El Mirador San FernandoMirador de San Fernando: «Con vistas al sevillano»

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Hace mucho que la calle San Fernando se convirtió en una zona de paso y no en un lugar donde detenerse y disfrutar del entorno en algunas de sus terrazas. Ya sea con un café u optando por un tapeo de barra o para comer en mesa. Salvo contada excepción, es evidente a quién nos referimos, la propuesta gastronómica de esta zona tiene un claro objetivo: el turista que abarrota la zona céntrica de la ciudad. Y aquí cualquiera que tenga un mínimo de criterio sabe lo que hay y a qué precio. Por lo tanto, como decimos, es una zona vetada si lo que uno busca es comer bien.

Sin embargo hay algún caso en el que las apariencias engañan.

Al principio todo es igual. La terraza atestada de turistas, camareros que hablan varios idiomas, cartas con banderas de distintos países… Y aún así decidimos probar y arriesgarnos al fracaso más estrepitoso o quien sabe, si al acierto más certero. En el Mirador de San Fernando apuestan por productos y platos típicos, como pueden ser las croquetas caseras o los langostinos al ajillo, y añaden algún guiño con platos e ingredientes que ya vemos repetidos en muchas cartas de la ciudad y que por ello quitan personalidad. Nos referimos a los tatakis, steaks, wakame…. Aún así, ya os decimos que son pequeños guiños y que se trata de una carta que apuesta por lo autóctono, por lo tanto, bien por ahí.

No nos sorprendió que el salón estuviera totalmente vacío. La zona no es nada fácil. Tan sólo la terraza estaba prácticamente llena pero como decimos de un público eminentemente extranjero, por lo que valorar el servicio se antoja complicado. Estuvieron muy encima, para nuestro gusto demasiado, pero vimos muchas ganas por hacer las cosas bien con el cliente local y eso siempre es de recibo. Nos tomaron nota de la bebida, tres cervezas, y empezamos a ojear la carta. Sencilla y con una extensión muy ajustada. Nos gustó la forma de plantearlo. Sí omitieran los manteles propios de bares de menú que creo que restan más que suman.

Ojeada la carta nos advierten que siempre incluyen como aperitivo (que cobran) pan y mantequilla, pero que no se trata de una mantequilla cualquiera sino una propuesta premium de la que se sienten muy orgullosos en El Mirador de San Fernando. Entusiasmados con la novedad, vimos llegar un cubo de madera cargado de mantequilla hasta la mitad y con tres cuchillos para untar clavados. Riquísima pero excesivo en las formas y con el riesgo del que llegue con poca hambre se llene al poco tiempo de estar sentado. Le daría una vuelta al formato.

Nos contuvimos y decidimos conocer bien su cocina. Así empezamos con uno de los guiños a su propuesta más universal: el steak tartar. Bien, sin fallos que destacar pero tampoco nada que resaltar. No nos pareció acertado el pan que acompaña al plato. Demasiada cantidad y ya si le añadimos que lleva mantequilla, se hace muy pesado. Unas tostas con un formato más pequeño hubiera sido un acierto.

De lo universal a lo más local en forma de croquetas del puchero. Suaves y bien de sal. Algo mejorable la fritura pero en líneas generales estaban bastante buenas. Quizás el plato que más nos gustó. En las antípodas se sitúa la sartén de huevos con trufas. Bien, las patatas y el huevo, perfectamente fritos, pero si se fijan en la foto, el exceso de “trufa” denota que estamos ante el resultado de una tendencia que encontramos en muchos establecimientos. El uso de productos que aromatizan los platos pero que no son lo que realmente venden. Tendremos que reflexionar más sobre ello.

Fuera de carta nos recomendaron las sardinas desespinadas sobre unas rodajas de tomate que sólo con mirarlos ya notas su sabor. Buena recomendación por el buen producto que disfrutamos pero como plato, siempre hay margen de mejora. Cerramos el almuerzo con un postre del que presumen y que en la carta llaman «Nuestra torrija». Normal que se hayan apropiado de este dulce tan típico porque el resultado es redondo. Sin duda, un descubrimiento.

En la calle San Fernando hay un rincón con mira hacia dentro con la ilusión de hacerse un hueco en la propuesta gastronómica local. Hay actitud; un local que con algún retoque ganaría, sobre todo, por la noche; y una idea de cocina que si no pierde el enfoque al producto es probable que más de un sevillano se asome a este Mirador de San Fernando. 

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