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Santa MartaSanta Marta: «Casa de Comidas»

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Todo el que me conoce sabe que lo que más me gusta de este mundo es una «casa de comidas» más que un bar. Y si encima la casa de comidas tiene Menú del día ni te cuento:  Santa Marta.

Hoy es la primera vez que me siento en las mesas de Santa Marta, en la calle Angostillo, mal llamada plaza de San Andrés, entre Orfila y la auténtica Plaza de San Andrés, la de los trámites con los pisos de VPO. ¡Y qué gusto, oigan!

Esto encontramos en Santa Marta

Vine la semana pasada a hacer la primera parte de esta crónica, me quedé en la barra y nada que ver. Les cuento: es cierto que ni las aglomeraciones ni los camareros «esaboríos», que tanto gustan a Euleon, van conmigo. Ese primer día comí lo de siempre y no disfruté mucho. Las papas aliñás estaban muy ricas aunque curiosamente había más huevos duros que papas, pero bien de aliño y bien de sabor y dureza, que es lo más difícil.

Últimamente las patatas no valen un duro.

El famoso flamenquín de Santa Marta me volvió a sorprender porque pese a lo ordinario de su porte, tenía un sabor proporcional a sus dimensiones, creo que lo que más le ayuda es, curiosamente, el queso.

Con miedo de que se acabara la incomparable tortilla del Santa Marta, y no saliera ninguna otra, pedí una tapa corriendo cuando vi que solo quedaba una, con el flamenquín recién empezado.

Las miradas de la camarera, que sólo hacía discutir con un compañero, eran de verdadera sorpresa. Ella sabría que después de esa tortilla el mundo no se acababa y saldría otra, pero yo no lo sabía (luego me han dicho que hacen 30 o 40 al día ¿será verdad?). Pero yo no me quería arriesgar. Hice bien, la tortilla deliciosa, no me extraña que esté fija en todos los rankings 

Y hay más

Por falta de capacidad estomacal me quedé sin pedir el vaso de gazpacho (hoy lo he arreglado) y las huevas/huevos rellenos con mayonesa. El vino fino a 2 euros es excesivo, la Cruzcampo a 1,20€ (200 pesetas del ala) no está mal.

Los camareros no pueden pasarse el día diciendo «un segundito», porque normalmente uno no lo tiene. Lo que sí tienen que hacer es limpiar más las mesas ?que no lo hacen por pereza a salir de la barra? y atender con una sonrisa, o los clientes se irán a los gastrobares de los walki talkies, en los que, al menos, ven a chicos y chicas monos y sonrientes.

Como os decía, he repetido hoy, y este segundo día en Santa Marta, he llegado antes de las 2 y he pillado al bueno del camarero, o al camarero bueno, el de las mesas, aterrizando después de comerse unos «chícharos» que infructuosamente me recomendó de primer plato. El gazpacho es más salmorejo que gazpacho refrescante, del que se hacía con un solo tomate y mucha agua, pero no estaba malo.

La paella de Santa Marta es paella de las antiguas de Sevilla. Nada que ver con la valenciana, ni con la alicantina. Paella de Sevilla, con sus guisantitos, que no hace falta que sean de Llavaneras, nos valen los de Miguel Tapia. ¡Anda que los valencianos que tanto han criticado a Jamie Oliver, se van a atrever a hacer lo mismo con nosotros!

En Santa Marta, en las mesas de Santa Marta, se oye música local a través de sus paredes que lindan con la barra «dame una tapiiiiita de paella», «dame dos primeros de chiiiiicharos», «un flamenquíiiiiiin», «tapa de adobo, tapa al whisky» y si uno afina el oído, también oye a un perroflauta que se afana en la calle en emular al nuevo y controvertido Nobel de las Letras.

Comida «sin florituras»

De la comida ¿qué decir? Que todo está rico cuando se cocina como si de una casa se tratara. En el Bar Santa Marta se cocina así, comemos lo que ellos comen, sin florituras y sin que la belleza del plato tenga que superar a su sabor. Hay que ver que pocos bares quedan como este en el centro de nuestra ciudad, bares en los que te comes una paella con sabor a antiguo, con su pedazo de limón y unas lagrimitas de solomillo empanadas, con unas buenas papas fritas y su cucharón de mayonesa.

Cuando me iba, seguía el comedor casi vacío, sólo otras dos personas. En la barra hoy tampoco se cabía. ¿Cambiaremos?

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