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Restaurante ChocoChoco: Andanzas de un viajero sentimental

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Kisko es un sentimental, él lo sabe, en Córdoba lo sabemos: se le nota. Se lo dije hace ya bastantes años, cuando él era un jovencísimo cocinero y yo aún trabajaba en mi propia personalidad gastronómica. Hoy,  esas emociones, muy lejos de hacerle la vida complicada, han confluido hacia la búsqueda de una cocina singular. Una cocina con la que él ha tratado de expresar algo más que técnica o conocimiento, imprescindibles por otra parte: emociones, recuerdos. El territorio, la ciudad, el río… él lleva en ese hatillo de experiencias las antiquísimas sensaciones de los hombres andaluces y se expresa a través de un producto y de una historia a la que ama.

Ha reorganizado el restaurante recientemente, sorprendiendo así a sus clientes nada más llegar.

Los mantiene expectantes en la entrada, tomando la primera copa y algunos entrantes para abrir boca. El camino a una renovada y atractiva cocina es el segundo paso, una vía por el cálido corazón del Choco, donde tomamos una copa que limpia el paladar y nos prepara para la larga fila de platos que nos esperan. Saludamos al equipo, con el que lleva ya muchos años. No se concibe una cocina así sin un equipo sólido y bien estructurado, donde cada uno conoce bien sus habilidades.

Kisko varía la carta con frecuencia, por lo que nunca se llega al fondo de su cocina, que se va expandiendo en el tiempo, y nos cuenta que le gusta traer platos de sus viajes, platos como un delicado taco mexicano interpretado a la andaluza: una ligerísima hoja tierna envuelve la trucha algo ácida, alegre, fresca y viva. Uno de los mejores platos, tras ella una sorprendente y cremosa mantequilla de cabra, ligeramente fermentada en bodega, nos comenta Juan Carlos, el jefe de sala y alter ego de Kisko, además de su hermano. No crean que se van a encontrar una aburrida descripción de los platos en el menú, más bien son títulos que sugieren sin ser exhaustivos, y que por supuesto, uno jamás imagina. Y no dejen de tomar el pastel califal, es una obra de arte. Por otro lado, es imprescindible un buen vino para una carta con la que no hay que tener prisa, pero lleve un acompañante con buena conversación, es imprescindible comentar los platos.

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