitadas, un mundo que le apasiona. «Una de las modistas para las que trabajaba con mis aderezos, me propuso el negocio de hacerle los dibujos del traje y ella cortarlos. Por cada uno me daba diez mil pesetas, así que me lo pensé y decidí encargarme yo de todo. Aprendí mucho de este gremio y de Pepín Castillo, quien me inculcó la costura antigua; es decir, cortar en el cuerpo de la señora o en el maniquí, además de hacer a mano los cuellos y la cremallera. Sus consejos se notan en mi costura. A Pepín Castillo le gusta que le llamen modelista, porque modela el cuerpo de la mujer. Este año, en el pasado desfile de Moda de Sevilla, le hice mi particular homenaje. Presenté diez modelos, entre trajes de chaqueta, fiesta y novia, todos los palos que toca Pepín, pero con un aire más actual. Los motivos fueron todos florales, porque yo siempre he tenido relación con este mundo. Fue

como si hubiera unido a los dos a la hora de crear cada diseño. Los colores eran muy alegres: del verde manzana al pistacho en tejidos de organza, otomán, seda salvaje y natural. Para mí fue un honor dedicar esta colección a mi maestro, al que admiro profundamente».

D Miguel Reyes cree que en la moda todo está inventado, que lo único que tiene que prevalecer es el gusto del creador y tener cada uno su sello y estilo. «Para mí, el más completo fue Balenciaga, pero también me gusta mucho Valentino, porque siempre busca la elegancia como yo. En los trajes de novia, que son mi pasión, intento ser original, aunque me gustan las novias, novias, no que vayan disfrazadas. Desde hace unos años, las niñas pasan por el altar como las que van a una fiesta. Para mí, el traje de novia ideal tiene que tener mangas, cola y un escote tipo barco o bajo, sin que sea ordinario. La tela más agradecida es el raso duquesa, sobre todo si lleva bordados en plata. Los encajes también son muy lucidos, pero lo más importante para mí es que el traje lleve velo, si no es así es como si no estuviera terminado. Velo y, si es posible, que la chica lo lleve por la cara. Esta tradición es muy bonita y es un rito que se está perdiendo. Cuando visto a una novia el momento cumbre

es cuando le echo el velo por la cara. En sus años de plena actividad, Pepín Castillo hizo unos trajes de novia espectaculares, con unos vuelos magníficos, hasta tal punto que lo bautizaron como el modisto de las novias».

«Modista mejor que diseñador»

Le gusta definirse como modista más que como diseñador y le gusta atender a su clientela hasta en los detalles. Por eso en su tienda taller de Pío XII ofrece todo lo necesario para salir equipada de arriba abajo: tocados, zapatos, bolsos, ropa interior y medias. «También asesoro en las alhajas que se van a poner, aunque prefiero recargar más a los invitados que a las protagonistas. Con un buen vestido y un buen tacón no hace falta mucho más».

D Dice que la crisis se nota mucho; la gente se hace menos trajes y le cuesta más gastarse el dinero. «También visto a folclóricas como a María José Santiago, Ana del Río, Lole Montoya y a muchas nuevas como a Erika Leiva o a Joanna Jiménez. Los trajes de escenario admiten más brillos y complementos mucho más exagerados y las artistas me dan plena libertad, aunque me suelo inspirar en la copla que van a cantar. Es un género que me apasiona y ahora hay gente joven que canta muy bien, como Miguel Poveda. Mi preferida es “silencio por un torero”». Y aunque confiesa que le gusta vender, porque es una forma de relacionarse con la gente, a este «Macareno del año», título que ostenta con orgullo, hay veces en que le da pena deshacerse de algunas de sus creaciones. «Hice un vestido de picos en negro, como si fueran dos mantones que me dio sentimiento venderlo y otro en verde agua, con el escote palabra de honor, lucido por Erika Leiva que lo guardé para evitar que alguien se encaprichara de él».

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