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SevrugaPéguese a la ventana

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¡Qué sorpresa! Sabíamos que el restaurante tenía el encanto de estar pegado al río Guadalquivir a su paso por Coria pero no teníamos pistas sobre su cocina. Podía ser uno de esos lugares que no se esmeran, que se aprovechan de su emplazamiento para hacer una cocina para salir del paso. Total, lo iban a llenar por las vistas…pero la alegría ha sido completa. Y además con un servicio atento (sin carreritas porque aquí no necesitan darle vuelta a las mesas).

Nos sentamos en el salón de arriba, en una de las mesas pegadas al ventanal y que enseguida te contagia de la calma que llevan las barcazas del río.

Llegan con las bebidas una papas aliñás, gentileza de la casa, que estaban perfectas de sabor pero con una papa que no era la correcta.

Enseguida nos traen un carpaccio de langostino riquísimo, carnoso, generoso y fresquísimo por el toque que le da la lima. Un sobresaliente.

El segundo entrante no se hace esperar muchos: una alitas de pollo “de verdad” , deshuesadas y que realmente saben a pollo, churruscaditas y con un acompañamiento logrado en forma de arroz basmati y mayonesa.

Un albur maravilloso,  sabrosísimo y fresco como no puede ser de otra forma dada su denominación de origen: el estero de la cercana Veta la Palma, un modelo de acuicultura excepcional y que tan pocos conocen. El acompañamiento en esta ocasión fue de patatas al limón y ajada gallega

Le sigue una paletilla de cordero deshuesada y al horno que después nos hemos enterado que es una de las estrellas de la casa y no nos sorprende. Y terminamos con un abanico que siendo una carne “menor” estaba en su punto y sobre todo venía acompañada por un puré de patatas buenísimo y mojo picón .

De postre una tarta de queso auténtica, cremosa y contundente sin añadidos como galletas ni la temible frambuesa por encima.

En Sevruga tienen también una zona de tapas más bulliciosa en la orilla del río en la que poder probar mucho de los platos que tienen en la carta del restaurante. En definitiva una excursión más que recomendable a veinte minutos de la ciudad, no sólo por el sitio sino por lo más importante: la cocina, que aquí bordan.

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