Nos vemos en el AjolíCafé-bar Nos vemos en el Ajolí: «La historia con sangre (encebollá) entra»

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«El bar de hoy es el testamento vivo de otro que lo fue en la calle Arfe: Los Príncipes y herederos de esa alcurnia de la sangre encebollá»

Tiene Sevilla una arqueología diferente a esa otra de las ánforas llenas de perras chicas y gordas o de los túmulos con huesos de vaya usted a saber de quién y de qué época. Una prehistoria que algunas veces hemos dado a llamar en estas crónicas tabernarias memoria hepática: la de las tabernas que alguna vez lo fueron y por mor de la evolución de la ciudad pasaron a peor vida. Los sevillanos que tienen más años que una cancela pasean por las calles señalando esta y aquella casa como recuerdos de negocios de tapa y moyate que ahora son otra cosa. El bar de hoy es el testamento vivo de otro que lo fue en la calle Arfe: Los Príncipes.

Estos príncipes herederos lo son de esa alcurnia de la sangre encebollá por la que el maestro Burgos entonó uno de sus memorables gorigoris.

Aquellos Príncipes son hoy bar de copas de ese otro botellón de cuarentones con chaquetas de colores y afición por el cuerno en que ha devenido el taurino barrio de El Arenal. Los descendientes han decidido bautizarlo como “Nos vemos en el Ajolí” y lo han vestido a tono de azules con motivos rocieros. Y sin embargo se come bien.

Para empezar, tiene un desayuno difícilmente mejorable donde entran en juego sus camareros, profesionales del servicio que tienen esa paranormal habilidad de recordar el detalle de su comanda nada mas le hayan visto un par de veces por allí: “lo suyo es un cortado con la leche templadita y sacarina en taza y un vaso de agua del tiempo, ¿verdad?”

Desayunos con chorrocientos tipos de panes, pero con un único aceite de oliva: Antojo del Sur, de El Saucejo, para engrasar esa máquina de aguantar carros y carretas que es el cuerpo del sevillano desde bien temprano. Y con pan prieto de La Algaba, ni les cuento.

De la pizarra todo tiene un comer, tanto dentro como en el ventanal que da a la calle si usted le da al fumeque: ensaladilla rusa (sin revoluciones que valgan), carrillada en salsa, espinacas garbanceadas, la carne con tomate o el arroz siempre ‘acabao’ de salir. La freidora no tiene secretos para ellos y si no que se lo pregunten a su pollo frito o a su pescado: choco, taquitos de merluza o sus Estrellas, boquerones limpios y suavemente perfumados de adobo.

Como aquello es un repositorio de empleados de la zona o de viandantes en comisión de mandados suelen tener un guiso del día de buena hechura y cochura. Urta a la roteña, atún encebollado, las papas con huevo y chorizo, o los potajes entre ellos el de chícharos. Servidor les recomienda desde aquí el pisto con huevo y sobre todo el solomillo al wiski, tapas que salen bordadas de su cocina y a las que bendecir con una caña de Cruzcampo perfecta en vaso ancho y mediado.

Quédense con la copla, Nos vemos en el Ajolí, a recordar una cocina inolvidable.

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