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HuracánEl sueño de una noche de verano

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Aprieta ya el calor y la terraza del Huracán pasa de llenarse los mediodías de los fines de semana a ofrecer uno de los espacios nocturnos más agradables que se pueden encontrar en la capital para cenar. Porque lo de este restaurante es de verdad una terraza y no un velador de esos que han ido invadiendo no-silenciosamente nuestras calles.

La brisa marinera que hasta aquí llega –o te imaginas que llega- viene de la cercanía del Guadaira y del Guadalquivir, de las casitas blancas marineras de la barriada Elcano, de los nombres de sus calles: Bergantín, Fragata, Goleta, Corbeta…y, cómo no, de una de las vitrinas de pescado más atractivas que se despachan en la ciudad y que sus camareros siempre te llevan a la mesa para que elijas.

De hecho sus si tuviéramos el ingenio de nuestro alter-crítico, el gran Euleón, diríamos que aquí todo es tan perfecto que hasta los camareros son malaje. Pero no es así. Son serios y profesionales -¿se acuerdan cuando todos los camareros eran así?- van priorizando las mesas y las comandas, y posiblemente entienden mejor que sus clientes que las prisas son malas consejeras. Eso sí. Hay el mismo número ya esté medio vacío que lleno hasta la bandera. Más mérito tienen.

Hemos empezado con las mejores coquinas de la temporada (que habiendo coquinas, qué manía tiene la gente de pedir caracoles) También unos sabrosos mejillones al vapor que es lo que queda en la carta de homenaje a la antigua propiedad gallega. A partir de ahí, un par de medias raciones de acedías de Isla y de boquerones al limón muestra inequívoca de qué pescado traen y de cómo lo fríen .¡Y eso que dicen que la especialidad son los daditos de pargo!.

Aunque hemos pinchado con el pulpo a la gallega -tanto en el precio como por la calidad- hemos rematado la comida con una excelente urta a la espalda de esas que ya no recuerdan ni los antiguos trabajadores de astilleros de este barrio.

Sus postres caseros no son lo más atractivo de la carta pero contribuyen a la sensación de encontrarte en una venta mas de pueblo que de ciudad : tocino de cielo, puddin, flan ,arroz con leche…y, por supuesto nuestra siempre favorita fruta del tiempo.

Nos vamos contentos con el sitio, con la comida, viendo a niños jugar pero sin molestar, disfrutando de una terraza de las que no quedan y a un precio razonable – que no económico- en línea con la calidad que ofrecen.

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